Pasar al contenido principal

China y la agenda de la salud global

Guillermo Ospina Morales

China y la agenda de la salud global

El ascenso de China como potencia se relaciona, generalmente, con su crecimiento económico.

Sin embargo, un aspecto que suele pasar desapercibido es el rol que China ha adquirido en los últimos años dentro de la salud global, gracias a sus proyectos de cooperación e inversión. Pero, por otro lado, China también ha sido la protagonista de dos de las crisis más importantes en salud que han ocurrido en el siglo XXI: el SARS en 2003 y el coronavirus en 2020.

La crisis del SARS marcó el interés de China en la agenda de la salud global. Tras haber sido señalada de ocultar durante meses el brote del virus, silenciar a quienes lo denunciaron y ser reprendida por la OMS, el gobierno de Pekín estableció, en 2007, un proyecto enfocado en cambiar la opinión pública y la percepción del mundo sobre China, en el que la salud se convirtió en un instrumento fundamental. A partir de entonces, la participación china en organismos internacionales como la UNICEF, UNFPA, ONUSIDA y la OMS fue cada vez más activa.

La elección de la doctora Margaret Chan, de Hong Kong, en 2007, como directora de la OMS evidenció el interés chino de marcar la agenda de la salud global. Durante la década que estuvo en el cargo la Dra. Chan, China se convirtió en un importante socio estratégico para el trabajo de la OMS. Por ejemplo, en 2017, se anunció la denominada Ruta de la Seda de la Salud, un acuerdo entre la OMS y el gobierno de Xi Jinping, en el que Pekín se comprometía a realizar una importante inversión en infraestructura en salud, medicinas, equipamiento y misiones médicas en aquellos países que hicieran parte de la denominada Iniciativa de la Franja y la Ruta (Belt and Road Initiative), lanzada en 2013. Asimismo, China fue un destacado miembro de la coalición internacional para combatir la epidemia del Ébola en 2014 y es el mayor contribuyente de personal médico dentro de las misiones de paz de la ONU. Por otro lado, la OMS también brindó un importante respaldo al uso de la medicina tradicional china al reconocerla como un posible tratamiento médico en 2018, una industria que se encuentra en auge y que se ha convertido en parte importante de las exportaciones chinas.

Este activismo chino dentro de la gobernanza de la salud global fue visto con buenos ojos por parte de la Unión Europea y Estados Unidos, pues se consideraba que el interés de China en las problemáticas mundiales era una muestra de que se comportaba como una potencia responsable, la cual apoyaba las normas y las instituciones del sistema internacional. No obstante, esta labor de China dentro de los escenarios multilaterales es secundaria frente a la denominada “diplomacia de la salud” que ha desarrollado en África.

La relación entre China y África ha estado marcada por la salud, siendo las misiones médicas enviadas a Argelia en 1963 su primer antecedente. Desde entonces, China se ha convertido en un aliado fundamental de los gobiernos africanos para garantizar a gran parte de su población atención médica y acceso a medicinas a bajo costo. Así, en el marco del Foro de Cooperación China-África (FOCAC) creado en el 2000. Pekín se ha comprometido a multiplicar sus esfuerzos en el tratamiento y la lucha contra enfermedades como la malaria, la construcción de hospitales y centros médicos, el aumento de las misiones médicas y el otorgamiento de préstamos y subvenciones para la compra de medicinas (buena parte correspondiente a la medicina tradicional china).

col1im3der

 

Estos compromisos chinos con la salud le han permitido mejorar su posición dentro de las naciones africanas, ganando “las mentes y los corazones” de los líderes políticos y la población, que ven la influencia y las inversiones chinas como algo positivo. Sin embargo, la salud es un componente de la estrategia diplomática china en la que promueve sus intereses, dándoles un sentido humanitario.

Así, las ayudas de China han sido parte del establecimiento de acuerdos bilaterales que incluyen el aumento de importaciones de productos chinos, la inversión en infraestructura, el otorgamiento de préstamos y el acceso a recursos naturales. Además, los acuerdos de cooperación en salud han estado caracterizados por el pago de los gastos de las misiones médicas, de los equipos y de los productos farmacéuticos por parte de los países receptores, que, en buena parte de los casos, han sido financiados mediante préstamos, lo que ha sido señalado por algunos como un aspecto de la denominada “trampa de la deuda”, la cual ha caracterizado las relaciones de Pekín con naciones africanas y asiáticas.

El interés chino por la salud le ha traído importantes réditos en el escenario internacional, ya que le ha permitido presentarse como un benevolente y preocupado líder global, ganando influencia sobre otras naciones y, particularmente, en el caso africano, donde ha venido desplazando a Estados Unidos como el principal socio comercial. También, ha obtenido respaldo en la promoción de sus principales intereses, especialmente, frente al caso de Taiwán y la política de “una sola China”. Vale la pena señalar que la resolución 2758 de la Asamblea General de las Naciones Unidas, que reconoció a la República Popular de China como el representante legítimo de China y expulsó a Taiwán de la organización, fue apoyada por veintiséis países africanos. Sin lugar a duda, un resultado que se debió en cierto grado a las ayudas chinas en salud durante la década de 1960.

La actual crisis del coronavirus puso de manifiesto la influencia que China ha alcanzado sobre la salud global y en instituciones como la OMS durante las dos primeras décadas del siglo XXI. Si bien las críticas del Donald Trump contra la organización pueden ser imprecisas, es innegable que la elección de Tedros Adhanom Ghebreyesus como director general de la OMS se debió al respaldo de China y que sus acciones, como desconocer las alertas tempranas que emitió Taiwán en diciembre y dejarle de lado en la asamblea anual de mayo pasado, demostraron un alineamiento con la postura internacional de Pekín. Sumado a esto, hubo una aplicación laxa del Reglamento Sanitario Internacional, que exige a los gobiernos ser transparentes con la información ante brotes de enfermedades y que, en caso de no ser considerados confiables, la OMS se encontraba en la capacidad de señalar la falta de colaboración, de consultar otras fuentes y de emitir alertas sin necesidad tener el visto bueno del país en el que se originaba la enfermedad. Sin embargo, a pesar de estas atribuciones, la OMS confió en los reportes de las autoridades chinas e ignoró los datos de otras naciones. 

col1im3der

 

Aunque el origen de la pandemia del coronavirus en Wuhan ha desatado importantes críticas que señalan al gobierno de Pekín como responsable, esta crisis también ha representado una oportunidad para transformar la imagen china ante el mundo y resaltar su eficiencia en el manejo de los brotes. Incluso, la OMS destacó la respuesta de Pekín y la exaltó como un referente para los demás países. Estas declaraciones fueron la base de una agresiva estrategia de propaganda internacional que ha señalado los esfuerzos chinos para colaborar con las demás naciones, enviar ayudas y brindar asesoría como una muestra de solidaridad y de liderazgo internacional. Así, se aclamó la participación de asesores chinos y el envío de suministros médicos a países como Italia y España y a otras naciones de África y Europa del Este.

En esta llamada “diplomacia de las mascarillas” también han participado las grandes empresas chinas como Alibaba, del multimillonario Jack Ma, y Huawei. Estas empresas han ayudado a mejorar la imagen China en África y en Asia enviando donaciones a países como Sri Lanka, Corea del Sur, Irán, Filipinas, España, Angola, entre muchos otros. A lo que se sumó la forma como los medios de comunicación estatales chinos promocionaron la construcción de hospitales en tiempo récord y la realización de una dura cuarentena que permitió controlar exitosamente la enfermedad.

De esta manera, la salud ha sido un campo en el que China ha venido realizando importantes inversiones para posicionarse como una potencia global y demostrar su liderazgo internacional.  Es un actor clave en la agenda de la salud global, tanto en los avances que han permitido luchar contra enfermedades y garantizar acceso a la salud a poblaciones de bajos recursos, como en los desafíos; siendo la protagonista de la principal problemática de salud en el último siglo.