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La diferencia entre saber y creer y entre la razón y la fe

Rafael Riveros Dueñas, MD

portada

Hace unos días dicté una conferencia en el 43° Congreso Nacional de Cirugía, que llevaba por nombre “La diferencia entre saber y creer, entre la evidencia y la fe; Big Data”.
 
Dicha charla concitó la curiosidad de la audiencia ya que el título suscitaba más preguntas que respuestas. Solo tenía 25 minutos y la había preparado dos meses antes apoyándome principalmente en unos textos que llamaron inquietamente mi curiosidad: Los Derrotados de Pablo Montoya con su deliciosa y crítica prosa; El mundo como obra de arte del Nobel de Física Frank Wilczek; Pascal's wager de James A. Connor y un par de referencias de Big Data, para terminar.
 
El desarrollo propuesto a la audiencia era un parangón entre Francisco José de Caldas, El Sabio, y otro sabio Alexander Von Humboldt, que compartían el saber, la razón y la evidencia.  Por un lado, en el caso de Caldas que itineró por el triángulo superior de América Latina, por el Puracé natal, los volcanes nevados del Cotopaxi y las selvas panameñas, siempre encontrando espacio para resolver su curiosidad contaminada del politicismo  basado en su afán libertario como “criollo ilustre”  que era y federalista de corazón, ese corazón de botánico, geógrafo y astrónomo que se dio  maña con base en observaciones no solo de las plantas sino físicas de las alturas y de los astros, que iba recogiendo, unos donados por la corona y otros inventados y escritos juiciosamente en cuadernos con rigor académico.

La mente fascinante de Caldas lo llevaba a satisfacer adecuadamente su curiosidad. Llegó Humboldt acompañado de Lamplandt y se hicieron viajes juntos por Ecuador, Colombia y los creativos europeos, cosecharon de los conocimientos de Caldas que en ese momento había sido nombrado Director del Observatorio Astronómico, aprovechando la altura de la Sabana y haciendo del saber su profesión.  Sabemos que la razón concluye en la capacidad de las relaciones y sus conclusiones, y la fe en el creer lo no evidente, le pedí al auditorio que al final de la conferencia hicieran una selección entre la fe malhadada de Caldas contaminada por su ideación libertaria y dominante y la actividad científica-social de Humboldt.

La certeza sin sombra de que la evidencia produce es la solidez del saber, pero insistimos, que la confluencia en la fe le da una intangibilidad subjetiva en la característica humana.  Ese equilibrio dado por estas dos virtudes, lo objetivo y lo subjetivo nos pone en un límite en la razón empirista, calificada por Hegel al hacer la crítica a Kant.  Este reconocido balance entre la filosofía expresada en la razón y el saber, equilibra y balancea, con la religión positivista para que los fenómenos floten y naveguen.  Aquellos que no flotan se hunden en este mar infinito que es el conocimiento.

El librillo “This is water” nos ordena en pensamiento y de una manera grosera Foster Wallace nos pasea por el enseñándonos cómo hacerlo.  Lástima, como siempre, su suicidio.  Volviendo a Kant, en su concepto la religión positivista no merecería este honor y poniéndonos en la actualidad con Hegel “el nido de la paz tiene en sí tan poco de paz como de ciencia” en el tiempo real, la vida práctica, digamos que la “cientificidad” por llamarla de alguna manera, nos obliga a crear equipos, mientras que la egolatría individual hace que los filósofos puros actúen solos, salvo válidas excepciones de científicos /filósofos atenuados, sabios que detentan un balance entre creer y saber que le dan el equilibrio eterno a sus teorías comprobadas entrando en la mecánica del saber en evidencia, razón y cerebro.

Científicamente sabemos que no hay razón válida de acción sin lograr responder a la pregunta que nos hacemos, cuya respuesta será positiva o negativa, sabiendo que la humanidad se rige por el ritmo y el movimiento y la proporción adjudica el tamaño figurado de los hechos, la razón evidente es la que nos domina a los científicos.  Entonces no habrá diferencia sino confluencia con la fe. En su obra Hegel hace diferencias tácitas entre saber y creer.  Creemos que ambas son necesarias en la construcción del conocimiento sea éste nuevo, innovación o reprodución.
 
Proponemos aquí siendo el trasporte del conocimiento una actividad válida, la confluencia entre saber y creer con un orden invertido.  Creer apasionadamente en la construcción de la hipótesis para que en el trascurso de la obligada maduración, se logre un balance una vez se da respuesta a la pregunta.  Nadie más estricto que un científico – filósofo que se ve expuesto a creer y después a saber en evidencia.  El hecho de tener fe en las personas y en las cosas hace de ese proceso caracterizando la sabiduría de esos individuos que deberán, en la conformación de sus equipos, lograr unos desenlaces, insisto, equilibrados entre el creer y el saber.
 
Proponemos un cambio en el orden anteponiendo el creer al saber para que la sabiduría logre plasmar de forma lógica y adecuada el desenlace definitivo.