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Lucrecio, en la edición de Baskerville

portada
El año de 1757 cambió la vida del impresor John Baskerville, (Wolverley, Worcestershire, Inglaterra, 1706). Dio a luz una edición virgiliana en que presentaba dos elementos que habían de marcar la historia de la producción de libros: su propia familia tipográfica y un especial papel de tela que le había facilitado James Whatman. Era, pues, el gran poeta romano en una lujosa edición.

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Baskerville, por James Millar, 1774.

La edición virgiliana, en cuarto, sorprendió al mundo editorial de su época al punto de que, el año siguiente, lo nombran impresor de la Universidad de Cambridge.

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El Virgilio de Baskerville contrasta, por su sobriedad y sencillez, con las tradiciones editoriales.

Luego, en 1763, publica su obra cumbre: a pesar de su confeso ateísmo, la obra maestra de Baskerville es una Biblia, en folio, en que el papel, las tintas y los tipos son suyos. Un colega suyo de oficio y de la Royal Society of Arts, Benjamin Franklin, admirado por sus tipos, los llevó a Norteamérica, principalmente para impresos oficiales.

ImageFranklin en su taller de impresor.

Baskerville, antes de ser impresor

John Barskerville se inició como maestro de escritura (1723), donde no solo perfeccionó su sentido estético, sino se familiarizó con el trazado y diseño de las letras. Ello le permitiría aparecer, muy poco después, como hábil grabador de placas conmemorativas y lápidas. También se dedicó (1740) a divulgar y comercializar un sistema japonés de barnizado y lacado, con que se hizo muy rico.
Más adelante (1750) abandona esas tareas y se dedica a la imprenta, haciendo énfasis en el diseño, dibujo y fabricación de sus propios tipos. En esta tarea fue notable el aporte de su alumno John Handy, quien le acompañó durante más de veinte años. La primera serie de tipos se terminó en 1754. Pero, aunque parezca paradójico, John Baskerville llega a la imprenta no para vender libros, sino porque es un artista y ve la impresión como un placer. Admira algunos trabajos de quienes lo precedieron: especialmente a los dos William Caslon, importantes hitos de la imprenta inglesa del siglo XVIII:
“Caslon no fue un innovador en cuanto a la forma de las letras; tomó modelos holandeses y los perfeccionó dándoles más carácter, ya que incluso los mejores tipos holandeses tendían a ser monótonos. De algún modo indescriptible transformaba lo que era típicamente holandés en algo esencialmente inglés”[1].
Pero busca mejorar e innovar constantemente con el fin de lograr productos perfectos. Inventa una prensa con mejores recursos mecánicos; investiga sobre tintas diferentes (más negras); propone nuevos sistemas de encuadernación e innova la fabricación del papel, consiguiendo hojas de papel sin corondeles[2], conocido como “papel vitela” que elabora para él James Whatman. Impresa la página, la pasaba (calandrado) por unos cilindros calientes de cobre; obteniendo así un alisado que borraba las huellas que dejaban las tramas del molde y los impactos de la prensa y permitía impresiones de gran calidad y nitidez.
Destacan en él el espíritu soñador y curioso, el esfuerzo innovador. Es un “ilustrado”, en el más cabal sentido de la palabra, que dio los primeros pasos para que de la técnica tipográfica surgiera la moderna actividad editorial. Logró que el libro se valorara por su presentación y no por las adiciones que hasta entonces habían hecho valiosas las ediciones (grabados, portadas, mayúsculas capitales, cenefas y orlas decorativas, remates). Para algunos fue “el impresor total”.
Después de William Caxton, maestro de la imprenta inglesa, es el primer impresor inglés que se cita más por su nombre mismo, que por el de los autores que imprime.

Sus tipos de imprenta

Su aporte específico parte de una comprobación: a su juicio, los impresores ingleses de su tiempo muestran unos tipos de letra “de ostentosa ornamentación”. Tampoco es de su agrado la tradición representada por los Caslon, íconos intocables de la imprenta inglesa. Las letras de estos le parecen pasadas de moda y poco claras. Busca, entonces, un estilo visualmente claro, sencillo y elegante. Lo mismo debe afirmarse de la composición de sus páginas, donde prima la calidad y la importancia del texto; por lo que se descarta cualquier otro tipo de decoración o adorno.

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Industry and Genius, 1990, por David Patten. Monumento a Baskerville en Baskerville House, situada en la que fuera casa del impresor.

A pesar de la calidad y perfección de sus tipos de imprenta, el hecho de que quisiera emular y superar a Caslon, le acarreó no pocos sinsabores: los tipos de Baskerville no se ganaron el favor de los impresores ingleses y desaparecieron en un oscuro túnel por más de 150 años hasta que el diseñador americano Bruce Rogers los rescató del olvido reeditándolos para Monotype en 1924 y para Linotype en 1931. Para otros, el pretexto para relegarlo era el argumento de que ese contraste fuerte entre el papel y la tinta más negra iba a dañar la vista de los lectores ingleses. Se vio forzado a subastar –sin éxito– sus tipos entre las Imprentas Reales de Rusia y de Dinamarca; y a ofrecerla, con iguales resultados, a la Academia de Ciencias de París.
Sin embargo, sus tipos entraron a la historia de la tipografía, como la transición entre los antiguos tipos de Caslon y los que habrían de aportar un poco más tarde Didot en Francia, y Bodoni en Italia.

Baskerville y Lucrecio

Como indica el pie de imprenta del libro que comentamos (“Birminghamae: Typis Johannis Baskerville. MDCCLXXII.” Birmingham. En la imprenta de John Baskerville. 1772), este ejemplar de la Biblioteca Antigua es uno de los tantos clásicos latinos impresos y editados por John Baskerville, con sus nuevas propuestas tipográficas.

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Un formato generoso y una ejecución limpia. Hay una docena de errores, como la indicación de la ciudad: Birminghamae, comparado con Birminghamiae de la edición virgiliana.

Deben destacarse la claridad de las letras, los amplios márgenes e interlineados, la nitidez de la impresión, la sobriedad y elegancia de la composición del texto, eludiendo por completo cualquier clase de motivo decorativo.

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Inicio de la obra. Véase la combinación de mayúsculas y minúsculas: los tipos Baskerville en funcionamiento.

El ejemplar se encuentra en buen estado y revela poco uso. Encontramos una huella de un lector:

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Anotación manuscrita, a propósito del “genitivo de singular de la 1.a declinación”.

Lucrecio, Baskerville y el Rosario

A comienzos del pasado diciembre, presentamos otra joya del Archivo Histórico. Se trata de una edición inglesa, de 1772, del texto latino del poema de Tito Lucrecio Caro De rerum natura (Sobre la naturaleza de las cosas).
Por diversas razones, queremos compartir el hallazgo. El autor, el contenido y la fecha ya son suficiente motivo para llamar la atención. Pero el libro se hace aún más interesante y valioso por su editor-impresor. Además, un célebre Rector de este Colegio Mayor, monseñor José Vicente Castro Silva, escogió el final de un hexámetro de la obra de Lucrecio como lema de uno de sus sellos; concretamente el que mandó acuñar cuando fue nombrado protonotario apostólico. Enigma: el libro registra la donación del Dr. Manuel Benito Rebollo, en 1828; sin embargo, no figura en el Catálogo de Carrasquilla (1925); vuelve a aparecer en el Suplemento de Castro Silva (1938).

ImageManuel Benito Rebollo, 1828, donante de la joya. 

Jaime Retrepo Z.,
Elkin Saboyá R.

Archivo Histórico.

[1] CLAIR, Colin. Historia de la imprenta en Europa. Madrid. Ollero & Ramos Editores, 1998, págs. 427-430. [2] “Rayas verticales transparentes en el papel de tina” define el DRAE Ver: FEVBRE, Lucien, MARTIN, Henri-Jean. La aparición del libro. México. Fondo de Cultura Económica, 2005, pág. 181.