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Buenaventura Ahumada contra los vagos y mal entretenidos

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Era sagaz y valiente, conocedor de las gentes, firme contra los obstáculos del capricho o del poder, al mismo tiempo que humano y afable con los infelices, amigo de la igualdad. Eugenio Díaz.

Buenaventura Ahumada es, que sepamos, el único rosarista que figura como personaje en la literatura colombiana. Un documento de 1828 nos lo presenta como funcionario de la Jefatura de Policía de Bogotá.

Eugenio Díaz (1804-65), nacido en el entonces vecino poblado de Soacha, es tenido por uno de los fundadores de El Mosaico, medio impreso y tertulia, donde debuto con la novela Manuela, en 1858. Estas fechas son interesantes, pues muestran que la producción literaria del señor Díaz no ocupó ni la última década de su vida. Una ronda de don Ventura Ahumada salió publicada en Bogotá (La Nación: 1858), cuya edición más divulgada fue la tercera (Minerva: 1936)[1].

Don Buenaventura o Ventura

Juan José Buenaventura de Ahumada y Gutiérrez, santafereño, vistió la beca de colegial del Rosario, el 21 de julio de 1802[2]. Estudió Filosofía y Derecho civil, en el periodo 1802-7[3]. Elegido procurador del Colegio, el 18 de diciembre de 1806[4]. En 1811, participó en la oposición a la cátedra de Filosofía, pero “habiendo tenido precicion de ausentarse D[o]n Buenaventura de Ahumada de S[an]tafe, ha abisado p[o]r carta al presente Pro-Secretario q[u]e no puede restituirse à tiempo oportuno p[ar]a aser la oposision, y q[u]e p[o]r tanto desiste de ella”[5].

Vagos y mal entretenidos, el documento

 

 

 
inicio-del-documento.jpg

Inicio del documento, 21,3 x 16,2 cm: difícil lectura, tanto por la escritura como por la tinta.

Transcribimos a continuación una comunicación del señor Ahumada a un catedrático del Rosario [AHUR, caja 22 ff. 316r-v]:

Republica de Colombia[1]

Juzgado de

Policia

Bogotá febrero

29 de 1828

Al s[eñ]or catedratico de derecho Canonico.

Siendo una de mis atribuciones per-

seguir á los vagos y mal entretenidos

p[ar]a destinarlos á la marina, y teniendo

notisia positiva de q[u]e muchos de esta cla-

se se acojen á q[u]e son cursantes de estudios,

cuando su conducta no es otra q[u]e andar

vagando de dia y de noche p[o]r las calles y

entregados a la ociosidad y juegos

prohibidos; no debiendo permitir q[u]e la

juventud se corrompa, prinsipalm[en]te

habiendo en esta capital muchos jovenes

de otras provinsias, á quienes han em-

biado sus padres con el objeto de q[u]e se edu-

quen, y acaso no se consigue este fin p[o]r

q[u]e no hay colejios, y viven d[ic]hos jovenes

sin sujecion alguna alucinando[2] á sus

[F. 316v] á sus (sic) padres y al publico con q[u]e son estu-

diantes; p[ara] poder distinguir á los q[u]e ver-

[da]deram[en]te lo sean de los otros, y poder em-

plear contra aquellos todo el rigor de la

ley de bagos, espero se sirva u[sted] acompa-

ñarme lista de los q[u]e diariamente asis-

ten á su clase expresandome el lugar

de su nacimiento y la casa donde

viven; pues se necesita tomar oportuna-

mente una medida q[u]e contenga el desor-

den q[u]e se advierte en esta clase de jove-

nes.

Dios gu[ard]e a u[sted]

una-ronda-de-don-ventura_0.jpg

Transcribimos a continuación una comunicación del señor Ahumada a un catedrático del Rosario [AHUR, caja 22 ff. 316r-v]:

De ronda con don Ventura

En este punto, la política interfiere en la vida académica del joven abogado. Se vinculará, como muchos, a la causa de la Independencia. Cedemos la palabra a José María Restrepo Sáenz, su biógrafo[1]:

Al organizarse en Santafé el regimiento de milicias de caballería del Nuevo Reino de Granada, para la defensa de la patria, en julio de 1810, Ahumada fue escogido para teniente de la primera compañía del segundo escuadrón, cuyo comandan te era don Tadeo Cabrera [...].

En calidad de ayudante, formó parte don Ventura de la famosa expedición al norte que salió de la capital a fines de julio de 1812, con el benemérito Nariño a la cabeza, a combatir a Baraya y demás cundinamarqueses insurrectos, que unidos a los federalistas de Tunja hacían la guerra a Santafé. Terminó la campaña en virtud de los tratados de Santa Rosa, celebrados el 30 de julio entre los plenipotenciarios de las dos provincias [...].

En diciembre de 1814, cuando las tropas federalistas, con Bolívar por jefe, se hallaban acantonadas a inmediaciones de Santafé con el designio de atacarla, Ahumada se mostró entusiasta defensor del gobierno de Cundinamarca [...].

A la llegada de Morillo, Ahumada salva hábilmente la vida:

De un documento auténtico que existe en el archivo histórico de la Biblioteca Nacional, fechado en noviembre de 1816, en el que consta que Ahumada fue juzgado por el Consejo de Purificación establecido por los pacificadores, copiamos: "Don Buenaventura Ahumada era capitán de las tropas rebeldes; se fugó el año de 15 y pasó a las tropas del Rey, por lo que le formaron causa aquéllas; se le declaró libre de cargo no resultándole otro [...].

Quizá don Ventura, a la entrada de Morillo en 1816, supo sacar partido de las persecuciones de que había sido víctima en el año anterior, y no contradijo la especie de su ingreso en el campo de los españoles, con el objeto de salvarse en trance tan difícil [...].

Superado el peligro, vuelve Ahumada a las filas republicanas:

Prueba de que la actitud de Ahumada en favor de los españoles tuvo poca significación, y de que su conducta para con los patriotas no fue mala, es la circunstancia de encontrarle hecho cargo nuevamente de sus viejas funciones de capitán de milicias de Caballería, en septiembre de 1819 [...].

En 1822 desempeñó Ahumada el puesto de alcalde de segundo voto de Bogotá[2]. Como tal, propuso al Cabildo la construcción de un cementerio, empresa que no pudo llevarse a cabo por el momento. En 1825 tomó posesión de la jefatura política del cantón de la capital, destino a que estaban adscritas las atribuciones de jefe de policía. Durante cinco años aproximadamente sirvió este cargo, y en él adquirió la celebridad de que con justicia goza. Desde el principio de su administración se dedicó con ahínco a procurar el adelanto moral y material de la ciudad de su nacimiento.

Leemos en La Miscelánea de Bogotá, del 30 de octubre de 1825: "Policía. De poco tiempo a esta parte comienza a advertirse alguna mejora, en la policía, debido a la actividad del nuevo juez político, señor Buenaventura Ahumada: las calles se empedran y se limpian; los juegos prohibidos dejan de autorizarse con el silencio o el disimulo, y se proyectan varias mejoras de utilidad pública. El señor Ahumada encontrará al principio los inconvenientes que naturalmente presenta el arreglo de un ramo que ha estado siempre en un absoluto abandono...". Y en el número correspondiente al 5 de marzo de 1826 del referido periódico: "El juez político de este cantón, Buenaventura Ahumada, continúa infatigable en la patriótica empresa de arreglar la policía, y sobre todo, el aseo y ornamento de la ciudad. El público va a deber a su celo y actividad la conservación del hermoso y útil Puente-Grande[3], que ya amenazaba ruina...". Merced a la iniciativa de don Ventura se quitaron las tiendas de chichería de la plaza grande (hoy plaza de Bolívar) y de las calles de Florián y otras inmediatas. El citado don Eugenio Díaz, que alcanzó a vivir en aquella época, describe el manejo de don Ventura como jefe de policía, en estos términos:

"Era sagaz y valiente, conocedor de las gentes, firme contra los obstáculos del capricho o del poder, al mismo tiempo que humano y afable con los infelices, amigo de la igualdad, porque en el cumplimiento de las disposiciones de policía no había para él diferencia de capas ni de ruanas, ni de alpargatas, botas o quimbas. Don Ventura era temible en Bogotá, es decir, para los díscolos y malhechores, porque para los hombres de bién antes era apreciable, antes era su egida".

Don Ventura fue riguroso en exceso, especialmente con los tahúres y vagamundos. Pudo obrar a la maravilla contra los primeros, pues él en sus mocedades no había sido ajeno del todo a las contingencias de la mesa verde, por lo cual le eran conocidos todos los escondrijos. Se cuenta que cuando en el teatro veía persona cuya conducta no ofrecía ejemplos de ajustamiento, la hacía sacar por la policía, sin consideración de ninguna especie [...].

De la severidad, sin embargo, se puede caer fácilmente en los excesos de la rigidez:

La fama de terrible que adquirió Ahumada por su severidad hizo que posteriormente se le citara como término de comparación entre los agentes gubernamentales más rígidos. Por lo cual escribía don Mariano Ospina a su amigo el doctor Joaquín Emilio Gómez en 1842: "Acevedo (gobernador de la provincia de Bogotá) está reclutando vagamundos y desertores de toda especie; le temen ya más que a Ahumada". En 1829, año en que dejó de ocupar el cargo de jefe político, decía el secretario de Relaciones Exteriores doctor Estanislao Vergara al Padre de la Patria, en carta fechada en Bogotá el 8 de abril: "Ventura Ahumada ha renunciado su destino, y el Consejo, que no podía admitirle la renuncia, lo ha exonerado únicamente y remitido a Vuestra Excelencia el negocio. El señor Urquinaona ha sido encomendado provisionalmente de las funciones de jefe de policía: él es excelente sujeto, muy amigo nuéstro, hombre de actividad y de instrucción, bien querido aquí y podría hacer un buen jefe de aquel ramo. Lo recomiendo a Vuestra Excelencia para su nombramiento en caso de que estime conveniente admitir la dimisión de Ahumada".

Dejamos aquí la biografía de don Buenaventura, a quien todavía restaba una década de activa vida pública. Murió en Bogotá, el 17 de junio de 1838, y fue sepultado en la iglesia de la Candelaria.

Para profundizar en el problema mencionado en el documento, recomendamos el trabajo de Patricia Rodríguez (2018). Reconstrucción de la objetivación del sujeto vago en Colombia en el siglo XIX. [Tesis de doctorado, Universidad Nacional de Colombia].


 

[1] Restrepo, J. (1914). Don Buenaventura Ahumada. Revista del Rosario, 10(91), 16-32.

[2] Sobre los alcaldes ordinarios, ver Vázquez, A. (2010). De la primera sangre de este reino.

las élites dirigentes de Santa Fe (1700-1750). Bogotá: Universidad del Rosario.

[3] Puente sobre el río Bogotá, a la altura de Fontibón. Hay fotografía de Gumersindo Cuéllar.

[4] Restrepo, J. (1914). Don Buenaventura Ahumada. Revista del Rosario, 10(91), 16-32.

[5] Sobre los alcaldes ordinarios, ver Vázquez, A. (2010). De la primera sangre de este reino.

las élites dirigentes de Santa Fe (1700-1750). Bogotá: Universidad del Rosario.

[6] Puente sobre el río Bogotá, a la altura de Fontibón. Hay fotografía de Gumersindo Cuéllar.

[7] Restrepo, J. (1914). Don Buenaventura Ahumada. Revista del Rosario, 10(91), 16-32.

[8] Sobre los alcaldes ordinarios, ver Vázquez, A. (2010). De la primera sangre de este reino.

las élites dirigentes de Santa Fe (1700-1750). Bogotá: Universidad del Rosario.

[9] Puente sobre el río Bogotá, a la altura de Fontibón. Hay fotografía de Gumersindo Cuéllar.