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Editorial: Argumentum Ornithologicum

Luis Enrique Nieto Arango

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Por ventura el medio rural de mi confinamiento me ha permitido entretenerme con el avistamiento de aves, apoyado en la Guía de las Aves de Colombia, libro insustituible, publicado originalmente en 1986 en inglés por la Universidad de Princeton, de la autoría de Steven L. Hilty y William L. Brown, traducido en 2001 al español por el Profesor Humberto Álvarez - López de la Universidad del Valle.

 

En mi fuero interior creo haber desarrollado esta afición como expiación de los pecados de la infancia y la juventud, durante las cuales, armado de cauchera y luego de escopeta de aire comprimido, arremetí contra copetones sabaneros Zonotrichia capensis, mirlas patiamarillas Turdus fuscater y demás inermes plumíferos que se me atravesaran, crueldad que luego potencié disparando con arma de perdigones a torcazas Zenaida auriculata, especie por fortuna hoy invasora de áreas urbanas, incluida mi nativa Bogotá.

Aunque lejos del fanatismo redentor de los animalistas conversos, ya en mi provecta edad he podido constatar con ayuda de la memoria histórica la perniciosa influencia que sobre el hombre ejercen los retozos cinegéticos. (Utilizo el vocablo hombre en la acepción del DRAE: “Ser animado racional, varón o mujer". No omito entonces a las féminas, entre ellas las mitológicas Artemisa y Diana.)

Sin mucho esfuerzo podemos enumerar entre nosotros al Presidente Miguel Abadía Méndez, gran cazador, recordado por la tristemente célebre Matanza de las Bananeras de 1928, ilustrada por el genial caricaturista Ricardo Rendón.

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 Así mismo, al hidalgo mandatario Guillermo León Valencia lo distinguió su culto de la cacería, a la vez que su período presidencial, durante el Frente Nacional, registra en 1964 la creación oficial de las FARC-EP, como oposición armada.

En otras latitudes, en la Madre Patria, entre tantas tropelías perpetradas por el Generalísimo Francisco Franco, Caudillo de España por la gracia de Dios, no puede olvidarse una jornada de montería, allá por 1959 en Ciudad Real, en la cual con ayuda de amigos y 20 fusiles de caza fueron abatidas, como aparece en fotografías, 4.601 perdices rojas, Alectoris rufa.

El sucesor del Dictador, protagonista de la Transición, Su Majestad Juan Carlos I, dio al traste con su reinado al revelarse una aventura de caza de elefantes, condimentada de adulterino esparcimiento, en Botsuana en 2012.

Digresiones subjetivas e históricas aparte, es pertinente señalar la inmensa variedad de aves con que cuenta Colombia, aproximadamente 1.954, que la hacen un paraíso de la ornitología.

Este santuario natural, insólito en una región tan destructiva de su entorno, permite a un aprendiz de etólogo como yo observar, en vivo y en directo, tantos seres alados, entre los que sobresalen dos bien particulares: El Sirirí común Tyrannus melancholicus  y el Gavilán caminero Buteo magnirostris.

De la conflictiva relación de ambos pájaros proviene el adagio popular, bien Colombiano: Todo Gavilán tiene su Sirirí.

Con denuedo y gran estrépito el pequeño Sirirí defiende su hábitat y protege a sus polluelos, de ahí la calificación que le dan los ornitólogos de notablemente pugnaz.

Los chillidos estridentes y las acometidas contra el gavilán, intentando picotearle los ojos, constituyen un espectáculo de vida silvestre, visual y sonoro, alegórico del bíblico enfrentamiento de David y Goliat, grato a quienes por natural empatía estamos siempre del lado de los más desvalidos.

Está constante lucha acaso nos enseña que no siempre rige la ley de la selva, ni prevalece el más fuerte y que no en todos los casos el pez grande se come al chico. (Atávicos principios, hoy por cierto contradichos por la virulencia del invisible coronavirus).

Al lado del filosófico Tábano de Atenas y del literario Grillo de la Conciencia de Pinocho, el Sirirí puede erigirse como símbolo de la defensa de los débiles, los perseguidos, los despojados y todas las víctimas de la desigualdad que a diario sufren de la opresión de un orden equivocado de valores. Así la Universidad - con mayúsculas - puede y debe ser el incómodo Sirirí que advierte y lucha por amplificar el clamor de justicia que está demandando un cambio para alcanzar un mundo mejor, para todos.

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NOTA BENE:

EL avisado lector habrá advertido que para esta columna impunemente me he apropiado del título de un texto de Jorge Luis Borges, publicado en el libro El Hacedor de 1960, en el que con rigor matemático y en diez apretados renglones plantea el tema fundamental de la teología: La existencia de Dios. El creador del universo, sobreviviente del cataclismo que extinguió a los dinosaurios, estará atento a que los descendientes de estos, las aves, al lado del Homo sapiens enseñen como sobrevivir al antropoceno.

LAUS DEO.