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El séptimo día

Laura Daniela Carvajal Caballero

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Bajo la cobertura de las sábanas de una habitación de hotel pasa sus días Johana, una madre que por las circunstancias de la vida ha llegado a la Zona de Tolerancia del barrio Santafé.

En una cuadra de luz opaca que solo deja ver lo gris, silencioso y triste del lugar, resaltan los trajes de las chicas. Medias con mallas, escotes generosos, vestidos de látex y colores llamativos como el azul eléctrico sobresalen en la acera para poder llamar la atención de algún cliente: un vagabundo, un taxista, un empresario o un importante abogado.

Las faldas cortas, las camisas ajustadas y las piernas descubiertas son herramientas de trabajo. Sin importar el frío que ahonda en la ciudad capitalina, estas chicas siguen vistiéndose con pequeñas prendas, casi como si fueran de plástico y no sintieran el más mínimo viento filtrándose por su cuerpo. Ellas hacen que este espacio sea conocido por sus curvas al descubierto, su pose rígida y sus miradas coquetas frente a los desgastados edificios.

Johana, una chica joven con tacones altos que viste un corto y sensual vestido rojo, debe pagar la pieza donde duermen ella y su hijo, quien la espera en el hotel.

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-No ha sido un día malo, son las 11:45 am y ya es mi segundo servicio, tengo $38.500 pesos en el bolsillo, sin contar el medio de pollo asado que me voy a comer en el almuerzo-Afirma Johana.

En su rutina habitual tiene que lidiar con todo tipo de hombres. De lunes a sábado está acostumbrada a trabajar con lo que le toque, lo que salga. Es un trabajo de 24 horas, cuyo ambiente es un reflejo de dolor, sufrimiento, pero también de necesidad.

- ¿Todos los días son buenos?
- Sí, siempre hay clientes. Pero mis días favoritos son los domingos. –En la voz de Johana se oye un tono de ansias de descanso y tranquilidad.
Ella espera el séptimo día con anhelo, sabe que en medio de su rutina tendrá un respiro.
-Ese día llegan los borrachitos amanecidos- responde con un tono burlesco e inocente otra chica que acompaña a Johana.
- A lo que Johana responde: no duran nada, todo es más rápido, se quedan dormidos y ese día, como manda Dios, uno descansa.