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Cuba, aliada poco valorada

Mauricio Jaramillo Jassir

Cuba, aliada poco valorada

De manera soberana el gobierno colombiano decidió poner fin al proceso de negociación con el Ejército de Liberación Nacional, tras el atentado ocurrido en contra de la Escuela de Cadetes de la Policía Nacional General Santander.

El hecho fue una grave violación al derecho internacional humanitario, pues se trató de una instalación dedicada a la educación, y porque atentó contra la vida de policías que en Colombia constituyen una fuerza no armada. De forma coherente con lo que durante la campaña hacia la presidencia afirmó Iván Duque, el gobierno no quiso tener ninguna contemplación frente a lo que considera actos de terrorismo, que sobrepasan las márgenes de cualquier actor que tenga pretensiones de reconocimiento político.
 
Se debe enfatizar en que Colombia efectivamente es soberana para romper tal proceso, aunque no goce de legitimidad para desconocer la mecánica de los protocolos que el Gobierno anterior pactó. Pasar por encima de éstos crea un riesgoso antecedente que puede jugar a favor del discurso de la guerrilla. Basta recordar, que la toma del campamento de Casa Verde durante el gobierno de César Gaviria, o el genocidio contra la Unión Patriótica fueron hitos que solo lograron radicalizar el discurso de las FARC, e incluso algunos sectores llegaron a considerar legítima la lucha armada, especialmente en lugares de Europa donde el discurso de la extinta fue hábil.

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No obstante, lo más grave de la decisión de desconocer tales protocolos, consiste en asumir una postura de afrontamiento con el gobierno de Cuba, al que se empieza a considerar de forma equivocada como cómplice del terrorismo. Nada más apartado de la realidad, y probablemente se trate de una idea basada en prejuicios. Tal concepción difícilmente se puede justificar interna e internacionalmente. De forma ininterrumpida, Cuba ha sido aliada de Colombia en todos los procesos de paz a los que se le ha convocado y siempre ha estado dispuesta a contribuir en crisis diplomáticas, muy a pesar de las diferencias ideológicas con los distintos gobiernos colombianos. Hoy pocos recuerdan, que, en uno de los peores momentos de la relación entre Álvaro Uribe y Hugo Chávez a raíz de la captura de Rodrigo Granda, Venezuela acusó a Colombia de secuestro y de llevar a cabo una operación policial-militar en su territorio. El impasse solo pudo superarse por la mediación de Fidel Castro que calmó los ánimos de forma neutral, sin que en ello hubiera tenido que ver su sintonía ideológica con Hugo Chávez. También se desconoce la intercesión del propio Castro ante la guerrilla de las FARC para liberar al padre del niño Andrés Felipe Pérez enfermo terminal de cáncer que término falleciendo sin volver a ver a su padre secuestrado y posteriormente asesinado por esa guerrilla.
 
Si bien el ELN ha reivindicado históricamente una ideología afín con el proceso cubano (se ha declarado guevarista), la neutralidad de Cuba en el proceso ha sido incuestionable y a diferencia del régimen chavista con quien injustamente se le emparenta todo el tiempo, sí ha respetado el principio de no intervención en asuntos internos, como uno de los derroteros de su acción exterior. Es más, en cuanto a la paz en Colombia la reflexión de Fidel Castro en favor de una negociación debe entenderse como una evolución del pensamiento cubano, que, desde hace varias décadas, abandonó la idea de exportar su revolución. En 2008, en un libro que Castro previamente había prometido dedicar a Colombia, dejó en claro sus diferencias con las FARC, especialmente por su estrategia de guerra como en el caso del secuestro de civiles.
 
Si se revisa lo que ha ocurrido en Cuba especialmente desde la década de los noventa en el llamado Periodo Especial en Tiempos de Paz, resulta imposible seguir planteando eso de que al gobierno cubano le interesa ir implantando experimentos socialistas en América Latina, tal como sucedió en la década de los 60 y 70. 

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Un enfrentamiento o distanciamiento con Cuba no tiene antecedentes en la historia de nuestra política exterior, y poner en el mismo nivel la relación con La Habana con la de Caracas constituye un grueso error con consecuencias que el país aún está lejos de advertir. Es apenas normal que el Gobierno haya tomado la decisión de suspender los diálogos hasta que haya una demostración por parte del ELN de voluntad de paz. Los atentados cometidos por esta guerrilla, significan un retroceso y probablemente un duro golpe para todos los sectores que estaban apoyando la negociación. Ahora bien, se debe entender que Cuba era garante no solo respecto de Colombia, sino frente a la guerrilla por eso tiene una responsabilidad con las partes que en el pasado estaban negociando. Tal principio rige cualquier tipo de intervención de un tercero en un conflicto, bien sea para la figura de la facilitación, los buenos oficios, la mediación o la verificación.
 
Venezuela constantemente ha intervenido en asuntos internos, desconociendo un principio del derecho internacional, y que ha sido un elemento constitutivo históricamente de la política exterior de los latinoamericanos. Cuba, en cambio, ha actuado siempre con prudencia y en coherencia con el compromiso de no intervenir.  Tradicionalmente, Cuba y México han acompañado los esfuerzos de paz de distintos gobiernos colombianos en el pasado (de diferentes colores políticos valga recordar).  Desconocer esa tradición, y equiparar posturas tan disímiles constituye un error del que Colombia se debe cuidar.