Pasar al contenido principal

Polonia, un nuevo desafío para la Unión Europea

Mauricio Jaramillo Jassir

Castillo de wawel De FotoCavallo CC. 3.0

En una decisión sin antecedentes en más de medio siglo de construcción europea, el más alto tribunal de ese país consideró que la Corte de Justicia de la Unión Europea he hecho prueba de una injerencia que resulta incompatible con las normas polacas y con su constitución. De forma más específica, el alto tribunal considera que las decisiones europeas afectan el Estado de derecho, la primacía de la constitución y la soberanía de Polonia.

Ahora bien, no es una decisión que se explique por una coyuntura, sino que se trata de un enfrentamiento que viene de al menos quine años atrás. Polonia ingresó a la Unión Europea en mayo de 2004, junto a otros Estados que hicieron parte de la denominada Cortina de Hierro y que, como consecuencia natural de la transición a la democracia entraban a bloque europeo. Aquellas eran naciones que en el pasado vivían bajo el esquema de las democracias populares y el socialismo real promovido por la Unión Soviética y que, en casi todos los casos dejó traumas imborrables. En el caso polaco concretamente, sobresale la persecución a la religión por parte de las autoridades comunistas que llegó al colmo del deliro con la desaparición, tortura y asesinato del sacerdote Jerzy Popieluszko a mediados de los 80. Los vejámenes a los que fue sometida la población de algunos países de Europa Central y Oriental marcaron el destino y a finales de los 90, el comunismo soviético era simplemente inviable.

Si bien la membresía a la UE, era la consecuencia natural de la transición democrática post soviética, desde su ingreso la mayoría de estos países, sobre todo Hungría y Polonia se han destacado como cabezas visibles del denominado euroesceptisismo, corriente ideológica que antepone a la integración europea, la soberanía de los Estados.  Esta ha terminado por tomar la forma de un nacionalismo con tintes religiosos a raíz de un supuesto choque cultural con el islam y por la denunciada injerencia de la Unión Europea en favor de las garantías y los derechos de ciertos grupos.  

col1im3der

Bandera de Polonia - Dominio público

Desde la llegada al poder del partido ultraconservador Ley y Justicia a comienzos del presente siglo, Varsovia no ha dejado de desafiar los valores con los que fue fundada la UE. Uno de los primeros gestos que puso en evidencia el abismo que separa a lo que tiende a convertirse en bandos, fue la polémica propuesta de revivir la pena de muerte por parte del gobierno de los hermanos Lech y Jaroslaw Kaczynski, abolida en 1997 cuando el país se preparaba con una serie de reformas institucionales y económicas para ingresar al bloque europeo. Luego vino el apoyo controversial a la invasión de EEUU a Irak, que creó una fractura promovida por quienes desafiaron el derecho internacional, España, Italia, Reino Unido y buena parte de los países que ingresaban a la UE otrora aliados soviéticos.

En el último tiempo, Varsovia decidió ir mucho más allá para reformar la justicia de forma tal que magistrados simpatizantes del proyecto nacionalista ocuparan un lugar privilegiado en el Tribunal Constitucional, como resulta ser el caso de Julia Przylebska presidenta de dicha corte. La magistrada ha tenido mucho que ver en la reivindicación soberana polaca que pone en jaque los cimientos europeos y sienta un antecedente para que otros Estados donde el nacionalismo de extrema derecha esté en boga sigan dicho camino hasta diezmar la institucionalidad regional. De hecho, el mandatario húngaro Viktor Orban ha anunciado su apoyo a la decisión de la justicia polaca. El premier húngaro se ha destacado por sus constantes desafíos a Bruselas (capital política de la UE) por su discurso cristiano civilizador en contra de los musulmanes y tajante frente a la migración. Se trata como resulta obvio, de gobiernos que cerraron filas en los cuatro años de Donald Trump para hacer eco en Europa de las ideas excéntricas del hoy expresidente de los Estados Unidos.

col1im3der

Sede de la Corte Suprema de Varsovia - de Darwinek - Trabajo propio CC. 3.0

El desafío de Polonia hace que se empiece a contemplar un escenario de “Polexit”. Eso traduce a un nuevo pulso entre la demagogia de la extrema derecha en Europa y el liberalismo tanto de la izquierda como de la derecha moderadas. La disputa entre la soberanía nacional de cada Estado versus las prerrogativas de la UE significa una amenaza real y fundada contra conquistas económicas, sociales y políticas que, en más de medio siglo ha logrado el bloque comunitario. Valga recordar que se trata del único caso en el mundo de una región en la que casi 20 Estados renunciaron a sus monedas nacionales (expresión de soberanía), y más de 20 acordaron la eliminación del control fronterizo para garantizar una locomoción regional plena. Estas son tan solo dos expresiones de un proyecto inédito que promueve los derechos humanos y el Estado de derecho y que, ha concretado un ideal inconcebible 30 años atrás: una ciudadanía regional.

El retorno de nacionalismos en Europa es muy riesgoso, pues no solo afecta a la UE, sino que sirve de ejemplo en otras zonas del mundo donde ha sido redituable la exacerbación de los patriotismos, en momentos en que urge la integración y la concertación para alcanzar objetivos donde está en juego la propia supervivencia de la especie como el calentamiento global, los Objetivos de Desarrollo del Milenio, los Objetivos de Desarrollo Sostenible al 2030, o las migraciones. Estas últimas han sido objeto predilecto del verbo incendiario de esta demagogia que arrincona a varios sistemas políticos de Europa. El reto no se agota en el llamado Viejo Continente, sino que convoca a la humanidad.