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León de Greiff y el tarambana

Jairo Hernán Ortega Ortega

León de Greiff y el tarambana

“Todo no vale nada si el resto vale menos”
Balada de la fórmula definitiva y paradojal
León de Greiff
 

El viernes 18 de enero de 2019, a las seis de la tarde – noche, me encontraba, entre Atunes y Kalamares, en la carrera 16A entre calles 23 y 24, del Barrio Santa Fe, en la ciudad de Bogotá. Zona de prostitución legalmente establecida, permitida y delimitada. Se experimentaba en esos momentos  una vertiginosa actividad fabril y febril, con antiguos y nuevos edificios, la mayoría de bonita arquitectura,  identificados por luces de neón (Paisas, Venus…), semejaba una calle de Las Vegas, surcada por lujosos automóviles, la mayoría con vidrios polarizados, para ocultar el pecado o a los pecadores. Uno que otro vendedor ambulante de chicles, charmis, Marlboro, supercoco, papitas, maní y quién sabe qué otras cositas más. Múltiples y fortachones hombres cuidaban las puertas de los negocios, unos como dandis, otros en mangas de camisa, pero siempre muy corteses. Y mujeres, muchas bonitas mujeres y algunas o algunos que parecían mujeres y viceversa. De pronto, en Atunes, me topé a la mujer más hermosa que hace tiempos haya visto: cuerpo de faraona, caminar cadencioso y ondulante, estatura ideal, cabello negro fuego que hacia contraste con el color de sus encrespadas y largas pestañas, ojos de profunda oscuridad y mirada desprevenida, nada parecía perturbarle. El perturbado fui yo, ante las perfectas, bellas y provocadoras zonas de piel que su corto y ajustado vestido dejaba admirar. Estaba deambulando por los dominios de doña Ramona.

Allí buscaba El Cuarto Del Búho, que no funge como los anteriormente mencionados, sino que nos iba a permitir un viaje transmental. Nada relacionado con experiencias de yagé o similares. Asistía a la cita cursada por Hernando Cabarcas Antequera quien, a cinco años de su hallazgo, me invitaba a escuchar sus Variaciones Alredor De Un Cuarto del Búho. Como explicó Cabarcas: Alredor es palabra de la cual León de Greiff hacía uso literario del adverbio alrededor, que quiere decir “en torno al algo” o “por  el perímetro de algo”. Como Variaciones Alredor de nada, nombró el poeta  su Cuarto Mamotreto, publicado en 1936. En lo personal, conocí a León de Greiff en un homenaje que el Colegio Mayor de San Bartolomé le hizo, hacia 1973, en cabeza de nuestra recordada y apreciada profesora de literatura, Nohemí Hernández de Rubiano. Al verlo me llamó la atención, bajo la boina que reposaba terciada en su testa, su cara de abuelo bonachón con inquietos y escudriñadores ojos grises o verdes o azules, y la blanca caspa que coronaba los hombros, del saco de paño negro que le protegía, semejando unos picos nevados. Es mi poeta colombiano favorito, tengo sus obras completas (al menos hasta donde se han publicado) y considero que fácilmente hubiera podido ganar el Premio Nobel de Literatura.

Hernando fue compañero mío en el Colegio Mayor de San Bartolomé, durante varios años del bachillerato, hasta que Hernando entendió que no era para jesuitas, pero porque los jesuitas no entendieron su inteligencia superior. Ante esta tramoya quien perdió fue el Mayor, y yo perdí, por muchísimo tiempo, a un amigo. Volví a encontrarlo, hace muy poco,  a través de las redes sociales (para algo bueno tenían que servir). Hernando Cabarcas Antequera es Doctor en Filología Hispánica por la Universidad de Salamanca, Especializado en Cultura Medieval y Europea de la Universidad Complutense de Madrid, Especializado en Investigación Medieval en Westfield College, entre otras. Hizo sus estudios de pregrado en la Universidad Pedagógica Nacional, graduándose con honores en Lingüística y literatura. Ha sido profesor en la Universidad Manuela Beltrán, la Universidad del Rosario y la Universidad de los Andes. Ha participado administrativamente en entidades como el Instituto Distrital de Cultura y Turismo de Bogotá.

Fue Director General del Instituto Caro y Cuervo (Ganador de Concurso de Méritos, Presidencia De La República De Colombia - de 2005). Múltiples reconocimientos le han otorgado a través de su fulgurante y brillante carrera, algunos son: Representante de las letras y la cultura iberoamericana en el Consejo de Dirección, Instituto Cervantes (España); Profesor invitado a la Cátedra de Poética Fray Luis de León, Universidad Pontificia de Salamanca;  Tesis Doctoral Cum Laude, Universidad De Salamanca - de 1998, entre otros. También tiene publicaciones como Magnetismo espacio – temporal: León de Greiff, El Conjuro de los Libros, Don Quijote o la Invención de la Literatura, Amadís de Gaula en las Indias, Bestiario del Nuevo Reino de Granada, Canciones a María Luna, La Piedra y El Caracol; también fue editor y crítico de La Obra Poética de Aurelio Arturo. Ya lo había dicho León de Greiff, aún sin conocerlo, Cabarcas es un ser multitetradimensiopiramidal.

León de Greiff habitó, hasta el día de morir, su casa ubicada en el barrio Santa Fe. Sus familiares la descuidaron y el inmueble entró en abandono; empezó a circular la leyenda de que allí, abandonadas, se encontraban muchas obras y pertenencías valiosas del Maestro. Incluso el baúl, traído desde Suecia por Carlos Segismundo von Greiff, donde se escondió la espada del libertador Simón Bolívar robada por el M-19. La casa sufrió inundaciones e incendios. También el saqueo, subrepticio, de un alcalde local de la época. El 17 de julio de 1997, la Personería de Los Mártires y los Bomberos de Bogotá rescatan lo que al interior de la casa pervivía. Boris y Hjalmar, hijos de León, donan gran parte de lo rescatado a la Biblioteca Pública Piloto de Medellín; más de 3.000 libros, fotografías, manuscritos y catálogos. Un verdadero tesoro para bilbiófilos, melómanos, literatos, poetas, poetastros, rapsodas, bohemios, panidas y demás.

El sector donde se ubicaba la casa del Maestro león, se va transformando por naturaleza hacia lo que hoy es. Un emprendedor llamado Harvey Ayala, buzo apasionado, funda varios negocios entre ellos Atunes y Kalamares. En las aguas de San Andrés, al bucear, a la izquierda se ven Atunes y a la derecha Kalamares, decía. Y así los ubicó al lado de otros prostíbulos. Atunes es emblemático negocio del sector y colindaba con la casa de de Greiff. Ayala la compra condicionado por los familiares del poeta  a demolerla y construir un parqueadero para su negocio. Lo maravilloso es que allí encuentra - además de periódicos, botellas, palos, plásticos, envases, polvo y mugre – diez costales dentro de los cuales reposaban libros, discos de vinilo, manuscritos, mamotretos, catálogos y el famoso baúl donde León de Greiff guardara la espada que le confió el M-19. Dichos elementos acusaban el paso del tiempo, del agua, de las llamas, del moho, de los amores, de los desamores, de los aguardientes, de los cigarrillos, de las pipas y de las premoniciones. Afortunadamente Ayala no los manda a botar a doña Juana sino que conserva toda esa discoteca, bailoteca, biblioteca y oploteca. ¿Por qué? Quizás sólo las premoniciones de Francisco de Asís León Bogislao de Greiff Häusler, tengan la respuesta. Lo que sí es indudable es que  tienen un valor simbólico extraordinario.

“Desde aquí palpita su mundo de imaginación desatada y de escritura en libertad. Es un momento del Cuarto del Búho; todo un laboratorio elaboratodo. Él mismo lo configuró para que se pueda crear hoy, y también en el pasado y en el futuro, prediciendo que lo interviniéramos nosotros, investigadores y artistas  del año dos mil y pico. Es un cuarto interior. Sus palabras, músicas e imágenes se sienten como en los sueños. Podemos hospedarlo, ocuparlo y vivirlo, mientras lo sentimos. Se construye viendo, leyendo, oyendo, escribiendo, diciendo y…” Afirma Cabarcas con su amena y sonora voz mientras desarrolla su conferencia en un salón adaptado para tal fin en Atunes. Por un momento se cambiaron los falsos amores del placer por los amores verdaderos de la poesía.

A ese sitio me había invitado Hernando porque su ser intuyó que era el adecuado para el lanzamiento y divulgación de su más reciente libro: VARIACIONES ALREDOR DE UN CUARTO DEL BÚHO. MOXINIFADAS DE GASPAR. LEÓN DE GREIFF 120 AÑOS. Enterado de las condiciones de tiempo, modo y lugar, establecí mi estrategia para llegar a la zona, no por temor (viví en el santa Fe una buena y maravillosa parte de mi vida), sino porque hacía muchos años no iba por el barrio y desconocía los movimientos y las personas nuevas. Convoqué amigos de confianza; éramos 5 los Panidas – parodiando  la Balada trivial de los 13 Panidas -, Jaime Valbuena Sanmiguel, bohemio y premiado maestro de la fotografía, quien haría el registro grafico del suceso;  Marco Tulio Ramos, compañero del San Bartolo, Ingeniero de Sistemas y funcionario estatal - como lo fue de Greiff - de la ANSV; Víctor Cuervo, también bartolino, consagrado y meritorio profesor de Literatura en el Colegio los Alpes, además, caminante de las rutas muiscas; y Alberto Gil, emblemático y legendario todero de las calles, la vida y el amor, quien sigue viviendo allá e iba a ser nuestro baquiano.

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El auditorio dispuesto por Atunes, para estos no habituales menesteres, aún olía a alcohol y tabaco, y era penetrante y persistente el aroma de los perfumes de las mujeres que lo ocupaban antes de nuestro arribo y que fueron desfilando como en una fastuosa pasarela ante nuestros ojos mientras evacuaban el lugar (¡lástima!). Ese desfile lo coronaba la faraona arriba descrita. Cabarcas nos relató la fantástica historia de este valioso hallazgo arqueopoetario y antropoliterario que hizo cuando, indagando, se topó con Doña Ramona, quien vio en él y su socio de letras, Augusto Pineda, la reencarnación de su hijo Harvey - muerto en circunstancias al parecer anexas con sus emprendimientos - ; con la malicia de quien es una matrona de los negocios ferreteros y de los del amor heredados de su hijo, poco a poco, fue decidiendo que Hernando y Augusto escarbaran a gusto los costales del tesoro. Es así como el 18 de enero de 2014, a las 9 de la mañana, después de varios encuentros en Atunes, Doña Ramona Mendoza le abre a Hernando Cabarcas el cuarto del búho, en el cual, durante 10 años, había depositado las cajas y los costales que, aunque para muchos eran ripios y cenizas, su amor de madre le indicó que los preservara. De los importantes y valiosos hallazgos allí descubiertos, sus contenidos, sus aportes, su tratamiento, su presente, su pasado y su futuro, trató la conferencia del consagrado Literato. Nunca un grupo, de 37 hombres, incluidos los 5 Panidas, habían estado en un burdel sin probar una copa de licor y sin contratar los placeres del amor. Y nunca, en un sitio de putas, hubo tanta academia.

En uno de los apartes de su magistral conferencia, Cabarcas expresó: “Ahora bien, se dice que Leon de Greiff murió en la madrugada del 11 de julio de 1976. Y así fue. Pero también ocurrió que, tal como había escrito desde Korpilombolo, en el Polo Norte Sueco, hasta Bolombolo, en Antioquia, un día se fue ´con lo puesto y un repuesto, una estilográfica y tres cuadernos cuadriculados a vagamundear y al azar´ para continuar tergiversando, variando, mezclando y superponiendo; es decir, moxinifando. Y anunció – predijo - que lo iba a hacer de tal forma que sus ´escrituras´, las materializadas más allá de su propia obra en múltiples registros como discos, fotografías y libros, supervivirían y se soltarían por ahí, luego de que aparecieran y los encontrara ´algún tarambana´ o un grupo de artistas e investigadores, ´los futuros y los lejanos´, en el año dos mil y pico”. Vaya premonición.

Pues sí lectores, imagino que ya lo descubrieron, Hernando Cabarcas Antequera, además de ser tetramultidimensiopiramidal, es el TARAMBANA. Él lo sabe y en el Cuarto del Búho descubrió un archivo que tiene la particularidad de emitir textos construidos por León de Greiff, a partir de él, en el presente, en el año dos mil y pico o en el futuro. “Este tarambana, junto con los otros, estamos habilitados por el propio de Greiff como autoridades hermenéuticas para vincularnos con los afectos y movimientos de un artilugio de lectura y escritura. Más allá del Derecho de Familia o del Estado, que hemos respetado, por el azar o una insólita coincidencia de las causas, como quiso el santo Agustín, a través de lo privado y lo público, de lo visible y lo invisible, accedimos a los artefactos del Cuarto del búho”, replica Cabarcas. “Estos objetos concentran una poderosa carga de misterio y sacralidad. Todos forman parte de las lecturas y escrituras de León de Greiff y algunas de estas cosas pueden ser las que Gaspar de la Noche les dio a guardar, en 1926, a Ricardo Rendón, Calipso La Endrina e Isabel la Bella, antepasadas de las trabajadoras del barrio Santa fe de hoy”, complementa.

Cabarcas, el Tarambana Mayor, también es consciente sobremanera de lo que sentencia León, como Nostradamus, a quien, una vez descubierto el Cuarto del Búho, lo escarbe tan sólo para su egoplacer y no divulgue al mundo su contenido, o cese su labor, o pare en su intento. Si eso hiciera y sucediera, “…a control remotísimo, en el Almanaque de Cronos, será asesinado. Quien en el año Dos Mil y Un Tercio se tope con los manuscritos los lee, pero los desampara, van, en singular, a asesinarle…”  Su total compromiso, imbuido por un temor irreverente al fatídico presagio, ha llevado a Hernando a proyectar que Kalamares se convertirá en Centro Cultural, lo cual tiene el pleno aval de Doña Ramona. Hernando Cabarcas Antequera, amante de la Literatura, no dará tregua a su fascinante labor escudriñadora ni dará su garrapateada pluma a torcer, ya que no quiere morir de Literatura, aunque con las amantes, a veces, no se sabe.

Este extraño y  moxinifádico reencuentro, con el amigo, con el barrio y con León de Greiff, “…entre brumas de opio y aromas de café…en el reino del tulé…”, me han convencido de que el Santa Fe es el Macondo de León de Greiff. Los caribes son macondianos, los cachacos somos greiffianos.

Terminado el encuentro, cada uno de Los 5 Panidas tomó juicioso rumbo a su hogar, esa era su firme y proclamada intención, al menos hasta cuando los perdí de vista en la esquina más próxima del barrio de las putas, doy fe porque de ello fui testigo, así como “Esta rosa fue testigo /  de cuando te diste mía! / El día ya no lo sé / - sí lo sé, mas no lo digo - / Esta rosa fue testigo”.