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Las tentaciones de san Antonio

Manuel Guzmán Hennessey

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No son pocos los cuadros de Jerónimo el Bosco que han sido referentes de la pintura universal, y por ende, recreados por otros artistas.

De hecho “Las tentaciones de san Antonio” (El Bosco, 1505) tiene más de quince copias y un sinnúmero de homenajes en la historia de la pintura, y también en la literatura. Uno de estos homenajes (o recreaciones), al que me voy a referir más adelante, es el cuadro “La tentación de san Antonio”, pintado por Salvador Dalí en 1946. Pero Gustave Flaubert se obsesionó tanto con "La tentación de San Antonio" de Peter Brueghel que le dedicó tres de sus libros, o mejor, un mismo libro que escribió tres veces, bajo la forma de poema filosófico en prosa, aunque algunos lo han clasificado como obra de teatro (La tentación de san Antonio, 1874).

¿Y cuál es el tema de “Las tentaciones de san Antonio” que ha provocado tantos homenajes? ¿el bien y el mal? ¿las visiones, sueños, apariciones o fantasmas relacionados con el infierno, el maligno o los pecados del mundo? Sí, pero esos eran los males del mundo en el siglo de El Bosco. Hoy son otros. De manera que propondré una actualización de la ‘lectura’ de “La tentación de san Antonio” en tiempos de la pandemia Covid 19. Me apoyaré para ello, en el cuadro que Dalí pintó en 1946, teniendo en cuenta que aquel año el mundo acababa de transitar por una gran conflagración mundial, que quizá le había servido (dicen algunos) para aliviar la gran depresión económica de la década anterior. No sería la primera vez que los líderes del mundo acuden a las guerras para consolidar sus liderazgos en riesgo.

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Aquí el cuadro de Dalí

Pero deseo complementarlo con un mal de más reciente data. Digamos del siglo del Dalí, el del crecimiento ilimitado, que empezó a mostrar su peligros justo en la segunda mitad del siglo XX cuando se escribió el libro “Los límites del crecimiento” (Meadows, Randers, Behrens, 1972). Poco después de aquella publicación, cuando los niveles de dióxido de carbono en la atmósfera rondaban las 350 partes por millón, James Hansen alertó al Congreso de los Estados Unidos sobre el peligro de que estos niveles continuaran creciendo. No le hicieron caso, y Antonio Elizalde, imbuido quizás de idéntica preocupación, escribió:
 
“Tengo la convicción de que es imprescindible que transitemos hacia una nueva cosmovisión. La idea de sustentabilidad puede ayudarnos a diseñar y dibujar una nueva visión, una nueva comprensión, una nueva cosmología, urgente y necesaria”.
Saramago relata en su libro ‘Las pequeñas memorias’ (Alfaguara, 2006) que uno de sus sueños recurrentes era verse encerrado en un cuarto triangular sin ventanas ni puertas de donde no podía escapar cuando lo asediaban las cosas que había en ese cuarto y que, de un momento a otro, empezaban a crecer desmedidamente hasta arrinconarlo. Saramago vivió toda su vida con aquel sueño recurrente, que no era otra cosa que su temor racional al crecimiento ilimitado, como se lo relató al periodista Angel Dario Carrero del diario La Nación de Puerto Rico, en la entrevista ‘Un ateo confeso’ de 2009. Allí, en lugar de ofrecer respuestas se hizo preguntas que nos dejó como una especie de testamento ambiental que hoy cobra particular actualidad.  
    
     Dijo:
“En un momento determinado de la historia de la humanidad, tomamos un camino lateral que nos ha traído hasta aquí. Nos equivocamos. ¿Estamos obligados a vivir como vivimos? ¿Esta era la vida que teníamos que construir? ¿Había otra vía pero la abandonamos? ¿Por qué la abandonamos? Estas preguntas no tienen respuestas pero lo que no puedo aceptar es que la vida humana tiene que ser lo que de hecho es. Aunque nosotros desaparezcamos, y eso ocurrirá, quizás quede algo suficiente de vida para seguir imaginando una vida que podría haber sido. Resumo todo mi sentir actual en dos palabras: ¡Estamos atrapados! No lo había dicho nunca antes. Lo digo hoy por primera vez en mi vida, y estoy muy consciente de lo que estoy diciendo. Estamos atrapados, no tenemos salida”.
 
Y con relación al cuadro de Dalí, basta mirarlo para imaginar que la verdadera tentación que tendría san Antonio, en los tiempos de la pandemia que vivimos y de la crisis climática global, no consisten ya en los pecados del mundo sino en el peligro de regresar, cuando ésta acabe, al paradigma del crecimiento ilimitado.
 
@GuzmanHennessey