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Memoria intestada

Felipe Charry

portada

“El testamento, cuando dice al heredero lo que le pertenecerá por derecho, entrega las posesiones del pasado a un futuro.

Sin testamento o, para sortear la metáfora, sin tradición – que selecciona y denomina, que transmite y preserva, que indica dónde están los tesoros y cuál es su valor –, parece que no existe una continuidad voluntaria en el tiempo y, por tanto, hablando en términos humanos, ni pasado ni futuro”
H. Arendt

Dos lugares insignes para la conformación del estado colombiano serán analizados en el presente texto. Sin embargo, ¿cómo analizar un espacio, una ubicación geográfica ubicada en un punto de la realidad? A lo que me refiero es ¿cómo es lógico poder decir que se “analiza” un cuerpo fuera de la mente, siendo estas dos tan disímiles? La palabra más adecuada vendría siendo entonces “contemplar”. Aun así, el verbo “contemplar” deja entrever un dejo de pasividad acrítica que tampoco quiero reflejar con este escrito, ni considero que debe ser la posición que asuma el humanista. Por ende, vale la pena acceder a esta pregunta de manera distinta y negar sus premisas. ¿Es distinta la mente a lo que es externo a ésta? Sin duda. ¿Es entonces imposible que estas dos se mezclen y se influyan mutuamente? Para nada. Por el contrario, la relación entre estas es de tal manera simbiótica y con afectaciones mutuas y simultáneas, que es uno de los factores claves del desarrollo de la sociedad moderna. Así, entonces, el entorno moldea la mente y viceversa.

Para el caso en específico, con el Parque de la Independencia y el Museo Nacional, se está evidenciando un claro caso de la afectación de la mente, y en estos casos una mente, humana en el espacio. La pregunta que sigue – visto que es un espacio modificado por la mente – es ¿de quién es esa mente que modifica el entorno? Para resolver esta pregunta considero que la metodología más importante es plantearle interrogantes al espacio mismo que se está escudriñando, para de ahí ver el mensaje que está expresando y ver a quién beneficia o a quién ataca.

Debo hacer una aclaración que considero importante al ser este un trabajo de tipo académico y para una clase de historia, aunque no corresponda con los rigores de estos escenarios. La aclaración es que no voy a realizar un trabajo investigativo sobre la historia de ninguna de las dos instituciones, más allá del material proporcionado por el profesor, porque no estoy interesado en recontar la historia de esos mismos lugares, sino que prefiero ilustrar la versión que ellos mismos están contando – a veces correspondiente con la realidad y otras veces no. Otra razón que me lleva a esto es que no me interesa hacer una ilustración erudita de estos sitios, sino todo lo contrario; quiero ver estos lugares como los ve el colombiano de a pie, porque – considero yo – es para estos que están constituidos el Museo Nacional y el Parque de la Independencia.

 Las razones que me llevan a pensar esto son variadas: como primera medida el precio de entrada al museo es irrisorio[1] y con múltiples escenarios donde no se cobra para su admisión[2]; segundo, a mis dos visitas al museo fui testigo de muchos grupos de personas acompañados de funcionarios oficiales que hacían recorridos guiados; tercero, el parque cuenta con acceso libre las 24 horas y es rodeado por vías de alto tráfico, entre otras razones.  

Ahora bien, a partir de esto ya se puede empezar a dilucidar una respuesta a la pregunta anterior sobre quién piensa estos espacios; la solución entonces, para empezar, es que lo piensa alguien con interés en que se difunda su mensaje de manera ampliamente masiva. Adicional, ya con el sólo nombre de los lugares que se analizarán se pude ver que su mensaje tiene contenido estatal. La asociación de estas dos respuestas es de suma importancia por cuanto el estado – y esto lo presento como tesis mía, sin verificación ni contrastación con alguna autoridad intelectual – necesita del reconocimiento, aceptación, admiración y apego sentimental de un gran número de personas, sin importar quiénes y cómo sean estas.

Parque de la independencia

Identificado con el código 03-039 del Instituto Distrital de Recreación y Deportes, este parque colinda con la Avenida El Dorado – Calle 26 por el sur, con la carrera sexta por el oeste y llega a cubrir la Plaza de toros de Santamaría. Sus instalaciones se prestan como lugar de pernoctación de los viandantes del barrio La Macarena y de la carrera séptima. Este parque fue fundado en 1907 con el nombre de “Parque de los Hermanos Reyes”. Posteriormente, debido a la celebración del centenario de la independencia, habría de cambiar de nombre por el que lleva hoy en día. Los espacios más destacados dentro del parque son el Quiosco de la Luz (fig. 1), diseñado a imagen del estilo de Versalles por el arquitecto italiano Pietro Cantini[3], y la Plazoleta con Graderías (fig. 2 y 3) ubicada contra la Avenida Circunvalar.
     
Anteriormente, el parque contaba con unos pabellones de exposición que imitaban las ferias mundiales realizadas en países europeos. Sin embargo, debido a la inclemencia del clima bogotano y la construcción del tramo oriental del viaducto, estos pabellones debieron ser desmantelados por la administración de Fernando Mazuera Villegas[4] a finales de los 40.

Uno de los rasgos más destacados de este parque son sus sendas, vías peatonales y rotondas en cemento con bancas para sentarse. A pesar de ser un parque, el porcentaje de grama es casi igual al de los caminos en ladrillo o piedra que lo atraviesan. También tiene varias glorietas con bancas para que las personas se sienten a descansar. En el parque se siente que las administraciones de la ciudad han velado por dar un buen servicio a la comunidad.

Museo Nacional
 
La otrora Penitenciaría Central de Cundinamarca, diseñada por el arquitecto Thomas Reed en 1850 y construida en 1874, alberga las obras, objetos y tesoros que hacen parte de la colección del Museo Nacional. Resulta de alto interés pensar que hoy en día esta institución toma como sede la que solía ser la cárcel más importante del país. En otras palabras, el lugar dónde más palpable se hacía la imponencia y el músculo persuasivo del Estado – la prisión – terminó siendo un recinto dedicado a la conformación y a la institucionalización de la memoria que da sentido a esa entidad abstracta con autoridad concreta. Lo que solía estar adscrito al Ministerio del Interior en la actualidad pertenece al Ministerio de Cultura. Con qué uso es más efectivo este establecimiento para la aseveración de la autoridad del Estado es algo que no podemos saber.

La imponente entrada al museo, hecha de piedra con una enseña en metal que recuerda el nombre de la institución a la que se va a entrar, es lo primero que llama la atención. El museo se halla rodeado por edificios modernos de oficinas, por lo que una construcción colonial de esa naturaleza destaca en su entorno. En el primer piso se está mostrando una exhibición temporal llamada “Endulzar la palabra” que intenta rescatar la herencia de los pueblos Wiwa, uno de los más afectados por la guerra en Colombia. Esta exposición cuenta con unas fotos de los pueblos, algunas explicaciones sobre su cultura, ubicaciones geográficas, ente otros. Sin embargo, la mayor parte de la atención se la lleva una sección que recopila una serie de dibujos hechos por los habitantes sobre la manera en que ellos vivieron la violencia en sus poblaciones (figura 4).

Después de terminado el recorrido por la exhibición temporal, sigue adentrarse en las instalaciones permanentes del museo. Primero se pasa por el puesto de seguridad de un guardia antipático que rasga la boleta entregada anteriormente, hacia el descanso de una escalera doble que da acceso a los pisos superiores. A ambos lados están dos bustos de los padres de la patria: Santander (fig. 5) y Bolivar (fig. 6). Esto por supuesto no es gratuito. Es imposible considerar que sea cuestión de suerte que las figuras más importantes del primigenio panorama político de la nación sean lo primero que uno se encuentre.

Adicionalmente, resulta en extremo chocante ver a estas dos estatuas solas, y frente a frente la una de la otra. El mensaje que está dando el museo es claro: Colombia empieza con la independencia de España. Los dos hombres que más hicieron por ver una patria indepenendiente son ahora los guardas del lugar donde se está dando al público general la historia definitiva de lo que es este país.

Primer piso

El Museo Nacional tiene tres pisos en los cuales, en cada uno, se desarrolla un tema de la historia de Colombia. El primer piso trata el pasado precolombino y la herencia indígena. En general son unos objetos históricos regados, como por ejemplo la recreación de una tumba indígena (derecha). También tienen un Wiki Museo – museo en el cual los visitantes pueden consignar algo de información – con objetos recuperados en excavaciones arqueológicas ordenados según sus nombres, y con la idea de comparar el lenguaje ancestral con el castellano contemporáneo. En otra sala hay una somera recopilación de objetos artísticos hechos en territorio colombiano, ordenados cronológicamente desde una figura humana de origen indígena descubierta por el arqueólogo Knorad Preuss hasta una pieza de arte moderno que data de la década de los sesenta.

Finalmente, también se encuentra una sala denominada “Bóveda ‘El oficio del orfebre’” donde se da una explicación de cómo los indígenas trabajaban el oro y se muestran unas piezas de este material. En ese mismo piso hay otra sala adicional, pero con un tema distinto. En esta, se hace un recuento de los inicios de la guerra en Colombia iniciando con el bogotazo. Resulta, pues, extraño ver que los organizadores del Museo Nacional no tuvieran el material suficiente para llenar un piso completo con nuestro pasado indígena.

Segundo piso

El segundo piso del museo recibe a los visitantes con la sala “Memoria y nación”. Esta tiene como fin hacer una reconciliación entre nuestro bagaje histórico indígena y nuestra actualidad política. Lo primero, y más chocante, con lo que uno se encuentra es una vitrina (fig. 7) que contiene dos artículos puestos al mismo nivel y – quiere hacer ver el museo – sirven para lo mismo: un bastón de un palabrero y el esfero con el que se firmó la constitución de 1991. El museo cuenta que los palabreros hacían uso de unos maderos largos como báculos con los que resolvían conflictos. De la misma manera, la Constitución Política de Colombia del 91 ha sido vista como un trabajo conjunto de todos los sectores de la sociedad en búsqueda de la paz, y el esfero, utilizado para estampar la rúbrica de los constituyentes, dando así el último requisito para la entrada en el ordenamiento jurídico de esa obra.

En esta misma sala también se encuentra el llamado “Muro de la diversidad” (fig. 8) que recoge una serie de pinturas que retratan a diferentes personas de distintas épocas y características. Por supuesto la idea es identificar a todos los pobladores de esta tierra como pertenecientes al mismo estado. No importa en qué momento o a que grupo o clase social haya pertenecido una persona, si vivió en Colombia y participó de la vida diaria, se le puede llamar colombiano.

En general esa es la idea que intenta transmitir esta sala. Esta quiere demostrar que no hay mayores diferencias entre la vida y el pensamiento del indígena y de los nacionales. Otra vez, haciendo esa división tajante entre los indígenas y la nación colombiana, el museo da a entender que hay una separación insalvable entre estos. En otras palabras, que a pesar de que son nuestros ancestros y de que no pueden encontrarse mayores diferencias – y sí muchas similitudes – entre nuestras formas de vida, hay una diferencia entre ellos y nosotros. Toda la sala se dispone a comparar los indígenas con los colombianos: en su religión, sus modos de adquirir y trasmitir el conocimiento y su cultura. La otra gran sala del segundo piso es la llamada “Emancipación y República”, donde se hace un recuento pormenorizado de los próceres, las batallas y los artefactos utilizados durante el periodo de la independencia. Allí se encuentran reunidos, entre otros, Bolívar Santander, Juan José Rondón, Leonardo Infante, Atanasio Girardot y Liborio Mejía. Adicionalmente, se muestran cuadros representativos de diferentes batallas navales y terrestres de gran importancia para la emancipación. Vale recalcar que en ese piso sólo hay dos cuadros de mujeres próceres de la independencia: Juan Rodríguez (fig. 9) y Carmen Rodríguez de Gaitán (fig. 10). Como si lo anterior fuera poco, estas pinturas se encuentran ubicadas al lado de Pablo Morillo, teniente general del ejército realista que dirigió la reconquista.

Por último, en esa misma sala se pude ver un recuento de las figuras políticas predominantes durante el siglo XIX en Colombia. Principalmente se enfoca la sala en mostrar el nacimiento de los partidos políticos Conservador y Liberal y sus mayores dirigentes de este periodo. Así pues, entre los retratados hay figuras importantísimas como Rufino Cuervo Barreto, José Eusebio Caro Ibáñez, Ezequiel Rojas, entre otros. Hay una clara alusión a los periodos del Olimpo Radical y la subsiguiente Regeneración. Los directores del museo dan un claro mensaje del panorama político de la nación – efectivo incluso hoy en día –: los partidos políticos son antagonistas férreos y no es posible aceptar las ideas de unos sin negar las de los otros. El posicionamiento de las obras en esta sala destaca – visto que conservadores y liberales están frente a frente, separados de manera hermética – que el rojo y el azul son mutuamente excluyentes, y que, a pesar de haber construido nación juntos, es imposible pensar en una armonía, sino que el pugilato es constante.

La última sala de este piso lleva el nombre de “Tierra como recurso” y “(…) presenta diferentes maneras en que los seres humanos se han relacionado con la naturaleza y la diversidad geográfica y ecosistémica del país. Hace referencia a los procesos de ocupación, conquista, explotación y representación del territorio a lo largo de aproximadamente 14.000 años, por medio de un diálogo entre piezas de las colecciones de arqueología, historia, etnografía y arte”[5]. Así pues, la sala contiene una serie de elementos organizados cronológicamente para mostrar el desarrollo del trabajo de la tierra. En primer lugar, se muestran unas piedras afiladas para cortar y esculpir, posteriormente unas conchas y después unos trabajos en oro.

Después se evidencia la llegada de los españoles con una serie de artefactos propios de su cultura – como prendas y objetos rituales – los cuales están yuxtapuestos con objetos similares propiedad de tribus indígenas.

Siguiendo con esta línea del tiempo, la sala dispone elementos como monedas, placas, libros y mapas, entre otros, del periodo de la independencia. Esta última sección también la contrastan los curadores del museo con la tecnología agrícola indígena para crear un paralelo entre los dos. La última sección de la sala está compuesta por unos acercamientos de la cultura contemporánea – desde inicios del siglo XX – con la tierra. En esta parte hay contenidos una serie de fotografías que comparan la industrialización de las ciudades con la fuerte migración de los campos (fig. 11); también hay publicidad y obras artísticas que retratan la vida en el campo y al campesino.

Tercer piso

El último piso del museo nacional refleja completamente el espíritu de esta institución. Para empezar, tiene una clara explicación de la idea de la arquitectura de la antigua penitenciaría, construida en forma de panóptico – estructura circular, invención de Jeremy Bentham, con una torre central de vigilancia hacia las celdas en el perímetro. La idea del panóptico es que los vigilantes custodien desde el centro, desde donde no pueden ser vistos por los reos, con una visión de 360 grados y, a la vez, dificulten el agrupamiento masivo de los prisioneros al estar distribuidos por toda la circunferencia que se forma de un círculo concéntrico con la torre central. Así también, el museo funciona como guarda de la idea de Nación creada desde allí, imponiendo – con su autoridad académica – la ideología reinante de lo que es Colombia.     

Este piso está dividido en tres salas diferentes, representativas de tres periodos de la historia republicana de Colombia. La primera de ellas recibe el nombre de “República de Colombia” y en ella se da cuenta de una franja de tiempo que va desde los mediados tardíos de siglo XIX hasta los albores del siglo XX. El enfoque de esta es predominantemente político, sin embargo, hay menciones al desarrollo artístico e industrial de la época.  Así pues, en esta sala hay una compilación de objetos referentes a eventos como la Regeneración, la Guerra de los mil días, la pérdida de Panamá, la bonanza en el comercio de fique y el inicio de la industria textil, y el nacimiento de la Escuela de Bellas Artes.

La segunda sala del piso se llama “Ideologías, arte e industria” e ilustra la manera en que, a través de la entrada del siglo XX, se empezó a dar la transformación industrial del país, y los efectos de esta en el arte colombiano. Entre los grandes eventos que se destacan están: el Bogotazo y el nacimiento de la violencia en el país que influye en las ansias existenciales de las artes, correspondientemente reflejadas en sus obras (fig.12); la apertura del Hospital San Carlos; la inauguración de Avianca; y la construcción de la línea del ferrocarril. También se menciona, aunque superficialmente, el trabajo político de Manuel Quintín Lame como una recuperación de la lucha de los indígenas por su tierra. El último tema por destacar de esta sala es una exposición sobre los inicios de la educación formal de las mujeres en Colombia, exhibiendo, por ejemplo, el diploma de grado de “Enfermera Hospitalaria” de Judith Rodríguez Guevara dado en 1939.           

Finalmente, la última sala, “Modernidades”, muestra el desarrollo artístico propio de la segunda mitad del siglo XX en Colombia. Aquí se muestran las obras de maestros como Fernando Botero, Feliza Bursztyn y Santiago Cárdenas, entre otros. Aunque la sala está compuesta mayoritariamente por cuadros y esculturas, también hay secciones referentes a la fotografía, la música, el cine y la televisión producidas en Colombia.

Conclusiones

El Museo Nacional con su imponencia arquitectónica y su autoridad académica, a través de la disposición y los temas de las obras ahí consignadas, da un mensaje claro y evidente de la nación que quiere retratar. En este espacio se está intentando mostrar que Colombia, como la conocemos, es un espacio fundado desde el 20 de julio de 1810, que lo anterior a esto es otra entidad alinderada por esta fecha y con unos actores burgueses e ilustrados, padres de la república. A pesar de estar en el mismo espacio, hay una clara diferenciación entre los humanos que han habitado esta tierra común y cómo la han formado política, artística y comercialmente.

De la misma forma en que se ha intentado unir una serie de grupos históricos, hay otros que han quedado excluidos de la historia de la constitución del país. Algunos ejemplos podrían ser los homosexuales, los negros, los comunistas y el proletariado industrial. A pesar de existir un ánimo conciliatorio histórico, el museo sigue sin dejar de dar muestra de una gran serie de eventos constitutivos de la nación colombiana de hoy y sigue replicando patrones sesgados mediante la utilización de discursos como la industrialización, el “desarrollo” y el capitalismo. Falta, pues, una reestructuración crítica y ajena al poder central, al servicio del estado, que renueve este museo y, correspondientemente, la idea de nación que tenemos presente.

Referencias

< >Parque La Independencia (s.f). Bogotá: http://www.idrd.gov.co. Recuperado de http://www.idrd.gov.co/sitio/idrd/content/parque-la-independenciaTodas las fotos autoría propiaArendt, Hannah (2016/1996). Entre el pasado y el futuro (trad. Ana Poljak). Barcelona: Península


[1] $2.000 para niños, $3.000 para estudiantes, $4.000 para adultos

[2] Miércoles de 4:00 – 6:00 p.m., domingos todo el día; por otra parte, en virtud del solicitante – personas de escasos recursos – con los soportes correspondientes tampoco se encontraban obligados a cancelar estos rubros.

[3] Tomado del portal web del IDRD

[4] Ibídem

[5] Tomado del resumen grabado en el muro de entrada a la sala que sirve de abrebocas a los visitantes para conocer de antemano el contenido de esta.