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¿Cómo se construye un relato policial? Una aproximación a las características del género

Ismael Iriarte Ramírez

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La labor de aproximarse a los rasgos distintivos de la narrativa policial no sería posible sin el ejercicio siempre reconfortante que representa la lectura de los clásicos del género. El análisis del corpus de autores canónicos se complementa con la clasificación de los elementos constituyentes del noir propuesta por Iván Martín Cerezo en La poética del relato policiaco. El crimen y la investigación se presentan como aspectos centrales. Del primero se desprenden la víctima, el criminal, el lugar, el modo y los sospechosos; mientras que del segundo, el detective, la técnica investigativa y la acción de desenmascarar al culpable (Cerezo 40).

Salvo en raras excepciones el crimen es el detonante de las historias policiacas y por tanto suele dar inicio a las narraciones. Aunque la acción criminal por excelencia es el asesinato, no es la única transgresión a la que se alude (41). Tal es el caso del relato epistolar de Wilkie Collins “El cazador cazado” (1858), en el que como novedad para la época, la acción se desarrolla lejos de las grandes mentes criminales, y se centra en un acontecimiento doméstico: el robo de 200 libras de la habitación de la víctima. La investigación está a cargo de Sharpin, un caricaturesco y advenedizo policía que transita por la vía de los lugares comunes y los sospechosos obvios, rasgo recurrente en las historias policíacas clásicas, en las que uno o varios personajes mediocres ayudan a resaltar la figura del protagonista. En este caso, el sargento Bulmer, que apela a la observación y el sentido común para dar con el culpable, en cuya motivación se intuye una crítica al consumismo y al estilo de vida burgués.

Por su parte en “Señal del cielo” (1925) de Agatha Christie, la trama se desarrolla por la senda más clásica del asesinato. La investigación, estará cargo de Satterthwaite, el detective menos aventajado, instrumentalizado por el investigador principal, Quin, quien lo convencerá de hacer el trabajo de campo e incluso de cruzar el Atlántico para encontrar la información necesaria para resolver el caso. La motivación: celos y traición, así como los métodos: manipulación de relojes para garantizarse una coartada, también se enmarcan en la ortodoxia del género y se constituyen en elementos del fair play detectivesco recurrentes en las historias de los personajes emblemáticos de Christie, Hercule Poirot y Miss Marple.

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El chantaje es el leitmotiv de “La carta robada” (1844), historia en la que se advierte una muestra más de impericia de las autoridades policiales, encarnadas en el prefecto, cuyas pesquisas resultan infructuosas a pesar de conocer la identidad del culpable, lo que constituye una gran diferencia con los otros relatos analizados. También destaca la presencia de un narrador cuyas características poco sobresalientes acentúan los atributos del detective, como sucede con Watson en el caso de Holmes y con Hastings, habitual compañero de Poirot. El crimen y la víctima pasan a un segundo plano ante la extensa explicación del método de Dupin para hallar el documento robado y el enfrentamiento con el culpable transcurre en el campo de la lógica y la deducción. Resulta inevitable encontrar un paralelismo con el relato de Sherlock Holmes “Escándalo en Bohemia”, publicado medio siglo después.

El recordado personaje de Arthur Conan Doyle es el protagonista de “Las cinco semillas de naranja” (1891), relato en el que el crimen, a pesar de ser anunciado, no logra ser evitado por el ingenio de Holmes, que tras el asesinato del joven Openshaw tomará el caso como un asunto personal por sentirse herido en su orgullo. El concepto de culpable y la motivación también adquieren una nueva dimensión, al recaer en una organización criminal, a la que enfrentará y derrotará ante la habitual perplejidad de Watson. En esta obra cobra especial importancia la ciudad, lo que se evidencia en expresiones como “el inmenso y artificial Londres” y en las menciones de las multitudes en las calles. También llama la atención la alusión a El estudio escarlata, primera novela de Holmes, en la que se describen sus excentricidades y habilidades extraordinarias, características detectivescas recurrentes.

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 “Las perlas son una molestia” (1950) de Raymond Chandler es una muestra de la narrativa negra estadounidense, en la que se advierten varias diferencias frente a los otros cuatro relatos. El detective, Walter Gage, que también hace las veces de narrador, se aleja de la figura infalible de sus antecesores, se muestra vulnerable por su adicción al alcohol y dispuesto tanto a recurrir a la violencia como a sumergirse por igual en los ambientes más lujosos y sórdidos. Llama la atención la gran amistad que desarrolla con Henry, de cuya compañía disfrutó a pesar de saberlo culpable. Cabe mencionar la relación con su prometida, Ellen Macintiosh, una faceta poco explorada en los clásicos. Con este relato concluye este breve acercamiento a los clásicos del género en los que se advierten los elementos constitutivos, en esencia vigentes en autores contemporáneos como Andrea Camilleri, Henning Menkel, Camila Lackberg, heredera de la tradición nórdica o Leonardo Padura, destacado representante latinoamericano.
 
Bibliografía
Cerezo, Iván Martín. Poética del relato policiaco:(de Edgar Allan Poe a Raymond Chandler). EDITUM, 2006.
Chandler, Raymond. “Las perlas son una molestia”. El simple arte de matar. DEBOLISLLO, 2014.
Christie, Agatha. “La señal del cielo”
Collins, Wilkie. Cazador cazado
Conan Doyle, Arthur. "Las cinco semillas de naranja”. Obras completas de Sherlock Holmes. Madrid. Edimat Libros S.A.
Poe, Edgar Allan. La carta robada. e-artnow, 2013