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Amos, esclavos y feministas

Sofía Santacruz Valencia

Amos, esclavos y feministas

Uno de los conceptos filosóficos del siglo XIX más anacrónicos, podría ser el de la dialéctica del amo y el esclavo desarrollada por Hegel.

Ésta comienza cuándo hay dos deseos resumidos en uno: el de ser deseado por el otro, la persona en cuestión siempre va a querer adquirir un valor propio para formar una conciencia basada en el reconocimiento colectivo. Lo anterior desembocará en la creación de dos figuras: El amo y el esclavo; el primero querrá imponerse sobre el segundo, mediante la negación de su deseo y el segundo, a su vez, terminará por aceptar estas condiciones por el miedo a la muerte, de este modo, se reconocen de manera bidireccional, uno a través del otro. Cabe destacar que la conciencia adquirida por el esclavo, no será propia, sino impuesta, una vez más, por los deseos y necesidades que tenga el amo.

Lo más interesante de esto, no es solo aquello que postula, sino todas las maneras en las que puede y podría ser extrapolado y utilizado para explicar un sin fin de fenómenos sociales y culturales, incluso muchos pensadores a lo largo del tiempo ya lo hicieron. En fin, la historia de la humanidad está plagada de amos y esclavos, esclavos que luchan para convertirse en amos, amos pequeños que adquieren más poder día a día y hasta esclavos que hartos de la enajenación deciden buscar el camino para su libertad.

Ahora bien, vivimos en un mundo capitalista que genera una cantidad absurda de esclavos, porque sabemos que la riqueza (que en este caso no solo es monetaria) está dividida entre unos pocos y entre estos grupos que han sido esclavizados, tenemos al que nos atañe día de hoy: las mujeres.

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Hace unos días, estaba desplazando el inicio de mi twitter hacia abajo y me encontré con una discusión, de varias feministas “famosas” en las redes, alrededor de la declaración de JK Rowling, autora de la saga juvenil de Harry Potter, en la que decía que las mujeres transgénero no eran mujeres “de verdad” y que el reconocerlas como tal solo borraba las experiencias vividas por las mujeres cisgénero, cosa que fue apoyada por la corriente feminista TERF ( Feministas Radicales Trans-Excluyentes). Entre tantas ideas encontradas terminé preguntándome una vez más: ¿Qué significa ser mujer? ¿Quién puede ser reconocida como mujer? Y ¿hasta qué punto nuestra identidad como mujeres termina siendo permeada por los estándares que nos impone el patriarcado?

Es muy complicado decir que las mujeres somos un grupo homogéneo, por eso mismo es complicado abordar la lucha por los derechos de una sola manera o enfoque. Aunque puede que compartamos situaciones similares, todas hemos tenido experiencias diferentes, por esto, la palabra mujer no puede ser vista como una lista de requisitos, porque ya sea por la raza, etnia, estrato socioeconómico, orientación sexual y un decenas de categorías más que terminan interactuando entre sí y entrecruzándose, desembocando en una triple opresión que debe analizarse de manera simultánea.

Y es aquí, donde entra a jugar un papel clave el feminismo interseccional, porque no podemos ignorar que una mujer afrodescendiente va a ser juzgada por su condición de mujer y su raza, a diferencia de la mujer caucásica, que no tendrá problemas por ser blanca; o una mujer indígena con estudios superiores tendrá situaciones de opresión diferentes a las que puede vivir la mujer indígena que fue desplazada por la violencia y vive gracias a un trabajo donde es explotada y no recibe prestaciones de ley, aunque las dos sean discriminadas por su etnia. Esto hace que no podamos separar el concepto de negritudes, o proletariado del de mujer, porque uno no borra al otro. 

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Por otro lado, es importante resaltar que las situaciones de privilegio que pueda llegar a vivir una mujer sobre otra no borra ninguna experiencia, pero sí nos debe hacer cuestionar la posición que tenemos y la búsqueda de su eliminación, por ejemplo: una mujer blanca puede estar tranquila, porque no será blanco del Ku Klux Klan y aún así ser asaltada sexualmente por salir de fiesta, reconocer este “privilegio” solo abre la puerta a una discusión más amplia.

Entonces, volviendo al tema de JK y las TERF, ¿no se estaría pasando de ser mujer oprimida por el simple hecho de ser mujer, a una que está negando a otra por su identidad de género?
¿El esclavo no pasa a ser amo? Y ni siquiera amo porque esto no significa que inmediatamente las mujeres cis van dejar de tener casos de violencia, solo se convierten en un esclavo un poco más arriba en la jerarquía que se podría llegar a tener; este negacionismo solo hiere, el decir que las mujeres trans no son mujeres, no va a significar que la comunidad desaparezca y deje de hacer sentir incómodos a terceros.

La discusión aquí no es la definición exacta de que es una mujer, porque me atrevo a decir que el ser tan diversas nos hace tener, a cada una, una respuesta diferente, el problema, yace en cómo estamos formulando el feminismo. No podemos convertirnos en un colectivo que pasa por encima de ciertas mujeres, de nada nos sirve jugar a ser amos, la construcción del feminismo debe pasar por todos los ámbitos que terminan atravesando y permeando la vida de las mujeres, por esto, el feminismo afro o gitano se sienten tan necesarios, porque al final del día, por más diferencias que tengamos, todas estamos siendo oprimidas por el mismo sistema patriarcal y es deber de todas hacerlo caer.