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Editorial: De la Música y la Historia

Alberto José Campillo Pardo

Editorial: De la Música y la Historia

La música ha acompañado al hombre desde los albores de su historia y su desarrollo se ha dado a la par de esta. Desde siempre, el arte musical ha servido a los pueblos como una manera de reflejar su mundo, contar sus leyendas, adorar a sus dioses o acompañar sus celebraciones, en expresiones de alborozo, melancolía e incluso miedo. En este sentido, la historia de los pueblos se puede entender a través de la música, pues esta nos habla del espíritu, no sólo de los compositores, sino de la civilización a la cual pertenece.

Incluso las tonadas de pueblos que llamamos “bárbaros” o “primitivos”, cuentan con un espíritu que guía sus notas y cuenta la historia de sus compositores. Un claro ejemplo de esto es la música mongola tradicional, la cual está inspirada en su entorno y evoca la dureza estepa, con sonidos guturales de gargantas erosionadas por el viento, acompañada por el morin juur, instrumento de dos cuerdas capaz de producir melodías hermosas que sobrecogen el corazón.

Este instrumento, más que una simple herramienta melódica, es una representación de la cultura nómada del pueblo mongol, de su relación con los caballos y de su modo de vida pastoril. Está hecho de madera y colas de caballo. La cuerda más grave y fuerte está hecha de 130 pelos de caballo, mientras que la segunda cuerda, más aguda y suave, está hecha de 150 pelos de yegua, reflejando así la concepción de masculinidad y feminidad del pueblo mongol. A veces, cuando una yegua rechaza a un potrillo, los pastores mongoles tocan una tonada llamada Joosloh con el fin de que la madre se calme y atienda a su cría.

Pero además de su clara conexión con su estilo de vida pastoril, las tonadas mongolas nos hablan de su historia, de sus orgullos y derrotas, de aquello que los hace ser cómo son. El video que se encuentra a continuación es de una canción tradicional llamada Chinggis khaan, tocada por el compositor e interprete mongol Khusugtun Batzorig, y nos cuenta la historia de Gengis Khan, el gran conquistador mongol, cuyo imperio fue uno de los más extensos de la historia.

Khusugtun Batzorig - Chinggis khaan

Es de resaltar de esta canción no solo el talento vocal e instrumental del intérprete, que es innegable, sino también la concordancia el paisaje que lo rodea. Parece que no fuera un hombre, sino el viento quien cantara contra las gargantas rocosas que rodean la estepa mongola. Es una canción de orgullo y valor que, a pesar de estar en una legua extraña, estremece el alma.

Las hazañas de guerra siempre han sido fuente de inspiración para tonadas y poemas, más aún en pueblos donde la guerra hace parte esencial de su modo de vida, como es el caso de los vikingos. Rodeados de leyendas, los vikingos en realidad no fueron un solo pueblo, sino una serie de pequeños reinos independientes de Escandinavia, que compartían un acervo cultural y religioso. Para estos pueblos el honor era el valor más importante dentro de su organización social y este se lograba mediante las hazañas en batalla.

Aunque ya autores clásicos como Estrabón habían hablado de estos pueblos del norte, la primera aparición de los vikingos en la Europa cristiana se da en el año 793 d.C. con el saqueo de la Abadía de Lindisfarne, en Inglaterra, iniciando así lo que la historiografía conoce como la Era Vikinga. Tras este primer episodio, los saqueos y conquistas vikingas aumentaron, multiplicando su fama de guerreros feroces e imbatibles. Los vikingos llegaron a establecer, en el siglo IX, un reino en el noreste de Inglaterra, conocido como el Danelaw.

Ahora bien, cómo todo periodo de conquista, la época vikinga llegó a su fin en el año de 1066, cuando el rey vikingo Harald Hardraade, apelativo que significa el despiadado, fue vencido por Harold II de Inglaterra en la batalla de Stamford Bridge. Cuenta la historia que en esta batalla, que al final fue ganada por los ingleses, un solitario guerrero berserker vikingo defendió en solitario el puente de Stamford, matando cientos de soldados ingleses, siendo derrotado solamente cuando un soldado atravesó el rio flotando en un tronco y lo atacó por la espalda.

Esta hazaña heroica le valió al guerrero vikingo, que, decían, medía más de dos metros de altura, una entrada a la leyenda y la composición de canciones en su honor. A continuación presentamos la canción “Standford bru” del intérprete de música nórdica tradicional Harald Foss, que cuenta la historia de esta y otras hazañas llevadas a cabo durante la batalla.

Harald Foss – Standford Bru

Pero la música no solo nos habla de hazañas de guerra o de reinos perdidos. La música habla de lo que somos, de nuestra identidad, de nuestros orígenes. La identidad cultural de los pueblos se puede esclarecer escuchando una canción y poniendo atención a sus matices. Un claro ejemplo de esto es la música medieval española, en la cual encontramos una de las mejores muestras del crisol de culturas que fue la península ibérica.

Hispania, como originalmente fue nombrada por los romanos, fue conquistada por los Visigodos tras la caída del Imperio, estableciendo el Reino Visigodo de Toledo que duraría más de 200 años. Sin embargo, en el año 711 d.C., ocurre un hecho que cambiaría para siempre a la península ibérica: la invasión musulmana por parte del Califato Omeya.

Los Omeya eran en ese momento una de las civilizaciones culturalmente más ricas y avanzadas del mundo, motivo por el cual su cultura impregnó de manera poderosa al reino ibérico recién conquistado, en campos tan variados como la lengua, la arquitectura, las ciencias y, por supuesto, la música. Para aquel viajero que ha tenido la fortuna de visitar ciudades como Granada, Sevilla o Córdoba esta mezcla es evidente. Ciudades en donde minaretes se mezclan con iglesias, donde cúpulas coronadas con la media luna contrastan con casas de teja estilo románico, donde mezquitas enormes esconden en sus bosques de columnas catedrales góticas, donde los aljibes se refrescan a la sombra de fortalezas medievales.

A continuación presentamos una muestra de la música medieval española, la cual, al igual que un paseo por las ciudades antes mencionadas, nos muestra la mezcla de la cultura árabe con la cristiana. Donde los instrumentos de cuerda árabes, como el laúd y la guitarra, se mezclan con otros de factura europea o de origen mixto, como el violín, dando como resultado tonadas hermosas, que hablan de héroes y reyes, de tierras lejanas y cercanas, de la melancolía del hogar y del orgullo de la conquista, de oriente y occidente, en otras palabras, hablan de la historia del pueblo hispano.

Música Medieval Española

Otro elemento que ha estado siempre presente en el desarrollo musical de la humanidad es la religión. El hombre, desde los albores de su historia, siempre ha creído en la existencia de uno o varios seres superiores que lo crearon y que, en mayor o menor medida, determinan su modo de vida y existencia, por lo que merecen adoración.

En este sentido, la música siempre ha sido uno de los elementos principales de adoración por parte del hombre a sus dioses, lo que ha llevado al desarrollo de técnicas vocales e instrumentales especiales para la música religiosa, que nos han legado obras preciosas cuyo objetivo es sobrecoger el alma y hacer evidente la presencia de lo  divino.

Tal vez uno de los ejemplos más paradigmáticos de la música religiosa se da en el cristianismo católico europeo, con los cantos gregorianos. Estos son cantos simples, monódicos y con una música supeditada al texto latino, pero lo que es importante es que son plegarias cantadas. Su nombre viene del Papa Gregorio Magno, a quién se atribuye su creación, sin embargo sus orígenes se remontan al canto romano y del canto galicano, que son sus antecesores.

A pesar de contar con una sola melodía, y por ende carecer de la riqueza que tienen algunas de las melodías antes expuestas en este artículo, los cantos gregorianos tienen la particularidad de sobrecoger a quien los escucha y de generar en el ambiente un aire de sacralidad, que los hace realmente impactantes. Además, si se escuchan en iglesias y catedrales medievales, para cuya acústica fueron compuestos, este efecto es aún mayor. En el siguiente video se puede encontrar una muestra de estas composiciones maravillosas.

Cantos gregorianos de Assisi – Medieval Lauds

Ahora bien, el espíritu y la historia de los pueblos son forjados, entre otras cosas, por la naturaleza, y por ello la música inspirada en ella abunda en la tradición del hombre. Desde cantos a los bosques y ríos, hasta tonadas inspiradas en el poderoso océano, la naturaleza ha sido un elemento primordial en la composición de temas musicales.

Uno de los ejemplos más cercanos a nosotros y más conocidos, es la hermosa composición del italiano Antonio Vivaldi “Las Cuatro Estaciones”. En ella, Vivaldi logra atrapar de forma magistral el espíritu de las estaciones europeas, logrando que los instrumentos de una orquesta repliquen el sentimiento que los cambios naturales producen en el corazón del hombre: la alegría del cantar de los pájaros y el brotar de las flores en la primavera; la fuerza y el poder del calor en el verano; la melancolía de las hojas cayendo en el otoño; y el frío y la tristeza del invierno. Aquí les dejamos un video que recopila una de las obras maestras de la música clásica.

Antonio Vivaldi – Las Cuatro Estaciones

Cómo hemos podido ver a lo largo de este artículo, la música más allá de una simple entretención, es un medio de expresión humana, un lenguaje si se quiere, que representa el espíritu y la historia de los pueblos en los cuales se produce. A modo de colofón, les dejamos un video de la Tuna de la Universidad del Rosario, que muestra parte de lo que nosotros como colombianos somos, nuestra hispanidad, interpretando un clásico de la música flamenca “El Toro y la Luna”, que nos recuerda que nuestros orígenes culturales vienen de allende los mares, de un reino llamado España.

Tuna Universidad del Rosario – El Toro y la Luna