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La Biblioteca antigua, luego de la Guerra de los Mil Días

portada
Himno nacional es una poesía satírica de Miguel Antonio Caro[1], burlándose de la administración Sanclemente-Marroquín, inaugurada el 7 de agosto de 1898, y que terminó en el gobierno efectivo del último, luego de los conocidos hechos del 31 de julio de 1900. El texto de la composición viene siendo el programa vicepresidencial de Marroquín, explicado con el estribillo “Al revés te lo digo / para que lo entiendas”. La crítica de Caro al Gobierno se centra en episodio del golpe, las emisiones clandestinas de papel moneda, el nepotismo, presuntos negocios oscuros y... una actuación en contra del Colegio del Rosario. La quintilla es como sigue:
 

Con las reparaciones posteriores a la guerra, el edificio colonial va dando paso al
moderno claustro. Detalle de la Ofrenda del colegial Pedro Pradilla y Silva.

 

 

Recibirá la instrucción
un impulso extraordinario;

el Colegio del Rosario
de especial predilección

tendrá señaladas prendas.

 


Hay una nota de Caro: “Suprimido de hecho, saqueada su antigua biblioteca, y vendidos los libros al peso en las tabernas, bajo la administración Marroquín”. Referente al saqueo de la biblioteca, existe un reporte del propio rector Carrasquilla. Se trata del Informe que el ministro de Instrucción Pública presenta al Congreso de Colombia en sus sesiones ordinarias de 1904, donde viene un apéndice de documentos, uno de ellos el Informe del rector del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, fechado el 4 de junio del mismo año. Allí se rinden cuentas y se nombra la plantilla del instituto; a continuación, otro escrito sin título hace relación de lo acontecido a raíz de la guerra, fechado en 8 de abril de 1902.

 

Primero, que el Gobierno destinó el edificio para cuartel militar, desde noviembre de 1899. El rector no ignora que la Constitución permite que el Gobierno pueda ocupar casas y edificios, pero con la notable excepción de los colegios, “que en toda nación culta se estiman como sagrados”. El caso era que las tropas completaban ya dos meses y medio de ocupación, con lo cual se había impedido el inicio del nuevo año escolar. En dicho lapso, se había destruido el “venerando claustro”: todo lo que se pudiera retirar por la fuerza se había vendido; los libros, guardados bajo llave, así como la galería y demás objetos de valor, se habían rematado por peso en pulperías y bodegones. Se perdieron asimismo los documentos fundacionales y los objetos sagrados de la capilla.

 

La ruina total. Paulatinamente la Policía Nacional va recuperando lo perdido, entre lo que se destaca el “venerable escritorio de Masústegui con los preciosos documentos que encerraba”, aunque forzado para abrir los cajones secretos. Es decir, el mueble que hoy conocemos como bargueño.

 

En el Informe de 1928, el rector Carrasquilla da cuenta del estado
de la lujosa Biblioteca (Revista del Rosario, 231 feb. 1 1929).

 

En informe de 1.o de diciembre de 1902, el rector da cuenta del avance de la reconstrucción, con fondos del Gobierno. La obra costó apenas 80 000, “y si la mayor parte de la antigua biblioteca no se hubiera perdido, podríamos consolarnos de los estragos de la barbarie”. Otra pérdida notable: “varios expedientes del archivo que contenían la historia de los próceres de la República”.

 

Puertas y ventanas convertidas en leña para cocinar el rancho de los soldados; las vidrieras hurtadas y vendidas a vil precio; los entablados arrancados y aun quitadas las vigas que lo sostenían; y por todas partes excavaciones para substraer los tubos del agua y los del gas; destruídos los baños espléndidos construídos en el Rectorado del que es Vicepresidente de la República; desaparecidas varias imágenes de la Capilla; los armarios de la sacristía abiertos violentamente, y ni señales de papeles, ni de tapices, ni de nombres, ni de inscripciones. Queda sólo sobre la puerta principal el escudo en piedra que yo hice poner hace diez años, y que sirve como protesta muda pero elocuentísima contra el nuevo destino que el claustro ha recibido.
 
 


 

[1] Caro, M. (1988). Anécdotas y poesías satíricas de Miguel Antonio Caro. Edición, introducción y notas de Guillermo Hernández Peñalosa. Bogotá: Instituto Caro y Cuervo.