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La patria imposible: periodismo y exilio

Felipe Cardona

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En la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP) son muy cautelosos con la información, y más si se trata de averiguar por el contacto de algún periodista exiliado. Lo único que consigo es un correo electrónico.

Se trata de un nombre poco común, Hermógenes Nagles. Me dicen que es un hombre cordial y que es probable que responda a mis inquietudes. 

Después de varios correos infructuosos donde manifiesto mi interés en realizar un perfil que retrate las condiciones del exilio, al fin logro una respuesta. Nagles me responde: “Todo lo que quiera saber envíelo en forma de cuestionario y le respondo”. Al poco tiempo mando el cuestionario y varios días después recibo la esperada respuesta.

La historia no puede ser más dramática. Nagles me relata con detalles su periplo personal: “Salí de Colombia en el año 2004 después un atentado contra mi vida en Bogotá. Cuando salía de un centro comercial en mi vehículo, dos tipos me dispararon, pero afortunadamente las balas no me tocaron. Asustado llamé a mi hija Débora que vivía en Estados Unidos y le conté que habían intentado matarme. Ella me dijo que comprara un pasaje y me fuera inmediatamente a Miami donde vivía con su esposo. Días después me fui a la sede de la USCI para formalizar mi asilo político y me lo dieron no sin ciertas complicaciones. Finalmente obtuve la licencia a término no definido de estancia en Estados Unidos.

El periodista sabe muy bien las razones que motivaron el atentado en su contra. “Sin duda alguna se trató de una retaliación por uno de mis artículos más polémicos. En el escrito acusaba al entonces alcalde de Melgar, Moisés Carreno, de tener vínculos con grupos paramilitares. Lo que más me indignó fue que no tuvieron el valor de amenazarme. Simplemente atentaron contra mi vida sin ningún tipo de pudor”.

Nagles cierra su historia con una sentencia que a todas luces resulta amarga pero que revela la situación que vive el país: “Mi caso es una excepción, soy uno de los pocos que aún puede contar la historia de su propia boca, la mayoría son silenciados”.  

Para Sofocleto, un reconocido periodista de humor peruano muerto en el 2004; la situación del exiliado es la confirmación de que la inteligencia es un arma infalible contra el discurso abusivo y sectario de la política. En Colombia, país que adolece de una evidente precariedad política, la práctica autoritaria del exilio contra los periodistas ha sido pan de cada día, desde los primeros años de la independencia los periodistas han sido subyugados por los miembros tanto de la marginalidad como de la oficialidad. Un acontecimiento ejemplar: Antonio Nariño fue encarcelado y permaneció en el exilio gran parte de su vida debido a las consecuencias de su oficio. Y no es para menos, tanto fue el alcance de su trabajo periodístico que logro tumbar en 1811 al presidente Jorge Tadeo Lozano.

La palabra responsable transgrede, genera profundos cambios en los intereses públicos. Los periodistas colombianos, herederos de una cultura humanista han sido consientes de esta premisa y desde la orilla de la escritura han asaltado el imaginario cultural de la nación. El periodismo emerge como un contrapunto, como un vértigo, como reto a todo tipo de violencia. Sin embargo, el periodista sólo cuenta con su palabra para defenderse de los embates de sus airados verdugos. Como colombianos hemos visto al periodismo envuelto en épocas nefastas; en los ochenta cayó en un silencio fatídico cuando Pablo Escobar asesinó a las grandes personalidades del periodismo colombiano.

Fue desde esa época que los periodistas se dieron cuenta del peligro que se filtraba sobre el oficio, tenían que soportar llamadas insultantes y amenazantes; por eso a finales de esa década comienzan a emigrar hacia México y hacia España principalmente. Antonio Caballero, uno de los periodistas exiliados recuerdo la salida del país hacia la “madre patria” como uno de los momentos más difíciles que tuvo que atravesar, salió junto con Daniel Samper, ambos acusados de sicarios morales por los políticos corruptos. La cuota femenina del exilio estuvo dada por Laura Restrepo y por Olga Behar que se refugiaron en México.

Para contrarrestar la violencia contra la libertad de prensa en Colombia, desde el año 2000 se creó la Fundación para la Libertad de Prensa “FLIP” con el apoyo del Ministerio de Defensa y la Procuraduría. Esta fue la primera iniciativa sería que tuvo el Estado para salvaguardar la seguridad de los periodistas. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos de esta institución, el panorama es crítico.
 
En el último año se reportaron 276 violaciones a la libertad de prensa por parte del Estado y de los grupos armados ilegales, de las cuales han sido víctimas cerca de 124 periodistas y medios de comunicación. Según la “FLIP” Las constantes amenazas son las formas más claras de esta violación a la libertad de prensa, y estás se han incrementado 64% de 2004 a 2010, y 20% de 2010 a 2017, en el año 2018 aún no se tiene un resultado estable, pero se cree que se los índices están en aumento.
 
Esta situación ha instaurado un ambiente de autocensura en el oficio periodístico. Cada es más notable que la profesión adolece de apuestas contundentes.  Los comunicadores temen que sus opiniones puedan llevarlos a la muerte y por eso prefieren callar o decantarse por un periodismo menos comprometido. Sin embargo, siempre están los que no desisten y hay opiniones marginales que se resisten y mantienen la independencia, al margen de todo parece ser que todavía prima la verdad por encima de la intimidación.