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Brasil ¿un nuevo papel regional?

Mauricio Jaramillo Jassir

brasil

Desde el restablecimiento de su democracia en 1985 (o 1988 según se considere con el primer gobierno civil o la nueva constitución) Brasil ha desempeñado un papel esencial en el proceso de regionalización en América Latina.

La transición a la democracia de esos años fue clave para tiempo después en 1991, se superara la disputa geopolítica entre los gobiernos militares del Cono Sur, y Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay firmaran el tratado de Asunción que dio origen al Mercado Común del Sur (Mercosur). Eso significó, entre otros, pasar la página de las hipótesis de conflicto entre Estados, y asimilar que era posible la construcción de confianza cuyo punto de llegada sería no solo una zona de libre comercio, sino un espacio de concertación política. En los años posteriores al restablecimiento democrático, Brasil fue impulsor de un discurso de emancipación de la periferia especialmente durante la presidencia de Fernando Henrique Cardoso, un reputado intelectual de la escuela de la dependencia de las Relaciones Internacionales.

Esta vocación no nació exclusivamente de dicho contexto. Se debe recordar para hacer justicia con la abundante historia diplomática brasileña, que, en dicha predisposición hacia lo regional, tuvo mucho que ver el Barón del Río Branco uno de los padres de la diplomacia brasileña y quien a comienzos del siglo XX negoció para enorme provecho de Brasil buena parte de sus fronteras. De esta forma, se convirtió en uno de los principales referentes de la geopolítica y de la política exterior brasileñas. No en vano, la académica diplomática lleva su nombre desde 1945.

De forma más reciente, en los gobiernos del Partido de los Trabajadores, pero especialmente en los dos mandatos de Luis Inacio Lula da Silva, Brasil fortaleció esta estrategia exterior y trató de fortalecer el discurso de cooperación Sur-Sur tratando de incentivar un diálogo político entre todas las versiones del sur global.  Brasil intentó participar de la trasformación de la Comunidad de Naciones Suramericanas CASA (creada bajo el gobierno de Cardoso) en la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), y luego de la Comunidad de Estos Latinoamericanos y Caribeños (CELAC). Durante ese gobierno, Brasil hizo concreta una reivindicación de vieja data consistente en conseguir un lugar como miembro permanente del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Junto a Alemania, Japón, e India intentó dicha reforma a la anacrónica estructura actual de dicho organismo. La propuesta fue llevada al 61° periodo de sesiones de la Asamblea General de Naciones Unidas, pero no obtuvo suficiente respaldo para concretarse.  De esa época también data la iniciativa IBSA (India, Brasil, Suráfrica) y de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Suráfrica) foros de cooperación de económicas emergentes o reemergentes que buscaron generar nuevos polos de poder en el escenario global, y un mayor dinamismo de la cooperación Sur-Sur. Todo esto se ha apoyado en los elementos naturales del poder brasileño como su extensión (más de 8,5 millones de km2) que lo hacen el país más grande de Suramérica, su industria (civil y militar), el tamaño de su economía y lazos que se han venido estrechando con otras regiones como el África Subsahariana, el Medio Oriente y el Magreb.  De manera paradójica, Brasil tiene hoy más reputación en otras latitudes en que su propia zona de influencia natural.

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Ahora bien, aunque el proyecto exterior de Brasil parezca de envergadura estatal y no estar sujeto a las condiciones cambiantes de cada administración que accede a la presidencia, parecería que por la llegada de Jair Bolsonaro, el país puede tomar un rumbo inédito en su política exterior (al menos desde el restablecimiento democrático).

¿Es esto posible? Se debe tener en cuenta como primer factor el hecho de que la diplomacia este orientada por principios constitucionales, que no se pueden modificar drásticamente. De forma expresa el artículo 4 de dicha carta prevé que Brasil se esforzará no solo por privilegiar las relaciones con los países de América Latina, sino que trabajará para la creación de una “comunidad latinoamericana de naciones”.

Existe mucha incertidumbre sobre la suerte de proyectos de concertación política en los que Brasil es clave como Mercosur, UNASUR y CELAC, pues el abandono o retiro de Brasilia de los mismos, podría ser muy nocivo para aquéllos.  En el caso del primero, se encuentra en un momento determinante de su historia, pues después de suspender a Venezuela de conformidad con la cláusula democrática prevista en el Protocolo de Ushuaia, enfrenta el duro reto de hallar un consenso con la Unión Europea para un tratado de libre comercio.  Desde hace varios años, los países de la zona vienen negociando este acuerdo, que durante la presidencia de Nicolás Maduro y Cristina Fernández quedó congelado. No obstante, con la llegada de Mauricio Macri en 2015 y la suspensión venezolana, el camino parecía despejado para avanzar en esa dirección. 

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Como candidato Bolsonaro anunció una salida de Mercosur, que inmediatamente inquietó a sus vecinos pues de concretarse, se deberán renegociar varios acuerdos comerciales y el mencionado pacto con Europa vería menos posibilidades de prosperar. La designación de Ernesto Araújo Fraga como ministro de Relaciones Exteriores, marca una distancia con los gobiernos predecesores quienes siempre siguieron la línea de la integración y proyección extra regional a pesar de que en cada uno aparecieron matices.

La postura de Bolsonaro alineada con Estados Unidos, justo en momentos en que Donald Trump parece también desconocer principios básicos de la tradición diplomática, pone en alerta a América Latina, una región que ha defendido genuinamente un apego irrestricto por el derecho internacional y una promoción activa del multilateralismo. Este posible rompimiento no solo afecta a Brasil y a sus vecinos inmediatos (todos los países de América del Sur salvo Ecuador y Chile tienen frontera) sino que significa un antecedente riesgoso que otros gobiernos apoyados en plataformas populistas podrían imitar. Se trata a todas luces de un retroceso mayor.