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Instrucciones para hacer una caja

Manuel Guzmán Hennessey

Instrucciones para hacer una caja

Los mesones de las cocinas, por lo general, miden 62 centímetros.

Los cajones de abajo, especialmente el destinado a poner la basura, no son tan largos, pues resultarían incómodos cuando se sacan, de manera que los carpinteros suelen hacerlo más cortos. El de la basura, generalmente mide 38 centímetros, pero resulta que los recipientes comerciales (tanques de plástico) para basuras, miden tan solo 38 centímetros. Cómo usar esos 24 centímetros que nos sobran es lo que quiero decirles. Propongo una solución para reciclar. Las cocinas no tienen un cajón para este fin, y ya sabemos que no podemos revolver los materiales reciclables (botellas de plástico, de vino, envases varios, metales, papeles, cartones) con la basura orgánica, que es la que ponemos en el tanque de plástico de los 38 centímetros. Entonces lo que podemos hacer es un dispositivo adicional, que aquí llamaré ‘la caja del reciclaje’ sabiendo que habría podido ponerle un nombre menos obvio y más poético… en fin).
 
La caja del reciclaje se hace de manera muy simple: cuatro tablas de 15 milímetros de espesor y 52 centímetros de alto. Las dos laterales tienen 16 y las de fondo y frente 25.5. (las tablas pueden ser de aglomerados o de madera prensada, ambas las venden en los almacenes especializados). Dos de ellas (las laterales) deben tener un ángulo destinado a alargar hacia el fondo, el espacio ocioso del cajón de la basura. Este ángulo, en términos profesionales se llama muesca, pero no es necesario enredarse en tecnicismos. Soy carpintero profesional (he debido decirlo antes) pero también soy profesor, de manera que prefiero explicarme con las técnicas de esto último. Para cortar las tablas es preferible usar una caladora eléctrica. Eso del serrucho ya es técnica del pasado, pero si de lo que se trata es de hacerlo una sola vez en la vida, pues dele con el serrucho, eso sí, use guantes, pues sus manos pueden sufrir las consecuencias. Los cortes son todos en ángulos rectos, de manera que necesitará también una escuadra. Y las tablas van pegadas con colbón y aseguradas con clavos de 1.5 pulgadas. No es más. En algunos almacenes, incluso, le pueden cortar las tablas si usted lleva las medidas precisas, de manera que, en este caso, lo único que tiene que hacer es ensamblar. Materiales que necesitará para el ensamble: 12 clavos, un colbón pequeño, un martillo (preferiblemente de de 7 onzas), caladora y un metro. Si usted es un hombre o una mujer más o menos experto (o experta) liquidará este trabajo en media mañana. Pero si no lo es puede perder un dedo, en tal caso (ya antes de que esto ocurra) le recomiendo que contrate a un carpintero. Pese a la mala fama que ellos tienen, los hay muy buenos como Manuel Arévalo.

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Ahora bien, he dejado para el final el marco teórico (que en este caso tiene algo de testimonial), pues (debido a que soy profesor) es probable que me alargue un poco en él. Pero si usted no quiere saber de la teoría (y la práctica) que hay detrás de esta sencilla caja, pues acabe aquí y váyase a hacer la caja. Si, por el contrario, le interesan las materias de la sostenibilidad, el medio ambiente, la crisis climática y el problema de los plásticos, pues mire: la industria de los plásticos (mal llamados así, pues son muchos materiales distintos y de diverso origen petroquímico y distinto tratamiento tanto en la manufactura como en la reutilización de sus energías), la industria de los plásticos, repito, debe modificarse o acabará por desparecer. Me refiero, especialmente, a los llamados plásticos de un solo uso (envases y empaques, principalmente) y no a los plásticos de usos especializados como los de construcción, médicos, quirúrgicos, industriales, tecnológicos etc. La industria no pudo resolver, adecuadamente, el problema del manejo de los residuos plásticos, especialmente, repito, aquellos que se usan solo una vez. Montañas de residuos navegan por los mares  (para saber más, pueden ver: https://www.youtube.com/watch?v=l3zUl8Fqf-8&t=45s) sin solución alguna. La raíz del problema es el crecimiento y el consumismo. Algunos datos: La producción de basura per cápita es un indicador de crecimiento y desarrollo (léase de prosperidad) de las sociedades. Los países ricos generan más basura que los países pobres y, entre los primeros, se compite por la producción, cada vez mayor, de productos innecesarios que aumentan el caudal de basuras de sus sociedades, que acaban, siempre en los mares. Los países de la Ocde, según un estudio del Banco Mundial (2012) producen el 44% de toda la basura del mundo, mientras que en el sur de Asia solo se produce el 5%, y en Latinoamérica el 12%. Cada habitante del mundo desarrollado produce algo más que un kilo de basura diariamente.

Esto se sabía aproximadamente desde la segunda mitad del siglo XX, aunque la industria del plástico data de la segunda mitad del siglo XIX, pero el auge fue en el siglo XX, impulsado, por supuesto, por el crecimiento de las sociedades. Trabajé en el sector de los plásticos (no como químico o petroquímico, sino como ambientalista) cuando se produjeron las primeras alarmas (en la década de los ochentas del siglo XX) debido a dos plásticos, especialmente: el PVC (llamado el diablo de los plásticos) y el poliestireno expandido (conocido entre nosotros como icopor). Recuerdo que cuando algunos directivos del sector me invitaron a fundar el programa ambiental del sector plástico y químico de Colombia, el mensaje, entre líneas, era el de ‘neutralizar’ la opinión adversa a los plásticos para que cesaran las prohibiciones. Les dije que lo responsable era aceptar el problema y enfrentarlo de raíz. Así lo hicieron y logramos avanzar en la adaptación para Colombia del Programa Responsible Care del Canadá, para la industria química. Se fomentó el reciclaje y se empezaron a sustituir los antiguos envases de PVC por PET y polipropileno, más fácilmente reciclables, pero el problema creció y se desbordó.

Ahora bien: ¿es suficiente con reciclar el plástico de nuestras casas? No. Pero hacerlo ayuda a entender la globalidad (y la complejidad del problema). En mi clase de cambio climático me había negado a enseñar esto que se llama ‘las pequeñas acciones’. Glenn Jensen me convenció, recientemente de que era útil enseñar una especie de ‘plan familiar de acción climática’, más con sentido pedagógico que por lo significativo que puedan ser las reducciones de carbono. Creo que haber hecho esta caja es también un resultado de aquella conversación. Reciclar botellas de plástico y de vino, en una casa, no va a resolver el problema, pero sí ayudará a entenderlo mejor, y ese es el primer paso para que las nuevas generaciones, la Generación del Cambio Climático, puedan enfrentarlo de raíz y hacer lo único que hay que hacer: una economía libre de carbono.