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¿El día de la Tierra?

Manuel Guzmán-Hennessey

¿El día de la Tierra?

¿La Tierra? esa noción lejana que se nos invita a celebrar. Ese concepto tan abstracto, pero, al mismo tiempo, tan concreto, que se nos invita a salvar. ¿De qué? ¿De quiénes? La respuesta es inequívoca: De la presencia y la acción continuada de nosotros mismos.

Nos invitan a celebrar y, al mismo tiempo, a salvar. Suelen decirnos las campañas: ¡es necesario ir a salvar la Tierra!. Y los más animosos, dispuestos a emprender semejante cruzada, se preguntan ¿Adónde? Nadie sabe decirles. ¿A los mares remotos donde navegan, a su albedrío, islas enteras de plástico? ¿A las montañas que antes estaban cubiertas de hielo que se nos enseñaba como perpetuo? ¿A los ríos, ayer impetuosos y salvajes, hoy represados para que produzcan electricidad? Nadie sabe la dirección de la Tierra para ir a salvarla. Uno de los que más la ha estudiado en esa relación con los humanos, el sociobiólogo Edward Wilson, ha dicho recientemente que la manera de salvarla es aislar la mitad de ella de nosotros. O sea, encerrar un territorio y dejarnos afuera. Declarar que no podemos entrar en ‘Medio Planeta’(que es como se llama su libro) mientras lo restauramos. Cuidados intensivos para salvarlo de la deforestación continuada y creciente. Las cifras que muestra Colombia son alarmantes y vergonzosas.

Pero eso sigue siendo abstracto, pero, sobre todo, lejanísimo. Queda más fácil ir a wikipedia. Entro allí para buscar el domicilio de la Tierra. He pensado que una buena manera de celebrarla sería mandarle un “Rappi”. Un pastel de ‘peace and cake’: ¡feliz cumpleaños Tierra! Lo que dice wikipedia resultó más grave de lo que yo sospechaba. Ocurre que el día de la Tierra no es asunto de las Naciones Unidas, experta, como se sabe, en declarar onomásticos, sino la moción celebratoria de un senador norteamericano que tuvo la mala idea de hacerle caso a un amigo suyo, publicista, experto como se verá enseguida, en rimas consonantes más bien desabridas. La historia es que varias personas del país del senador Nelson (que es Estados Unidos) le habían sugerido a este que debía destinar un día para celebrar a la Tierra. Transcurría el año de 1969 y como no había casi trabajo en aquella legislatura el senador Nelson se tomó su trabajo muy en serio y contrató un sondeo entre los suyos. ¿Qué nombre les parece que debemos ponerle a la celebración de la Tierra? ‘Día de la Tierra’ contestaron todos. Al unísono supongo, aunque este dato no lo dice wikipedia. ¿Y no les parece muy obvio? Tuvo la osadía de preguntarle a sus amigos (todos de aquel país donde, como se sabe por la televisión, no todo lo que parece obvio es, para ellos, obvio). No, le contestaron. Y él cayó en cuenta en qué Tierra vivía. Pero como no estaba del todo convencido, y se había tomado su trabajo muy en serio, ya lo dije (como se deduce de la mención de wikipedia) fue adonde Julian Koening, el publicista.

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No crean los lectores de esta importante revista que lo que yo voy a poner enseguida es asunto de mi imaginación. Les digo que lo tomé de wikipedia (háganme el favor de corroborarlo). Lo que le dijo Koening a Nelson fue lo siguiente: ¡Claro, eso rima con mi cumpleaños! ¿Y cuándo es tu cumpleaños Julián, le preguntó Nelson? Hoy, le contestó Koening. ¿Y por qué rima? Porque Earth day rima con Birtdhay. Abrió los brazos y soltó una carcajada. Pero hay más. En el año de 1969 estaba aún caliente la guerra fría. Entonces coincidió que el primer día de la Tierra que se iba a celebrar, el 22 de abril de 1970, coincidió con el centenario del natalicio de Lenin. Para esa fecha no se habían inventado las ‘Fake news’ pero sí el FBI. Quizá debido a ello la prestigiosa revista Times recogió versiones de algunos que acusaron a Nelson de haberse dejado engañar por los comunistas interesados en inculcar ‘ideas subversivas’ en los niños norteamericanos. El asunto escaló al Daughter of the american revolution y al propio jefe del Buró de investigaciones de FBI el señor John Hoover. Exhaustivos como son los coterráneos del senador Nelson querían dejar muy claro que la celebración del día de la Tierra se debía al fervor por las rimas consonantes de Julian Koening, y nada más.

Por eso seguiré celebrando el día de la Tierra, el 22 de abril, con peace and cake, aunque la fastuosa Asamblea de las Naciones Unidas haya declarado que el 3 de marzo es el día mundial de la naturaleza. Ahora bien, la Tierra que se celebra es la de uno (Guaduas en mi caso, o Barranquilla). Bogotá, tierra de todos, contaminada por los buses viejos de Transmilenio pero hermosa. El ‘terruño’ como dice Julio Carrizosa, territorio cercano de los afectos y del cuidado. La celebración lleva consigo el reconocimiento de la amenaza que se cierne, no sobre ella, sino sobre la ingente trama de la vida que soporta, en virtud de su complejidad. La vida es vulnerable en virtud de que es compleja, y el territorio nuestro, es uno de los más complejos que hay.

Vuelvo a la pregunta inicial: ¿Salvar a la Tierra de qué? ¿De quiénes? Evidentemente hemos modificado ya las condiciones físicas y químicas de la Tierra. La nuestra es la especie que cargará con el dudoso honor histórico de haber creado el Antropoceno. Mutaciones que han alterado el equilibrio del sistema terrestre desde los comienzos de la época holocena (11.700 años atrás). Los investigadores J. Stoermer y P. Crutzen propusieron que el punto de inflexión de esta nueva época fuera el año 1784, cuando se inventó la máquina de vapor por el británico James Watt, y se abrió paso la Revolución Industrial y la utilización de energías fósiles. 

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Otros han propuesto que el punto de inflexión de este fenómeno es 1950, debido a que desde entonces se aceleraron sus causas. Nueve límites del planeta no se deben traspasar, pero ya llevamos cuatro: el clima, la alteración de la cobertura vegetal, la erosión de la biodiversidad o desaparición de especies animales (sexta extinción de la vida en la Tierra); y la alteración de los flujos biogeoquímicos, en los que los ciclos del fósforo y el nitrógeno resultan esenciales. Otros hablan de una hiperaceleración a partir de 1970. Otros han propuesto que el Antropoceno figure oficialmente en la lista de épocas geológicas al igual que el Holoceno o el Pleistoceno. Un Grupo de Trabajo sobre el Antropoceno se ha encargado de presentar esta propuesta a la Unión Internacional de Ciencias Geológicas (UICG).

De manera que, a ciencia cierta, no habría mucho que celebrar. Reclamar sí la urgencia de emprender, cuanto antes, una educación ambiental compleja, como la llama Carrizosa, que nos permita comprender mejor el territorio en que vivimos y actuar en defensa de la vida colectiva.

Aterrizo en la realidad de Colombia. El desafío es de todos, pero muy especialmente, de los nuevos alcaldes y gobernadores, quienes deberán adaptar a sus ciudades y regiones, entre 2020 y 2030, para que sean  territorios cero carbono antes de 2030. Las universidades tienen este mismo desafío. Preparar a los nuevos profesionales para que hagan la transición de la economía y de los aparatos productivos hacia sistemas sin carbono. Propongo que los actuales candidatos a alcaldes y gobernadores les cuenten a sus electores sus planes para hacer esta transición en sus municipios y regiones. Los que serán elegidos para el periodo 2020 2025 deben hacer un plan de acción climática 2020 2040. Los que resulten elegidos para el periodo 2025 2030 deberán mejorarlo y continuarlo. Estas son algunos de los puntos que deberían contemplar: Tener listo un plan de acción climática (para el municipio y7o la región) antes de que termine el 2020 alineado con el compromiso de Colombia en el Acuerdo de París: limitar el calentamiento a 1,5 grados. Esto permitirá a las ciudades y las regiones adaptarse mejor a los impactos del cambio climático. Que los planes de desarrollo y renovación urbanos incluyan el diseño de calles libres de combustibles fósiles, para lo cual los municipios y las regiones, deberán comprar, únicamente, autobuses con cero emisiones a partir de 2025 y asegurar que importantes zonas de sus ciudades sean cero emisiones para 2030. Descarbonizar los edificios, empezando por los construidos hace más de veinte años, y actuar preventivamente frente a los edificios nuevos, mediante el diseño de políticas que garanticen que generen emisiones de carbono cero para 2030. Reducir los residuos que se generan en al menos un 15 % per cápita para 2030 e implementar acciones climáticas de alto impacto social, que consigan importantes beneficios ambientales, sociales, económicos y de salud, principalmente en las comunidades pobres y vulnerables.