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El hombre que jugaba con muñecos

Jairo Hernán Ortega

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Cuando lo conocí, o cuando él me conoció, sentí, a los tres minutos de estar hablando, que nos conocíamos de toda la vida, como si fuéramos amigos de siempre. Luego comprendí que era por la sencillez madura, el humor a flor de piel y el carisma desbocado de ese extraordinario artista que tenía frente a mí: Carlos Donoso, el mejor ventrílocuo del mundo.

Salía del lobby principal del Hospital Universitario Mayor Méderi, cuando vi que él entraba, no pude contener el impulso de saludarlo; vestía con chaqueta de gamuza color café, el cabello desordenado, escaso hacia la frente y bastante largo hacia atrás; caminaba un poco desgarbado y en su mano izquierda llevaba una bolsa de papel algo ajada.

  • ¡Maestro Donoso!, le grité
  • ¡Hola! ¿Cómo estás?, contestó

Le expresé mi admiración y lo felicité por sus recientes intervenciones en el Festival Internacional del Humor. Dijo que había estado muy contento en esa labor y que el público había sido maravilloso. Al ver mi bata supo que era del staff del hospital y empezó a contarme que se dirigía a visitar a Omar, su partner, su amigo de toda la vida, su mano derecha en cada uno de los espectáculos que hacía, “quien cargaba la maleta de sus muñecos”, pero no solo eso, quien cargaba su alma.
 
Le comenté al maestro que también era artista ya que era mago y me reconocían como el Doctor Magic, ese dato lo emocionó y me hizo, en un segundo, miles de preguntas al respecto. Cubierta su curiosidad aproveché para tomar una fotografía acompañado del fantástico personaje que la vida había puesto en mi camino. Donoso ni se inmutó, antes sugirió cómo debíamos posar. Confesó, un poco travieso, y con su habitual mirada pícara, que en la bolsa de papel llevaba unas golosinas para Omar. Indagué sobre su amigo y decidí acompañar al hombre que hablaba por el vientre a saludarlo, indagar cómo iba su tratamiento y ofrecer ayuda, dentro de mis posibilidades. Carlos se emocionó expresando una amplia sonrisa descubriendo el diastema que la caracterizaba.

  • Acompáñame chamo, Omar se está muriendo de cáncer

La Ventriloquía es un arte milenario, según su etimología, tal como aparece en el tratado del abad de La Chapelle llamado Le Ventriloque o l´Engastrymithe, de 1772, la palabra Ventrílocuo proviene del latín ventriquus (venter: vientre) y loquela (palabra o habla) y significa hablar desde el vientre; la voz del ventrílocuo funciona, como sujeto emisor, a partir de una cierta exterioridad o excentricidad de su propia voz.

Los pueblos primitivos la consideraban manifestación de lo sagrado y sobrenatural. A su intérprete se le consideraba un poseído, en cuyo vientre se había alojado un espíritu, sobre todo el espíritu de un muerto que, desde el fondo del vientre, hacía oír su voz, independientemente de la voluntad del poseído (La divination et la science de preságe chez les Chladéensles sciences occultes en Asie. Francois Lenormant. 1875). Es entonces, en la antigüedad, el ventrílocuo, un médium, un canal de comunicación.
“Existe una cierta actividad que explica la efectuación de la voz epigástrica; sin embargo, esa voz, que según los diversos testimonios de la época parece provenir de una lejanía difusa, no encuentra su principio subjetivo en el ventrílocuo, sino en el espíritu de un muerto, es decir, en una instancia que ya no puede funcionar como sujeto (según su sentido moderno, al menos). Para los pueblos primitivos, todos los fenómenos relacionados con la ventriloquia como la adivinación, la nigromancia, el espiritismo, etc., suponen, como condición de posibilidad, un estado alterado de conciencia. Las pitonisas, los adivinos, los chamanes, los médiums, etc., deben desactivar el mecanismo consciente, la personalidad cerebral, la voz de la persona para dejar lugar a la voz de los espíritus, los demonios o los dioses. En el caso del ventrílocuo parece anularse el principio personal y subjetivo de la emisión, sin por eso identificarse completamente con su antítesis divina o demoníaca. Ni productor ni reproductor, o más bien los dos al mismo tiempo, el ventrílocuo, en la Antigüedad, se configura como una instancia en la que tienden a coexistir el acto y la pasión, la vida y la muerte, el hombre y los dioses o los demonios” (Prósperi, GO. Vientres que hablan. Ventriloquia y subjetividad en la historia occidental. Universidad Nacional de La Plata, 2015).
 
La visita a Omar fue con altibajos, al principio los saludos y la presentación, después el humor de Carlos y más tarde tratar de explicar el diagnóstico de Cáncer de Páncreas y, lo más difícil, el pronóstico. En ese momento no supe quién sentía más dolor si el afamado ventrílocuo o el propio paciente. Todo se Zanjó cuando empezaron a comentar sus anécdotas de viajes, trabajos, países visitados, espectáculos y amores. Días más tarde falleció el insuperable Omar; fue enterrado en un pueblo de Cundinamarca, Colombia, llamado Une. Nombre de presagio porque este dúo artístico trabajó unido hasta la muerte.
 
La mayoría del público general no sabía que el rey de la ventriloquía vivía en Colombia desde hacía 8 años y, nunca supe por qué, se había establecido en ese pueblito llamado Une. Algunos lo achacaban a su cercanía de amistad con alguna comunidad religiosa de esa zona, otros que debido a sus proyectos de producir contenidos de humor para televisión se había alejado a un sitio donde los avatares mundanos no lo distrajeran. Lo cierto es que en Une, municipio ubicado en el departamento de Cundinamarca, a 43 kilómetros de la ciudad de Bogotá, lo único que interrumpía sus grabaciones era, muy de mañana, el canto de los gallos. Une es vocablo derivado del idioma muisca de los indígenas Chibcha que antaño poblaron la zona, significa “olla”, con la acepción de ser centro de reunión del cacicazgo de Ubaque. Está surcado por antiguos caminos reales y por caidas de agua como el de La Chorrera. Es posible que tan bucólico paraje haya cautivado al artista para desarrollar allí su incontenible creatividad. O incluso considerarla una buena tierra para morir. Nunca ocultó su amor y agradecimiento por Colombia.

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Volviendo a Lenormant, encontramos que relaciona la ventriloquia con la nigromancia, en el sentido que “nigromante ventrílocuo refleja el vínculo indudable que existe entre la ventriloquía y la muerte; todo ventrílocuo es, en mayor o menor medida, un nigromante. Al ´emitir´ una voz que parece provenir de las entrañas de la tierra, el ventrílocuo evoca un espíritu que es siempre el espíritu de un muerto y lo hace hablar”. Y Prósperi complementa: Desde las profundidades de sus órganos y entrañas, según una idea que encontramos ya en Homero, surge aquella voz destinada a cantar (o predecir) los acontecimientos gloriosos y honorables”.
 
Lo anterior me da alguna explicación del interés que mostraba Carlos Donoso por todo lo relacionado con lo esotérico y metafísico, desde apariciones, visiones de la muerte, posibilidad de vida en otros mundos y gigantes que incluso tenía fotografiados; me los mostró en los archivos de su celular. En lo profesional su técnica era impecable, ningún músculo de los labios, o de la cara, se notaba moverse. Algo que también me intrigó fue el origen de sus dos grandes compinches de escena, el mono Kini y el gay Lalo. Ellos se robaban el show. En entrevista que le hicieron al maestro de la voz proyectada, en el programa Mi Banda Sonora, de la cadena radial Caracol, le expresó a la entrevistadora que, desde niño, después de observar en televisión a un afamado ventrílocuo (el ecuatoriano Paco Miller) decidió optar por dicho oficio. “Yo me quedaba hipnotizado viendo al muñeco, pero odiaba al señor que lo castigaba y lo metía a la maleta, no lo soportaba”, dijo Donoso refiriéndose a Paco Miller. Por sugerencia de sus padres, continuó estudios universitarios hasta alcanzar el título de Abogado, con notables calificaciones. Poco o nada ejerció dicha profesión. Ya conociendo a Carlos considero que fue porque, desde temprano, experimentó la poca justicia que en nuestros países latinoamericanos brindaba la justicia.
 
Su primer “muñeco” fue Kini, un mico o chimpancé irreverente, irrespetuoso y de irrepetibles expresiones (para menores), y acciones (escupir en escena) en algunas ocasiones, pero con carácter inteligente y crítico de las condiciones humanas y sociales. Lalo, con su diversidad sexual marcada, pero respetuosa, era pura sensibilidad, amabilidad, romanticismo; en fin, era la contraparte ideal del rudo Kini, tanto que ahí se demuestra y exalta la genialidad productiva y creativa de Donoso; logró unos personajes en eterna contraposición y conflicto, con los cuales, ante su numeroso público, lograba su cometido final: entretener, divertir, alegrar, pero también hacer pensar, reflexionar y soñar. Lo cierto era que Lalo “le sacaba la piedra” a Kini.
 
Decía que nunca se supo, o supe, bien sobre el origen de sus “muñecos” estrella; en el programa radial mencionado, dijo que a Kini se lo había regalado un amigo que lo tenía en un cuarto de San Alejo, abandonado, raído y triste; él lo arregló, lo recompuso, le infundió vida y, lo más importante, le dio una personalidad propia, que es lo más valioso para el ventrílocuo. De Lalo también dijo que un amigo se lo había obsequiado, pero lo sometió al mismo proceso del anterior. Estos dos personajes se comportaban como el Dr. Jekyll y Mr. Hyde, de Stevenson, con toda una carga teatral de drama y comedia. Es increíble saber que Donoso creó, aparte de Kini y Lalo, más de cincuenta personajes, siendo otro de los preferidos Chipi, un miquito muy tierno que adoraba y consentía a su dueño. Otro reconocido fue Toño el borracho.
 

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En 1584 Reginald Scott escribe una obra denominada The discovery of Witchcraft, con el cual pretendía desvelar las artimañas de las que se valían brujos, médiums y espiritistas para engañar a las gentes. En uno de sus apartes manifiesta: “De hacer referencia al reino metafísico del más allá (más allá de los vivos, de lo natural, de lo físico, de lo cognoscible; en suma, de lo humano), la ventriloquia reduce su campo semántico al reino, mucho más concreto y menos etéreo, del más acá. En el capítulo XIII del Séptimo Libro, Scott retoma la historia de la pitonisa de Endor (1 Samuel 28) y la interpreta como un caso de ventriloquia”. Entonces, si los ventrílocuos antiguos hablaban “desde” el vientre, los modernos lo hacen “como si fuera” desde el vientre. Entre los siglos XVIII y XIX la ventriloquia se ramifica, o aplica, en tres ámbitos: la medicina, la literatura y el espectáculo o entretenimiento.
 
Mi amistad con Carlos Donoso lo llevó a aceptar actuar en un homenaje que le realicé a los Decanos de la Magia en Colombia, Luis Eduardo Ramírez, mago Aladín; Jaime Santos, mago Jaimer; y Hernán Laverde, mago Fasty. El evento se realizó el viernes 15 de marzo de 2019, en El Gabinete del Doctor Magic. Contó con la presencia, entre otros, del mago Gustavo Lorgia. El gran Donoso donó su actuación en honor a los colegas homenajeados; gesto que siempre le agradecí. Fue el último show que realizó en Colombia, en teatro, ya que para el Festival Internacional del Humor grabó, en televisión, después, para las emisiones de diciembre del mismo año. El espectáculo demostró una vez más su depurada técnica, pero no sólo eso, sino que era un verdadero ARTISTA, en todo el sentido y requerimiento de la palabra.
 
Volviendo a Prósperi: “En Traité élémentaire de physiologie publicado en el año 1886 por el Dr. Jules Béclard, profesor de Fisiología en la Facultad de Medicina de París, se define a la ventriloquia como una aptitud especial [aptitude espéciale] que poseen ciertas personas para producir sonidos articulados [sons articulés] es decir para hablar en voz alta [à haute voix], conservando la boca cerrada [la bouche fermée], o inmóvil [immobile] cuando está abierta; y, al mismo tiempo, para imprimir a su voz un timbre tal [un timbre tel] que la voz parece más alejada [la voix parît plus éloignée] de lo que está realmente”.
 
A mediados del 2019 Carlos Donoso es contratado para realizar su espectáculo en los Estados Unidos, en Miami. Estando allá sufre un aparatoso accidente automovilístico que casi le cuesta la vida. En el hospital donde fue atendido, le realizaron varias radiografías, entre ellas una de tórax. Los médicos antes de darle alta le informaron que en esa radiografía se observaba, hacia el pulmón derecho una imagen que ameritaba mayores estudios. Con su desparpajo habitual, Carlos no le prestó mayor atención, pensaba que todo eran consecuencias del trauma. Nada le preocupaba haber sido fumador pesado. Ya en Bogotá me contacta y comenta la situación. Lo cité en el Hospital Universitario Mayor Méderi, de manera directa con el Dr. Juan Ricardo Lutz, especialista en Neumología, quien después de hacer la historia clínica correspondiente y el examen físico, dictamina que Carlos Donoso tenía un tumor en el pulmón derecho y se debían realizar estudios para aclarar qué tipo de tumor era. Carlos seguía aferrado a que fueran consecuencias del choque que tuvo en Miami. Nunca perdió la fe.

 

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El mítico halo, sobrenatural, que desde la Antigüedad y hasta el Renacimiento tenía la ventriloquía fue desvaneciéndose cuando aparece el títere, el muñeco; el puppet o el dummie. Se marca de esa manera la transición de ser una practica pseudorreligiosa , cuasi sagrada, a un arte de entretenimiento, espectáculo y consumo. Todo se desarrolla como performers o entertainers en teatros, ferias, coliseos, varietes, o estudios de televisión.
 
Algún día, almorzando en mi casa, le comenté a Carlos, con timidez, que a veces cometía ventriloquía y que para ello tenía un muñeco que se llama Chiqui Chiquitín. Quiso conocerlo, lo tomó con su mano derecha y le articuló la mandíbula; acomodándose en un taburete lo sentó en sus piernas. Me quedé esperando el diálogo que iba a establecer. No se produjo, nunca se produjo. Aquí el maestro Carlos Donoso me brindó una gran enseñanza:

  • No puedo hacerlo hablar, porque no lo conozco, no sé cómo es su personalidad.

Como médico elegí servir, en este caso a mi amigo de la voz epigástrica, de la voz abdominal. Su hospitalización fue como un tobogán. Estando Carlos internado en diciembre, esa nochebuena de 2019 fue especial porque al turno me visitó el mago Lorgia, pudimos compartir su arte con el personal médico y asistencial y después fuimos a saludar a Donoso en su habitación. Estaba acompañado de Rosita Suñe, su compañera de los últimos tiempos. Me llamó la atención que había mandado entrar “de contrabando” un pollo frito con todas las guarniciones, comida que le estaba restringida, pero así era Carlos siempre rompiendo paradigmas. Además, pensé, para qué tantas prohibiciones si todos, en el fondo, sabíamos que iba a ser su última Navidad.
 
Después todo fueron exámenes especializados, biopsias, terapias, medicaciones, Juntas Médicas, intervenciones de Neumología, Oncología, Cirugía de Tórax, Clínica de Dolor, Terapia Física, Enfermería, Cuidados Intensivos (UCI), Pastoral…Pero dentro de todo este proceso nunca faltó la comunicación con sus amigos del humor y del amor (Mago Nino, Polilla, La Gorda Fabiola, Camilo Cifuentes y otros) quienes tuvieron posibilidad de visitarlo. También pudo ver y conversar con sus hijos Carlitos, David, Juan Alejandro y Ronald; y con su hermana Marisa, gracias a los medios virtuales que hoy permiten, al menos, estar al lado de los seres queridos por medio de una pantalla, ya que todas las medidas restrictivas tomadas para controlar la pandemia del Coronavirus, que debemos cumplir, les impidieron estar a su lado, como ellos anhelaban. Triste. Hasta que llegó el momento en que la tierra reclamó a Carlos el pasado 16 de abril, minutos antes lo estuve acompañando, toqué su hombro derecho, le dije que se fuera tranquilo porque le había brindado alegría y felicidad a la vida de muchas personas; le ofrecí una bendición y me retiré de la cama 255 de la UCI.

Momento para volver a citar a Prósperi.  “No se trata, de todos modos, de confundir lo real con lo irreal o de pensar a la realidad, según la manera budista, como una ilusión. Se trata más bien de entender que, en el fondo del espíritu, de lo humano y de la historia, no se encuentra una verdad oculta que debería ser revelada ni una esencia inmutable que el hombre debería realizar históricamente, sino más bien un espacio imaginario y fantástico, un lugar impersonal y pre-individual recorrido por fantasmas y por destellos; un afuera, en suma, del que surgen, como alucinaciones pasajeras, las diversas definiciones que el hombre se ha dado de sí mismo a lo largo de la historia. El mito, en este sentido, no es sino la voz, también alucinada y alucinógena, es decir, fantasmal y fantástica, que expresa la plasticidad informe de lo humano, la radical impropiedad que define a la vida de ese afuera imaginario y delirante… a la vida, simplemente.”
 
En su entierro sucedió algo particular, de las pocas personas asistentes, por las restricciones ya comentadas, cuatro nos despedimos expresando algunas palabras. La situación parecía preparada por Donoso, pues hablábamos, pero a ninguno se nos veía el movimiento de los labios, parecía que los cuatro oradores estuviéramos haciendo ventriloquía. Lo que sucedía era que nuestras bocas estaban ocultas al estar cubiertas por los tapabocas que toca usar. Carlos Alberto Donoso Riquelme, Carlos Donoso, el hombre que sacaba la felicidad de una maleta, el hombre que jugaba con muñecos se marchó.