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Qatar, el mundial de la discordia

Mauricio Jaramillo Jassir

Bandera de Catar - Dominio público

Al margen del resultado deportivo que el autor de este texto prefiere desconocer, el Mundial de Qatar pasará a la historia como un evento deportivo plagado de contradicciones, y como “Un antes y un Después” en la historia del fútbol. El país ubicado en la Península Arábiga en el Oriente Medio, se ha establecido como un país de migrantes, pues casi el 80% de su población tiene este origen. Se trata en especial de personas provenientes del denominado Subcontinente Indio, Nepal, Bangladesh, Sri Lanka, Pakistán y la India. Esta franja poblacional consiste en trabajadores que están constantemente sometidos a la voluntad de sus empleadores con tratos que han sido objeto de justificadas críticas por parte de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

A comienzos de 2021, el Diario Británico The Guardian prendió las alarmas cuando publicó un reporte en el que se advertía que unos 6500 migrantes provenientes del sur de Asia habrían perecido en pésimas condiciones. Lo mas grave es que la cifra podría ser aún mayor, pues no se pudieron recolectar cifras de migrantes proveniente de Filipinas y Kenia. El Diario Británico estima que un porcentaje representativo de estos decesos está asociado a la construcción de estadios y facilidades para el Mundial de fútbol.  Las autoridades Qataríes solo reconocen unas 36 muertes asociadas con las obras, pero Amnistía Internacional ha denunciado en repetidas oportunidades, que no hay claridad y cree que las estadísticas están subrepresentadas. Una calamidad total que se agrava por las restricciones de derechos en especial de la comunidad LGBTI+ que es blanco de constantes vejámenes. 

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Selección de futbol de Catar - De Fars Media Corporation, CC BY 4.0

El sistema laboral Qatarí conocido como kafala ha sido reformado, pero las dudas sobre garantías laborales para migrantes subsisten. Por eso, diversas organizaciones, activistas y líderes mundiales pidieron boicotear el evento. Deportistas como Philipp Lahm y Tony Kroos han denunciado las condiciones en las que trabajan los empleados por lo que han pedido gestos de condena más directos frente a las autoridades del país.  Jürgen Klopp entrenador del equipo Liverpool afirmó contundentemente que “todos somos culpables” y Louis van Gaal Director de la Selección Neerlandesa propuso recoger fondos para compensar a las familias de los obreros fallecidos. Y como era de esperarse artistas de las diferentes industrias del entretenimiento como Rod Stewart o Dua Lipa o el activista Ibai Llanos anunciaron que no participarían de ninguna forma en el mundial. 

¿Existen antecedentes de situaciones similares? Sí y no. El referente mas evocado es el mundial de Argentina en 1978 realizado en plena junta militar y cuando la ola represiva se encontraba en su pico. Se estima en 30 mil el número de personas desaparecidas por la dictadura, pero aún así se realizó el evento deportivo en el que finalmente la selección anfitriona se terminó imponiendo. Nada pudo ocultar que la gesta se vio empañada por la consciencia que tenían varios asistentes de que algo grave estaba sucediendo respecto de la situación de derechos humanos.

La situación de Qatar comporta dos dimensiones. De un lado, están quienes piden no politizar el deporte y que se mantenga al margen de la política. Esta postura es hasta cierto sentido lógica, pues es cierto que, si la política invade el mundo del deporte, los conflictos geopolíticos se pueden trasladar a su esfera. De otro lado, están quienes consideran que el deporte no puede hacer abstracción del entorno en el que se desarrolla y se suele citar desde esta perspectiva, el caso dramático del contraste de la euforia de los aficionados al futbol en la Argentina del 78, con las abuelas y madres preguntando por el destino de sus hijos torturados y desaparecidos.  

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Estadio Al Bayt-De Kabhi2011 - Trabajo propio, CC BY-SA 4.0

La cuestión actual es que, si en la realización del mundial se quiso evitar una contaminación política del fútbol, la pregunta que surge es ¿por qué entonces Rusia fue expulsada por razones estrictamente geopolíticas? No se entiende, si se aspira a dejar al fútbol por fuera de las controversias de la política mundial, que se haya tomado la decisión de castigar a Moscú, una decisión con el solo antecedente de la suspensión de la membresía de Suráfrica de la FIFA por el sistema de apartheid. En el caso contrario, es decir de boicoteos a los torneos o eventos porque el anfitrión es de alguna manera merecedor de una sanción social, están los ejemplos de los Juegos Olímpicos de Moscú en 1980 y Los Ángeles en 1984 saboteados por Estados Unidos y sus aliados y la Unión Soviética respectivamente.  
 
Causa extrañeza que esta vez, ni un solo gobierno hubiese expresado su intención de hacer presión para una sanción social ejemplar, más aún con los escándalos sobre posibles sobornos entregados por Qatar a directivos de la FIFA y a personalidades del fútbol mundial. 

A pesar de la realización del Mundial, queda claro hacia el futuro que la ecuación simple por medio de la cual quien organiza este tipo de eventos puede fácilmente “lavar su imagen” queda justificadamente puesta en discusión. La idea de un poder blando desligado de la política interna y los derechos humanos parece cosa del pasado. No es la primera vez, en la historia reciente, que un Estado que acoge un Mundial no solo no mejora su atractivo, sino que deja expuestas graves contradicciones sociales. Suráfrica en 2010 pero sobre todo Brasil en 2013 con la Copa Confederaciones y 2014 con el Mundial, vivió procesos de contestación social por el derroche en la infraestructura de escenarios deportivos. 

Difícilmente el mundo del deporte volverá a ser el mismo, y aunque el Mundial se haya llevado a cabo, dejará secuelas que harán de cambiar la dinámica política y fútbol.   

Mauricio Jaramillo Jassir (Profesor de la Facultad de Estudios Internacionales, Políticos y Urbanos de la Universidad del Rosario)
@mauricio181212