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Retro, vintage, o anticuado

Ismael Iriarte Ramírez

portada

Cada vez resulta más frecuente ver como objetos, modas e incluso tecnologías del pasado vuelven en forma de novedosos desarrollos que marcan las tendencias de la temporada, bien sea mediante sutiles alusiones, o a través de una simple reproducción con tintes de modernidad.

De esta forma, elementos ordinarios que un día formaron parte de la cotidianidad, se convierten en atributos de distinción para quienes aceptan gustosos rescatarlos del pasado.

Sin embargo, a pesar de la generalizada aceptación de esta práctica, en ocasiones puede llegar a ser una difícil tarea establecer la línea que separa lo sofisticado y lo anticuado. De igual forma surgen de forma apenas natural los interrogantes acerca del origen de esta necesidad de volver constantemente sobre nuestros pasos.
 

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Tras una mirada superficial podría atribuirse esta tendencia al caprichoso mandato de la moda, cuyos hacedores, movidos por la nostalgia o la falta de creatividad, se ven obligados a volver al pasado. No obstante, las razones que hacen esto posible son mas complejas y diversas.

La inaplazable exigencia de rentabilidad y la constante búsqueda de crear nuevas necesidades en los consumidores obligan a acudir a todos los recursos posibles. Este panorama deja en evidencia la dificultad que representa un constante ejercicio de innovación, por lo que en muchos casos no queda otra opción más que la de desempolvar el baúl de los recuerdos y apelar al siempre eficaz estímulo de las emociones.

La clave del éxito parece estar sin discusión en la sensación de seguridad que genera volver a lo conocido, que en todo caso es más cómodo que seguirle el paso a esta época de superproducción comercial y sobreestimulación de los sentidos. Se convierte en una tarea imposible estar al día con las nuevas tendencias y sobre todo establecer vínculos de afecto con objetos, que cada vez desaparecen más rápido de nuestras vidas, para dar paso a otros, condenados igualmente al anonimato y la intrascendencia.

Nos aferramos entonces a lo antiguo porque dejó huella en nuestras vidas y puede entrelazarse con alguna circunstancia del pasado, no necesariamente mejor que el presente, pero del que en un ejercicio de supervivencia solo recordamos los buenos momentos.

 

Indumentarias deportivas, reproductores musicales e incluso el mobiliario doméstico son por excelencia escenarios en los que se da rienda suelta a esta estrategia con más o menos acierto. Los resultados se convierten alimento para la nostalgia y el recuerdo. No obstante, este mismo experimento en otros ámbitos como el arte y la cultura popular no deja un buen sabor de boca y los remakes no logran acercarse a los aciertos del pasado y no pasan de ser versiones empobrecidas y hasta caricaturescas de los originales.

Una mirada constante al pasado no entraña una connotación negativa, en especial si tenemos en cuenta que muchas de las tecnologías que usamos hoy en día se conservan más o menos intactas desde su origen. Sin embargo, no resulta tan provechoso permanecer atado a las viejas glorias, ni tampoco limitarse a reproducirlas en masa en el presente. Construir sobre lo construido parece ser entonces la fórmula más adecuada para mantenerse en movimiento.