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Prehistoria del Archivo Histórico: el siglo XIX, hasta 1866

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Para el Colegio del Rosario, lo mismo que para el país, el siglo diecinueve fue un periodo de marcados cambios. De un documento de la visita que hiciera el patrono al Claustro en 1866, extractamos lo que tiene que ver con archivo y biblioteca.

“Que de 1850 para atras el colejio estuvo refundido con sus bienes i rentas en la universidad del primer distrito” [AHUR, caja 46 f. 290v].

Desde 1826, el Gobierno nacional había puesto a andar el proyecto de universidad pública, administrando los colegios de San Bartolomé y del Rosario. La institución funcionó con los nombres de Universidad Central, primero, y del Primer Distrito, después[1]. Este hecho significa que “bienes i rentas” del Rosario pasaron a control de manos extrañas, por un periodo significativo.

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Esta es la única visita impresa que posee el Archivo Histórico. Esta y la de San Bartolomé están digitalizadas en la Biblioteca Nacional.

“(...) entrando en primer lugar a la pieza de la secretaría. Allí puso el rector de presente dos libros de actas de la conciliatura[2] que empieza el primero en trece de noviembre de mil ochocientos cincuenta i concluye en treinta i uno de diciembre de mil ochocientos cincuenta i ocho, i el segundo principia en cinco de enero de mil ochocientos cincuenta i nueve i llega hasta el presente” [f. 291v].

En cuanto a la ubicación, nos indica el documento que el Archivo estaba en la Secretaría, en poder del secretario. Las actas de Consiliatura estaban organizadas en dos libros, periodo 1850-58 y 1859 al presente.

“Presentó ademas el rector un cuaderno que contiene actas de la conciliatura del siglo décimo sétimo, e informó que no existen en el archivo los libros de las actas de otros tiempos que los espresados. Mostró ademas los libros de comunicaciones i de posesion de empleados, llevados en debida forma” [f. 291v].

Este pasaje nos muestra el principio de organización del Archivo: las ya citadas actas de Consiliatura, correspondencia y nómina. Llama la atención el vacío que señala de las actas correspondientes al siglo XVIII.

“Puso de manifiesto el archivo colocado en sus estantes con puertas de vidrieras i clasificados los papeles con sus correspondientes rótulos para facilitar la busca de cualquier documento. Manifestó que el arreglo actual del archivo es provisional, pues convenía volver a arreglar conforme al índice que mostró, hecho en mil ochocientos treinta i seis en el rectorado del señor doctor José Duque Gómez; pero que esta es operacion laboriosa i que requiere sea encargada a una persona competente. El ciudadano presidente observó con satisfaccion el arreglo de la secretaría, i esta inspeccion le produjo igual satisfaccion, por el órden en que están los documentos que constituyen el archivo” [f. 291v].

Dos datos clave: la primera ordenación y catálogo del archivo se hicieron en 1836, siendo rector el Dr. Duque Gómez. Esa disposición se había roto por motivos de fuerza mayor y –lo que resulta más notable- reordenarlo requeriría de “persona competente”. Estantes con vidrieras y clasificación con rótulo dan cuenta de prácticas archivísticas satisfactorias.

“Pasóse en seguida a la biblioteca del colejio, en la que se hallaron los libros arreglados en sus estantes numerados convenientemente. El señor rector presentó el índice de la biblioteca para si se quería verificar alguna cosa. Manifestó que se notaba la pérdida de muchos libros, casi todos los de obras mas importantes i curiosas, pues el colejio estuvo entrégado a jentes estrañas i aun fue saqueado bárbaramente no solo de sus libros sino de todos sus muebles í útiles mas valiosos” [f. 291v].

La biblioteca, como el archivo, ya tenían un principio de orden. En este caso, el catálogo se levantó en 1800, siendo rector el Dr. Caicedo y Flórez. Ahora bien, las “jentes estrañas” son de dos clases, que sepamos:

“Viéronse las piezas de las aulas las que solo tienen un mal poyo de adoves para asiento de los alumnos i en algunas falta hasta una silla para el catedrático. El señor rector dijo que en tal estado se hallaban esas piezas por haber sido convertidas en calabozos para los presos políticos en 1860 i que en el saqueo de esos tiempos i los posteriores se habían perdido las buenas sillas que el colejio tenia, dejándolo en el mayor desmantelamiento” [f. 292r].

“(...) el archivo del colejio sufrió considerables trastornos i pérdidas con motivo de haber sido entregado a los ajentes de bienes desamortizados o a los empleados del colejio militar o escuela politécnica en 1861 [f. 289v].

 

En el segundo rectorado del Dr. Andrés María Pardo (1859-61), el Gobierno expropió el Claustro para convertido en cárcel pública, el 12 de septiembre de 1860, y desocupado el tres de agosto de 1861. El presidente Tomás Cipriano de Mosquera estableció, mediante Decreto de 24 de agosto del mismo año, un colegio militar y una escuela politécnica en los edificios de San Bartolomé y deI Rosario. El Dr. Pardo entregó el Claustro, con todos sus bienes, el 31 de agosto siguiente, a Miguel Salgar, jefe municipal. De este periodo, hasta 1864 en que el Colegio fue devuelto por el Gobierno, no se conservan documentos. El caos quedó plasmado en una frase del rector que recuperó el control del Colegio, Dr. Uricoechea, al abrir la primera reunión de Consiliatura: “No se leyó la última acta por que no se han encontrado en el archivo los libros de actas ni hasta hoi ha habido quien dé razon de ellos” [AHUR, vol. 130 f. 37r][3].

La desamortización de bienes de manos muertas se dispuso en virtud del Decreto de 9 de septiembre de 1861, afectando directamente bienes, capitales y rentas de “corporaciones civiles o eclesiásticas y establecimientos de educación, beneficencia o caridad en el territorio de los Estados Unidos”. La medida afectó al Rosario hasta que la Ley 41 de 1864 exceptuó los establecimientos de educación[4].

El patrono del Rosario

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Francisco Eustaquio Álvarez Rivero. Anónimo. Museo de la Universidad del Rosario.

La visita, como dijimos, fue verificada por el patrono del Colegio del Rosario, es decir, el ciudadano presidente del Estado soberano de Cundinamarca, Daniel Aldana. De su biografía, hay duda sobre la fecha de nacimiento y el dato sobre su formación en San Bartolomé parece errado. Fue presidente del Estado en varias ocasiones, la primera en 1866. Francisco Eustaquio Álvarez, rector dos veces del Rosario, estaba iniciando su primer periodo (1866-70).

En congreso de 20 de septiembre de 1861, los plenipotenciarios de siete Estados firmaron un pacto de unión que creó los Estados Unidos de Colombia, que se rigió por la Constitución de Rionegro, 1863. En virtud de ella, correspondía al Gobierno general el régimen de los establecimientos públicos y el fomento de la instrucción pública. Por Ley de 11 de mayo de 1864, la Asamblea legislativa del Estado dispuso lo siguiente sobre los colegios de Bogotá: en San Bartolomé se estableció la Facultad de Ciencias políticas y Jurisprudencia; mientras que al Rosario le reconoció independencia de la Asamblea y vigencia de las Constituciones, conservando solo el derecho de patronato en manos del presidente del Estado[5]. Luego de varias consultas jurídicas, el Gobierno general resolvió devolver los dos colegios, el 24 de junio de 1864. El 10 de julio siguiente, se habían reiniciado las clases en el Rosario. El internado volvería a funcionar desde el primero de febrero siguiente.

La cuestión legal siguió aclarándose cuando el Congreso expidió el Decreto derogatorio del artículo 2.o del Decreto expedido por el Presidente provisorio de la República el 24 de agosto de 1861 (el que fundó el Colegio militar), el 18 de marzo de 1865. El punto del patronato quedaba ambiguo: en 28 de octubre, el secretario de lo Interior y Relaciones exteriores conceptuaba que debía recaer en el presidente de la Unión; en 14 de diciembre, se inclinó por lo contrario, favoreciendo al presidente del Estado[6].

Firman además la visita José E. Ucrós, vicerrector; Rafael Eliseo Santander, secretario de Gobierno del Estado soberano de Cundinamarca; Felipe Lora González, oficial mayor de la Secretaría de Gobierno, encargado del despacho. Torcuato Carreño había obtenido la beca de la Secretaría el 17 de febrero de 1866 [AHUR, caja 43 f. 296]; nacido en El Cocuy (Boyacá) e ingresado al Rosario en 1864.

 


 

[1] Blog del Archivo Histórico de la Universidad del Rosario. La autonomía del Rosario, en un Decreto de 1853.

[2] La forma ‘conciliatura’ fue corriente en el diecinueve. Hay ejemplos incluso del siglo XX, en las universidades Nacional y De los Andes. Lo correcto es ‘consiliatura’, pues no tiene que ver con el verbo ‘conciliar’, sino con el sustantivo consiliario’: “En algunas corporaciones y sociedades, persona elegida para asistir con su consejo al superior que las gobierna, o tomar parte con él en ciertas decisiones”.

[3] Guillén, M. (2003). Rectores y rectorías del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, 1653-2003. Bogotá: Academia Colombiana de Historia.

[4] Gaitán, J. (2013). La difusa autonomía. El Colegio del Rosario en los proyectos de universidad pública del siglo XIX colombiano. Rev. hist. edu. latinoam., 15(21), 107-59.

[5] Ese mismo día, se dictó otra Ley “incorporando la ciudad de Bogotá al territorio del Estado”. La que nos compete lleva subtítulo “sobre instruccion secundaria”. El Rosario queda restablecido “al estado legal que tenia el 18 de julio de 1861”. Mientras se volvía al régimen electoral tradicional, la Asamblea elegiría rector y vicerrector “entre los hijos del Colegio”. Cf. Recopilación de Leyes y Decretos del Estado soberano de Cundinamarca.

[6] Mayorga, F. (2010). El Estado y el Colegio del Rosario en el siglo XIX: una historia de luces y sombras. Bogotá: Editorial Universidad del Rosario.