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Nuestro estilo de vida es un acto político

Camila Villalobos Araújo

Mujeres-trabajando-en-fabricas-de-ropa-By-SuSanA-Secretariat-CC-BY-2-0

Solemos pensar que lo político se reduce a las acciones de nuestros dirigentes y a cómo sus decisiones afectan a las sociedades y de algún modo, a nuestras vidas. También suele pensarse como un concepto macro en el que los ciudadanos del común no nos vemos inmiscuidos. Sin embargo, lo político es también todo aquello que genera un impacto en la comunidad y en el mundo en que vivimos, por ello, lo político termina siendo relevante para todos, porque al vivir en sociedad, tenemos la capacidad de que nuestros actos tengan un poder transformador en la misma. 
 
Pero, ¿qué constituye un acto político y cómo podríamos, como ciudadanos, ser conscientes de que nuestros actos son políticos? Nuestro estilo de vida puede darnos una pista de cómo estamos aportando a nuestras comunidades y estamos haciendo de nuestra presencia en ella, como un acto político. Muchas personas piensan que las pequeñas acciones como reciclar, ahorrar agua o donar algún alimento, no tienen ningún efecto a gran escala porque ‘son uno en un millón’. No obstante, si pensamos que de los miles de millones de habitantes del mundo, por lo menos la mitad, generan acciones que piensan que son ‘insignificantes’, en realidad están aportando de manera significativa a que el mundo vaya cambiando paulatinamente.
 
Otras personas piensan que la responsabilidad ambiental y social reside exclusivamente en las grandes industrias y corporaciones porque ‘son ellas las que contaminan’ y ‘son ellas las tienen en malas condiciones a sus trabajadores’. Esto es parcialmente cierto, las grandes industrias como la ganadera, la automotriz y la textil, por poner unos pocos ejemplos, generan millones de residuos contaminantes para el planeta y muchas tienen en condiciones deplorables a sus trabajadores. Sin embargo, la responsabilidad no recae únicamente en ellas, porque estas corporaciones viven de los consumidores, quienes tenemos el poder de decidir si seguirles el juego o adoptar estilos de vida más sostenibles.
 
Así, a través de actos cotidianos, sencillos y en la medida de nuestras posibilidades, tenemos la capacidad de contribuir a mejorar, si no el mundo, por lo menos nuestra comunidad, haciendo de nuestros estilos de vida, un verdadero acto político. Existen muchas formas de llevar a cabo este cometido, sin embargo, hay dos que considero que tienen un impacto enorme en lo ambiental, en lo social y en lo personal.
 

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Poster de Cowspiracy - By David Dickens

El primero de dichos actos consiste en reevaluar lo que comemos y cómo lo comemos. Hace unos años vi un documental llamado Cowspiracy (juego de palabras entre ‘vaca’ y ‘conspiración’), el cual me cambió la perspectiva sobre el consumo animal, especialmente, sobre el consumo de carnes rojas. De acuerdo con este documental, es un hecho que la ganadería, especialmente la ganadería extensiva, es una de las actividades más contaminantes del mundo porque genera una gran cantidad de emisiones de Co2, un desperdicio exagerado de agua, y es la principal causa de deforestación de bosques y selvas.
 
Al pensar que solo comiéndome una hamburguesa soy capaz de generar tal nivel de contaminación, empecé a reconsiderar mis hábitos de consumo y a pensar que una dieta vegetariana o vegana podría reducir considerablemente mi huella ambiental y contribuir a mejorar mi salud. Pero, volverse vegetariano o vegano es una decisión absolutamente personal, por lo que, si no queremos cambiar radicalmente nuestra dieta, sí podemos contribuir de manera efectiva a la disminución de la contaminación ambiental, a través de la reducción del consumo de carne a una o dos veces por semana.
 
También es importante apoyar el consumo de alimentos orgánicos y locales, ya que los alimentos procesados deterioran nuestra salud a largo plazo, mientras que los alimentos  naturales nos hacen sentir mejor y contribuyen a que campesinos y productores locales puedan vivir en mejores condiciones.
 
Así mismo, otro acto cotidiano que constituye un verdadero aporte a nuestras comunidades es la selección adecuada de prendas de vestir. De acuerdo con otro documental que me cambió la perspectiva, llamado “El verdadero costo”, el fast fashion o moda rápida, es un fenómeno de la industria textil, a través del cual las grandes marcas multinacionales cambian sus colecciones todo el tiempo y deciden qué está de moda y qué no, haciendo que las personas cambien su armario repetidamente sin permitir a la ropa, tener una larga vida útil.
 
Esto constituye un problema a nivel ambiental y social. A nivel ambiental, porque existen ciertos materiales de ropa como el denim (material de los pantalones de jean) o el cuero, que son supremamente contaminantes y si se están produciendo todo el tiempo, la contaminación llega a niveles exagerados. A nivel social, el problema es más preocupante porque la mayoría de personas que confeccionan estas prendas trabajan en condiciones deplorables y son muy mal pagas, debido a que las fábricas venden la ropa a las marcas a muy bajos precios, y los trabajadores quedan en la terrible disyuntiva entre ganar poco o no ganar nada y por ende, no comer.
 
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Tienda H&M - By Alexcaban at en.wikipedia, CC BY 3.0

Un verdadero acto político es no hacernos los ciegos frente a esta situación y empezar a replantearnos qué marcas estamos consumiendo y cada cuánto estamos comprando ropa. Una forma muy efectiva de contribuir a ese efecto es comprando marcas locales y preferiblemente hechas con materiales reciclados y sostenibles. Así, apoyamos emprendimientos locales e independientes y contribuimos al cuidado del medio ambiente. Es cierto que algunas de estas marcas suelen ser algo costosas, por lo que, otra gran opción para contribuir a este propósito es través de la compra de ropa de segunda mano o el trueque de prendas con nuestras amigas y amigos, porque no hay prenda más sostenible que la que ya existe.
 
En suma, actos tan sencillos y cotidianos como lo son nuestros hábitos de consumo, pueden constituir un verdadero acto político y generar un impacto que transforme nuestras comunidades y nos permita, no solo a nosotros, sino a los más vulnerables tener una mejor calidad de vida y cambiar de a poco el mundo en que vivimos.