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Los indiferentes

Ismael Iriarte Ramírez

Los indiferentes

Hace poco menos un siglo Alberto Moravia sacudía los cimientos de la sociedad italiana y en general europea con la publicación de su primera novela: Los indiferentes (1929)Una historia aparentemente trivial en la que se ponen de manifiesto algunos de los rasgos de una generación considerada por muchos sectores como decadente.

 

El entonces novel autor romano venía a sumarse así a otros tantos artistas que habían hecho lo propio al largo de Europa y Estados Unidos, en lo que sería una constante durante la primera mitad del siglo XX.
La descomposición de la sociedad de la que da cuenta Moravia puede apreciarse en la intrascendente existencia de los protagonistas de la historia: María Engracia, viuda, matriarca de un clan vergonzante; Carlota, la hija mayor, ansiosa por iniciar una nueva vida y objeto de la lascivia de Leo, que a su vez es amante vitalicio de la madre y principal acreedor de la villa que habitan y que sobrevive como único patrimonio familiar. Completan el desalentador panorama Miguel, débil e inútil hijo menor que se empeña sin mucho éxito en odiar a Leo y hacer respetar el honor de la familia y que despierta pasiones más que maternales en Lisa, otoñal vecina que ha sido abandonada por su marido.

El hastío con el que cada uno de los personajes afronta la vida raya en la resignación e incluso en el determinismo y lejos de ser asumido como un sino fatal contra el cual revelarse, parece ser aceptado como la mejor excusa para justificar su egoísmo e inconstancia. Los sentimientos parecen adormecidos, siempre a merced del mandato de los instintos más básicos, que no solo se limitan a la lujuria y abarcan también los celos, la ambición, la pereza y la envidia.

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Esta indiferencia frente a la vida impide a los personajes experimentar incluso un odio auténtico, por aquellos que los lastiman y sus acciones son más motivadas por un sistema de convenciones que por la voluntad. Solo efímeros momentos de reflexión permiten que aflore a la superficie la autoconciencia de estados de tristeza, depresión e impotencia, ante la imposibilidad de encontrar un verdadero sentido a la vida. Mientras que el miedo, a la soledad, a la pobreza, a la vejez, a las responsabilidades de la adultez o al desprestigio, escuece a unos y otros y los afianza en sus posiciones.

A pesar de su mezquindad, el inevitable escrutinio de los propios pensamientos y sentimientos revelará en cada uno de los personajes una profunda carencia de bondad y afecto, pero su capacidad de satisfacer esta necesidad parece atrofiada. La imposibilidad o tal vez el miedo a sentir los hace sucumbir en un círculo que los lleva de vuelta a sus vicios y abyecciones, de las que ya no podrán, ni intentarán salir.

La disección de una burguesía decadente, así como las profundas diferencias de clases evidentes en la sociedad italiana de la época también son esbozadas por Moravia en esta obra, aunque probablemente no con la intensidad con la que se verán reflejadas a lo largo de su producción literaria, en la que además aparecerá como elemento distintivo la crítica a los sistemas totalitarios y al establecimiento. Estos temas no solo serán abordados en la literatura, sino también en otras manifestaciones como el cine. Como muestra de ello permanecerán para la posteridad varios filmes pertenecientes en su mayoría al neorrealismo italiano. Mención aparte merece la versión cinematográfica de Los Indiferentes, estrenada en 1964, bajo la dirección de Francesco Maselli y la presencia de un elenco estelar encabezado por Claudia Cardinale, Rod Steiger y Shelley Winters.