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Hipócrates en el Siglo XXI

Jairo Hernán Ortega Ortega, MD

Hipócrates en el Siglo XXI

Quinientos años antes de Cristo, en la isla de Cos, Grecia, nace Hipócrates, Padre de la Medicina. Aparte de sus asombrosas artes médicas y enseñanzas clínicas dejó un legado ético invaluable: El Juramento Hipocrático. A la luz del Siglo XXI ¿es válido aplicar sus preceptos?
 
Expondré, en negrilla y cursiva, “entrecomilladas”, cada una de las frases que conforman ese Corpus Hipocraticum, y a partir de ellas extrapolaré a la actualidad médica, en especial la colombiana, su posible aplicación, o no, al ejercicio médico profesional de nuestros días.
 
“Juro por Apolo, médico, por Asclepio, Higea y Panacea y pongo por testigos a todos los dioses y diosas, de que he de observar el siguiente juramento, que me obligo a cumplir en cuanto ofrezco, poniendo en tal empeño todas mis fuerzas y mi inteligencia”. En muchas ocasiones, el estudiante de medicina, conoce este legado sólo hasta cuando recibe su título profesional por parte de la Facultad de Medicina donde se formó. A veces, en donde hay énfasis de la cátedra de Historia de la Medicina, en semestres primerizos o avanzados lo descubre. Otra forma de aprenderlo es a motu proprio, por el genuino interés en la ciencia que con romanticismo ha escogido ejercer para bien de la humanidad. Considero que el médico, desde el primer día de su carrera, debe conocer este Juramento y, desde ese día, pronunciarlo y aplicarlo. Acto que debería hacer cada vez que inicia un nuevo semestre; es como renovar sus votos hacia la profesión, hacia los pacientes y, de manera especial, hacia sí mismo. La obligatoriedad al parecer no es buena consejera y es así como, día a día, los medios de comunicación nos informan de graves falencias cometidas por diversos galenos en disímiles escenarios. Eso demuestra que ni hay empeño, ni fuerza – mucho menos esfuerzo- y por ende muy poca inteligencia para guardar estos preceptos, quizás por considerarlos arcaicos.
 
“Tributaré a mi maestro de Medicina el mismo respeto que a los autores de mis días, partiré con ellos mi fortuna y los socorreré si lo necesitaren…” Nada más loable que, al estilo de las sociedades asiáticas, se respete al maestro, no sólo por su mayor edad, sino por su sabiduría y por el tiempo que dedica a formar a sus alumnos. Tiempo que muchas de las veces lo aparta de su vida familiar. A esa consideración deberíamos darle más valor. Sin embargo, amparados en el libre desarrollo de la personalidad y otros ítems constitucionales que se esgrimen, muchos alumnos generan demandas en contra de sus docentes para salvar notas, materias y semestres. Incluso hay abogados que a ello se dedican. Otro aspecto es el de los honorarios del profesor de Medicina, aquí por cátedra, allá ad honorem y acullá por “sus méritos académicos”. Sin desconocer que, en especial en las facultades públicas, las prebendas son más apetitosas. En cuanto a socorrer al colega que lo necesita, lo he visto en contadas ocasiones, pero en lo que se refiere a compartir fortuna, de eso si no he sido testigo. Es más, son muchos los casos donde el médico sale damnificado al acompañar a sus pares en la conformación de sociedades médicas (consultorios, clínicas, hospitales, universidades, facultades…). Sobre eso, casos recientes se han escuchado y ventilado. Y qué no decir de las formas de contratación: cooperativas, prestación de servicios, tercerización, outsourcing…formas que tiene como fin esquilmar al profesional de la salud. Ejemplos hay de sobra. Cito reciente demanda de algunas agremiaciones médicas. “El personal de la salud se ve doblemente afectado en su dignidad laboral, puesto que además de padecer mora en los pagos de remuneración hasta de ochos (8) meses continuos, e incumplimientos reiterativos de las obligaciones que se desprenden de cualquier modalidad de vinculación; se ha convertido en sujeto pasivo de constantes ataques verbales y físicos, así como agresiones injustas por parte de los usuarios debido a los retrasos y fallas en la oportuna prestación de los servicios de salud.” “Los médicos han perdido poder adquisitivo porque su remuneración es cada vez menor, pues las tarifas se fijando de manera arbitraria e injusta, no se actualizan anualmente e incluso hay casos evidentes de disminución de las mismas, lo cual vulnera el principio del mínimo vital y móvil al no equiparar el poder adquisitivo de la remuneración, al incremento del coso de vida.”

“…trataré a sus hijos como a mis hermanos y si quieren aprender la ciencia, se la enseñaré desinteresadamente y sin ningún género de recompensa”. Creo que es uno de los fundamentos que aún hoy se sigue aplicando, incluso existen lo que podemos denominar dinastías médicas. Es reconfortante enseñarles a los hijos de los colegas; en un momento dado será a nuestros hijos a quienes se les brinde la enseñanza. El pero está en que la enseñanza sea desinteresada y sin recompensa, y no lo expreso por el profesor de medicina, lo digo por la Facultad de Medicina, por la Universidad. Por todos es sabido los altos costos de esta carrera; son cifras millonarias, que semestre a semestre aumentan en proporciones alarmantes ¿quién regula? Más aberrante aún es que hay Facultades donde ni un descuento le hacen a las matrículas de los hijos de sus profesores; ahora, en honor a la verdad, hay que decir que en otras, vuelve y juegan las Universidades públicas, si hay políticas de costos especiales para los herederos de sus docentes.
 
“Instruiré con preceptos, lecciones orales y demás modos de enseñanza a mis hijos, a los de mi maestro y a los discípulos que se me unan bajo el convenio y juramento que determine la ley médica, y a nadie más”. Se relaciona íntimamente con el punto anterior y se aplica en muchas formas y en diversos escenarios docentes. Enseñando se aprende. Si embargo existen los peros, en especial signados por los celos profesionales: en nuestro medio el más sonado caso es el de las voces médicas que pretenden desprestigiar la titánica labor del Dr. Manuel Elkin Patarroyo, uno de los científicos médicos, nacional, que más publica en revistas científicas indexadas de todo el mundo y quien además pretende donar a la humanidad el producto de su valioso trabajo. Bien lo decía nuestro recordado Campeón Mundial de Ciclismo, Martín Emilio “Cochise” Rodrìguez: “en Colombia se muere más gente de envidia que de Cáncer”.

“Estableceré el régimen de los enfermos de la manera que les sea más provechosa según mis facultades y a mi entender, evitando todo mal y toda injusticia”. Esta norma Hipocrática sí que se dejó de aplicar, y no porque el personal médico y paramédico lo quisiera sino porque la Ley 100 de 1993, así lo impuso. Ley que se entrometió con una profesión, otrora declarada liberal, exigiendo minutos preestablecidos y reducidos para atender al enfermo, coartando el criterio médico al limitar la solicitud de exámenes y la formulación de medicamentos. Se llegó a castigar hasta con el despido a los galenos que se saltaran esas “normatividades”, sin importar que a su leal saber  y entender esos exámenes y esos medicamentos eran los que su formación médica profesional le indicaban debía recibir el paciente. Se supo que muchas EPS e IPS llegaron a premiar a los facultativos que menos laboratorios solicitaran y menos formulaciones expidieran. Las mismas sociedades científicas lo han denunciado cuando exponen una realidad que afecta a todos los actores del sistema, la de la crisis en el sector salud. Ante el interés constante de naturaleza meramente comercial en la atención en salud, muchas veces se ha visto limitada la fluidez del recurso financiero de las instituciones que conforman el sistema general de la seguridad social en salud, llevando al cierre total o parcial y a la disolución y liquidación de servicios de pediatría, urgencias, hospitalarios o quirúrgicos.
 
“No accederé a pretensiones que busquen la administración de venenos, ni sugeriré a nadie cosa semejante; me abstendré de aplicar a las mujeres pesarios abortivos”. Este punto es de los más controversiales en pleno Siglo XXI. Por un lado va en contravía del derecho de la mujer a abortar, por el otro va contra la voluntad de aplicar la eutanasia. En Colombia la Corte Constitucional, sentencia C – 355 del 10 de mayo de 2006, despenalizó el aborto y aprobó la práctica médica de la interrupción voluntaria del embarazo en tres casos muy definidos: 1) Si por estar embarazada, el completo bienestar social, mental o físico de la mujer está en riesgo. 2) Si el embarazo es consecuencia de una violación, incesto o inseminación artificial no consentida. 3) Cuando se ha diagnosticado malformación fetal que haga inviable su vida fuera del útero. A pesar de que  lo anterior es ley preconizada por estratos legalmente constituidos, hay sectores de la sociedad que se oponen a ella y no permiten su ejecución, incluso algunas entidades médicas se niegan a realizar el servicio invocando objeción de conciencia. No basta que existan grupos de mujeres, particulares o agremiadas exigiendo ese derecho, porque altas cabezas del poder, como el Procurador General de la Nación, se oponen a la ejecución de lo que es ley. Con la eutanasia sucede otro tanto, sin embargo, se sentó un  precedente con la sentencia T-970 de 2014, al sentar las pautas para su aplicación. Tanto así que el día 3 de julio de 2015, el señor Ovidio González, padre del genial caricaturista Matador, tras una batalla legal, fue quien recibió la eutanasia por primera vez en Colombia. Fue una situación triste pero histórica para las libertades civiles en nuestro país. En todo caso, hay quienes prefieren seguir ciñéndose a lo preconizado por Hipócrates

“Mi vida la pasaré y ejerceré mi profesión con inocencia y pureza…Tenemos, en la Medicina de todos los tiempos ejemplos sobresalientes, casi héroes que le han aportado a la profesión y a la humanidad su trabajo, su tesón, sus inventos y su dedicación. Sin embargo, no podemos desconocer que las páginas de los periódicos se nutren, con frecuencia, de personajes del mundo médico – aquí hablo en especial de Colombia- que se han visto involucraos en negociados, peculados, sobornos, y otras prácticas non sanctas, que los han llevado a la picota pública al ser señalados de defraudar el erario de  la salud. Lo triste es que la mayoría de las veces son condenados por la justicia al ser encontrados culpables. ¿Qué ética manejan quienes son capaces de desviar, para su propio beneficio, los recursos de salud que están destinados a proteger la vida humana?
 
“No practicaré la talla, dejando esa operación y otras a los especialistas que se dedican a practicarla ordinariamente.” Se refiere aquí, el Padre de la Medicina, a la práctica de la Cirugía. Lo justifica el hecho de que Hipócrates era eminentemente clínico, lo que hoy llamaríamos Médico Internista. Por tanto él prefiere, con suma ética, dejar esa práctica a los cirujanos. Razones valiosas tenia si vemos cómo los estrados judiciales, en muchas partes del mundo se nutren de demandas contra quienes, de manera irregular, ejercen intervenciones quirúrgicas sin tener la idoneidad, la pericia ni el entrenamiento para ello. Es triste que un ser humano se vea afectado en su apariencia corporal por quien se dice médico y lo que está haciendo es lucrarse de una necesidad personal o psicológica, sin importarle los resultados.
 
“Cuando entre en una casa no llevaré otro propósito que el bien y la salud de los enfermos, cuidando mucho de no cometer intencionalmente faltas injuriosas o acciones corruptoras y evitando principalmente la seducción de las mujeres jóvenes, libres o esclavas” Se presentía en este Juramento, las implicaciones que el acto médico podría conllevar al estar el galeno en posición dominante frente al enfermo, de por sí ya indefenso por su alterada salud y por el hecho de que la práctica del examen físico conlleva exponer, evaluar y palpar zonas corporales que son vedadas al resto de los mortales. Pero vuelve y juega el estrado judicial, donde han cursado, lamentablemente, demandas múltiples que implican todos los géneros y edades. Casos hay para exponer, unos más publicitados que otros, pero todos igualmente repudiables. Era sabio Hipócrates porque sabía que a través de la confianza que en los hogares se le brinda al médico este podía llegar a abusar de la misma. Cruda realidad.

“Guardaré reserva acerca de lo que oiga o vea en la sociedad y no será preciso que se divulgue, sea o no del dominio de mi profesión, considerando el ser discreto como un deber en semejantes casos.” Únicamente por orden expresa y bajo los preceptos de la ley, un juez puede solicitar levantar la reserva profesional que el médico ejerce sobre la situación de salud de su paciente. Ejercicio que  debe preservar a toda costa, tal como lo hace el sacerdote ante la confesión. Surge, ante esto, una situación que muchos estamentos y profesionales han demandado y denunciado: la Historia Clínica electrónica. Si bien se tienen barreras ante su acceso, es sabido que estos datos clínicos, muy personales, son fáciles de mostrarse para casi cualquier miembro de la institución de salud que los recopila. De ahí a que se filtren al público en general sólo hay un paso. Es así como políticos, personalidades y estrellas de la farándula han visto violentada la reserva de su Historia Clínica y sus datos son vendidos a tabloides sensacionalistas. Es imperante que las instituciones de salud impongan, cada vez más, estrictas talanqueras al acceso de los registros personales de salud para evitar que cualquier hacker haga de las suyas.
 
Si observo con fidelidad mi juramento, séame concedido gozar felizmente mi vida y mi profesión, honrado siempre entre los hombres; si lo quebranto y soy perjuro, caiga sobre mí, la suerte adversa". Suerte adversa que ya ha caído sobre muchos de los actores del sistema de salud por haber querido lucrarse de la enfermedad humana. Esto se ve contrarrestado por la gran mayoría de médicos que en verdad ejercen su profesión con honestidad, caridad, misericordia, alta calidad profesional y una rigurosa ética.
 
Hay quienes dirán que los tiempos cambian y el Juramento Hipocrático se modernizó durante la Convención de Ginebra de 1945, o el que redactó en 1964 el Dr, Louis Lasagna, Decano de la Facultad de Medicina de la Universidad de Tufts y que rige más para las escuelas anglosajonas, pero en el fondo los preceptos son casi los mismos. En nuestro país, se dictaron normas en materia médica con la ley 23 de 1981, dicha ley al momento está en revisión y en mora de salir renovada.
 
Como lo describe Savater en su Ética para Amador, el tema es esencial para la existencia humana y por eso es necesario y casi obligatorio incrustarla en nuestra vida diaria, en especial en nuestra formación profesional, y más aún en la médica al estar en contacto permanente con otras personas por lo que debemos tener claro el papel que cumplimos en la vida y en la salud de ellas. De no entenderlo correctamente podríamos causar daño personal o mutuo e incluso llegar al fracaso profesional.
 
Resumiría toda esta situación de juramentos y éticas en una sola frase: Conozca todas las teorías, domine todas las técnicas, pero al tocar un alma humana sea apenas otra alma humana.
No lo digo yo, lo dijo Carl Gustav Jüng.