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Acelerar la acción por el clima

Manuel Guzmán-Hennessey

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Nueva York. Se cumple esta semana la Semana de la acción por el clima de Nueva York, paralela a la Asamblea de las Naciones Unidas, en donde, cómo no, ha estado Colombia presente, como siempre.

Deseable hubiera sido una mayor presencia en el foro donde se debate el futuro de la sociedad sin carbono, puesto que el debate sobre la exploración de yacimientos no convencionales está ad portas de ocupar toda la franja de la opinión en el nuevo Gobierno. Es evidente que Colombia necesita pensar mejor su política energética teniendo en cuenta las vulnerabilidades climáticas globales. Mientras el mundo avanza hacia políticas de cero carbono, debido a que este es el combustible que en mayor medida contribuye con el calentamiento progresivo del planeta, aquí se registran como ‘buenas noticias de la economía’, la expansión de una central térmica y, ya lo dije, la peligrosa posibilidad del Fracking.

Mientras el mundo avanza hacia el impuesto al carbono no se entiende muy bien que aquí se registre como buena noticia la ampliación de una subestación de generación térmica. La pregunta que surge es por qué no se pudo planificar, así fuera un mínimo de renovables, para atender las demandas de los municipios de Sopó, Tocancipá y Gachancipá, teniendo en cuenta que la matriz energética de Termozipa es el carbón. La respuesta no compromete, evidentemente, a las compañías generadoras o distribuidoras (Codensa, ni al Grupo Enel ni a Emgesa) sino al sistema de planificación energética del país, que aún no asume la transición hacia las renovables como un problema de corto plazo y de urgente reglamentación.

Acabó hace unos días en San Francisco la Cumbre de la Acción Climática. Y esta fue una reunín mundial, no de negociaciones, sino de acciones, orientada, precisamente a acelerar la transición global hacia una economía sin carbono. Por eso, los convocados no fueron los gobernantes sino los empresarios, los gobiernos locales, las organizaciones, los educadores y los científicos, líderes de diferentes sectores que hoy ofrecen a la sociedad acciones que aumentan la ambición de los países sobre lo acordado en París.
 
El mundo comparte hoy cinco certezas urgentes: 1) El Acuerdo de París no es suficiente para frenar el colapso global; 2) Este colapso puede empezar antes de 2050; 3) Hay que acelerar la transición energética; 4) La acción de los empresarios es decisiva; 5) Los jóvenes deben involucrarse más. La cumbre de California se enfocó en cinco áreas para llevar la ambición climática al siguiente nivel: sistemas de energía saludable, crecimiento económico inclusivo, comunidades sustentables, administración de tierras y océanos, inversiones climáticas transformadoras. ¿De qué estamos hablando? No necesariamente de medioambiente o ecología, o mejor: sí, pero, ante todo, de una nueva manera de vivir. Estamos hablando de la transformación cultural más ambiciosa que deberá emprender la humanidad entre 2020 y 2050. Si no lo hace, conocerán, los que aquí estén, el paulatino colapso del antropoceno. 
 

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Esperar hasta 2050, o más allá, para actuar es resignarse al fracaso civilizatorio. La economía del carbono debe acabar antes de 2050. Eso es técnicamente posible. El estado de California, por ejemplo, anunció el lunes pasado que en 2045 habrá eliminado totalmente su dependencia eléctrica de los combustibles fósiles. Muchas empresas han acogido la iniciativa RE-100, la cual consiste en que antes de 2030, o 2040, dependerán ciento por ciento de energías renovables. Y muchas ciudades avanzan hacia vehículos eléctricos antes de 2030, mediante la iniciativa EV100. El mensaje es inequívoco: actuar ya.

La situación en Colombia no indica que estemos en este camino. Quienes desean invertir, aquí, en proyectos de energías renovables, o facilitar procesos, públicos o privados, de ambiciosas transiciones energéticas, no encuentran los incentivos necesarios para hacer estas inversiones. La ya famosa entre los especialistas, Ley 1715 fue promulgada en 2014 para incentivar el desarrollo y uso de fuentes no convencionales de energía dentro del sistema energético colombiano. Se previeron incentivos tributarios a las empresas que ejecutaran proyectos de energías renovables, pero solo hasta hace muy poco salió el decreto reglamentario, que no obstante, no aclara todas las dudas ni facilita de manera expedita los caminos de estas inversiones. Si un inversionista toca la puerta DIAN para recibir los beneficios tributarios encontrará que aún le hacen falta los detalles de cómo podrá ejecutarlos y mediante qué mecanismos se accederán a  estos incentivos. El inversionista debe ir primero a la Unidad de Planeación Minero Energética (UPME), dependiente del Ministerio de Minas y Energía. Allí, luego de dos meses (en teoría) le dirán si se aprueba, modifica o rechaza el proyecto. Si la respuesta es positiva el cliente debe ir al Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible donde es muy probable que empiece un trámite de incalculables tiempos o inciertos desenlaces. Este Ministerio necesita más apoyo de coordinación y recursos financieros para poder atender la transición en escalas significativas y no simplemente como proyectos pilotos, que las más de las veces obedecen a la voluntad de la inversión privada comprometida con la transición. El otro problema con que deberá lidiar el inversionista es el del tamaño de su proyecto, pues el sistema de generación favorece mejor a los proyectos grandes (más de 20 MW) debido al sistema de las subastas. En el mundo la tendencia es que haya pequeños proyectos de renovables y estos puedan competir de igual a igual con las grandes compañditos del carbono sino que son otros los incentivos globalesrenovables y estos puedan competir de igual a igual con las grandes ías y gocen de incentivos con respecto a los combustibles fósiles.

De hecho en Colombia hubo gran apertura de pequeñas centrales hidroeléctricas (más de 80 plantas en los últimos 20 años) usando el Mecanismo de Desarrollo Limpio (MDL) y los bonos de carbono. Pero hoy la realidad ya no favorece los créditos del carbono sino que son otros los incentivos globales que mueven las economías hacía las transiciones energéticas y los proyectos de pequeña escala. Si no se pueden generar proyectos de pequeña escala, aún más pequeños que los ya mencionados, necesariamente tendremos que acudir al uso del más contaminante de los combustibles fósiles, el carbón.
 

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Las principales emisiones de las térmicas que usan al carbón como combustible son: dióxido de sulfuro, óxidos de nitrógeno, monóxido de carbono, dióxido de carbono y material particulado. El gas que produce calentamiento es el dióxido de carbono. Las centrales de cogeneración que usan el gas natural, un hidrocarburo de transición tanto en el transporte como en la generación, aprovechan el llamado ciclo combinado, y producen menos carbono.

Colombia es un país con muchísimo potencial de aprovechamiento de fuentes no convencionales de energía renovable, afirma un petitorio público de la WWF y otras organizaciones. El 70% de nuestra electricidad se produce a partir fuentes hídricas, las cuales son muy vulnerables al cambio climático como se ha demostrado ya en los últimos fenómenos de Niño y Niña.

Cerca del 30% de la energía restante proviene de termoeléctricas que usan gas, carbón y diesel para generar electricidad. Pero solo el 0,13% proviene de fuentes de renovables. Muy poco.
Mary Lou Higgins, directora de país de la WWF, escribe: “El país necesita un plan ambicioso, una hoja de ruta que trace un rumbo hacia un futuro energético sostenible, limpio y sin apagones. Hay que pedirle al gobierno que se ponga las pilas y le apueste a las renovables. Varios países de Latinoamérica han comenzado su camino hacia esta transición energética, y aunque reciente, ha obtenido resultados exitosos. En 2016 países como Chile y México ingresaron a la lista de los 10 países con mayores desarrollos en aprovechamiento solar y eólico en el mundo y otros países como Perú, Uruguay, Costa Rica y Nicaragua han aumentado significativamente la generación de energía eléctrica a partir de fuentes renovables no convencionales. ¿Por qué en Colombia no?”.

En la cumbre de Nueva York se habla de acelerar la transición energética. Y lo que se ve en Colombia es precisamente lo contrario: no estamos acelerando la transición sino que la estamos aplazando inexplicablemente. Se cree posible (Y, sobretodo, adecuado) seguir produciendo la mayor cantidad de energía posible con recursos fósiles y obligar a la industria a bajar las emisiones de carbono mediante políticas de producción limpia. No es muy coherente. Los datos que proyectan nuestra generación hasta 2040 no son alentadores para las renovables: 59% de hidráulica, 16% de gas, 10% de carbón, 5% eólica, 2% solar y 8% otras fuentes”. Esto debe cambiar.

¿Cuáles son las alternativas? Estimular la generación distribuida. Proyectos de autogeneración de energía donde el pequeño usuario pueda producir y consumir su energía para después entregarle los excedentes, si los hay, a las redes públicas. Y en esto tenemos mucho que aprender de muchos países de Europa que han encontrado en esta fórmula la manera de estimular los pequeños proyectos de renovables, e incluso las eco-aldeas sostenibles unifamiliares.

Ojalá se acelere la reglamentación, actualmente en camino, para proyectos menores de 1 MW. Falta regular también la complementariedad de la red: saber cuánto se va a cobrar por tener el respaldo de la red eléctrica tradicional.

También se deben estimular las Smart grid o redes inteligentes, sistemas enfocados en atender directamente a los usuarios. ¿Y en las extensas y abandonadas zonas del posconflicto qué? Aprovechar precisamente que allí nunca ha habido electricidad o la habido de mala calidad para pasar de las condiciones económicas y de suministro eléctrico tipo medievales a condiciones de sostenibilidad y renovables sin tener que pasar por el sistema de los combustibles fósiles. Es la verdadera revolución energética que requiere este país, si el nuevo Gobierno quiere de verdad planificar un territorio desarrollado, sostenible y en paz.

Nota: versiones anteriores de este escrito fueron publicados en PCN Post, El Tiempo y en otras notas del autor.