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La cara nova et vetera del nuevo congreso

Yann Basset

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Pocas veces el Congreso había registrado tantos cambios en su composición después de una elección. No podíamos esperar menos después de cuatro años en los cuales el país afectaría a dos estallidos sociales masivos y violentos, una pandemia que afectaría a miles de muertos así como una crisis económica y social muy dura, y como fuera si poco, un pico de inflación que toca directamente a los productos de la canasta familiar y mantiene en la pobreza a una franja enorme de la poblacion justo en el momento en que la reactivacion economica dejaba esperar una mejora. La impopularidad del gobierno saliente y la inconformidad general resultó a pasar factura después de una primera etapa de campaña sorprendentemente “normal”, que no reflejó suficientemente las aspiraciones y las frustraciones de la gente.
 
Con todo, el Congreso colombiano no conocerá un trastornó equivalente al de Chile o de Perú recientemente, menos al de Venezuela justo antes de la victoria del chavismo en los años 1990. A pesar del contexto de crisis, el sistema de partido no ha colapsado. Los partidos de oposición crecieron, los de gobierno perdieron espacio (salvo el conservador), como cabe esperar en cualquier democracia en circunstancias parecidas, pero los actores no cambiaron, aun si muchos congresistas nuevos, jóvenes y mujeres en particular, llegarán al Capitolio.
 
La jornada del 13 de marzo nos deja un Congreso balanceado y sin la mayoría clara, en el cual cualquier presidente que elijamos en mayo tendrá dificultades para armar la mayoría y deberá enfrentar una oposición fuerte.  

 

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Logotipo de la Coalición Pacto Histórico


La victoria historica de la izquierda
Toda fuerza de izquierda es divisible por dos, ley que aplica también a sus resultados y así sucesivamente. Sabemos que la izquierda colombiana no fue la última en entregarse a las delicias de las peleas internas sobre principios, programas, tipos de organizaciones, estrategias y personas. Esta vez, sin embargo, modificará desmentir la ley. No es que la victoria del Pacto Histórico el 13 de marzo, fuerza con mayor votación tanto al Senado como en la Cámara, se haya logrado sin peleas internas. La estrategia de apertura a las fuerzas tradicionales impulsada por Gustavo Petro pronto muchas resistencias. La llegada de Armando Benedetti y Roy Barreras a la coalición, los acercamientos con el sector cristiano de Alfredo Saade, las polémicas con el movimiento feminista entre otros, generaron varios episodios de tensiones.
 
Con todo, Gustavo Petro impuso su liderazgo para lograr la pequeña hazaña, si no de poner a todo el mundo de acuerdo, por lo menos de hacer pasar al segundo plano las diferencias para armar listas cerradas en el Senado y muchas circunscripciones de la Cámara bajo Los colores del Pacto Histórico. La consciencia de la oportunidad histórica que creó el contexto posibilitó finalmente los acuerdos. De esta manera, el Pacto emprendió una estrategia de presidencialización de la elección legislativa haciendo una campaña general en la que unificó el apoyo a Petro y al Pacto en un solo mensaje, que se tradujo en un triple voto sencillo y contundente para la consulta y las Listas completas de las dos cámaras. Esto permitió no solo aprovechar la favorabilidad de Petro en las encuestas, fruto a su vez de la impopularidad del gobierno y de la voluntad de alternancia, sino también superar la habitual falta de personal político fuerte y arraigado electoralmente en el territorio más allá de las grandes ciudades para la izquierda.
 
Al final, la consulta del Pacto fue la más votada, acercándose a los 6 millones de electores, lo mismo que las listas del Pacto al Congreso. La izquierda hizo movilizar el voto de las grandes ciudades, sobre todo Bogotá y Cali, y de todo el sur occidente del país. Ahí, la progresión de la izquierda se fundamenta en la movilización social que suscitó el paro y el descontento por la represión y la atención insuficiente a las demandas que se expresaron. Más sorprendente, la izquierda anterior incursionar en tierras tradicionalmente poco afines como zonas rurales de Huila, Meta, Cundinamarca o Boyacá. Los éxitos fueron menores en la costa Caribe o el Chocó. Ahí, el voto por la consulta del Pacto Histórico no se tradujo en voto legislativo tan fuerte.
 
Con todo, la izquierda ocupará unos 19 curules en el Senado y 25 en la Cámara (el escrutinio sigue en curso), una proporción inédita del Congreso. Este resultado ratifica la importancia de la unión y de la organización (que también fue determinante para cuidar eficazmente los votos de la coalición en las comisiones escrutadoras), en un sector en el cual ambas suelen brillar por su ausencia. Reivindica también la estrategia de la lista cerrada (que ya fue usada con éxito por el Centro Democrático en su momento) para una fuerza política claramente identificable con una posición llamativa. Lo mismo puede decirse de la tan criticada circunscripción nacional del senado, que permitió la expresión de un movimiento de opinión potente más allá de las personalidades de los congresistas.  

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Logotipo del Partido Centro Democrático

El repliegue de la derecha
Por su parte, Centro Democrático sale duramente castigado de la contienda. Pierde no solo su primer lugar en la votación sino también 6 curules en el Senado y 16 en la Cámara. Por primera vez en el siglo XXI, hemos asistido a una elección en que el uribismo no está en el centro del juego. Álvaro Uribe es impopular, hecho reseñado por todas las encuestas de opinión, que era impensable hace cuatro años. Frente a esta realidad, el partido trató de concentrar sus esfuerzos en limitar las pérdidas en las legislativas y no integró el Equipo Colombia, la alianza de las fuerzas de derecha de cara a la presidencial. No tenía un contendor fuerte a proponer y era consciente que su presencia incomodaba a los precandidatos de la coalición. La candidatura de Oscar Ivan Zuluaga apareció más como una postulación simbólica que otra cosa, y quedó bastante claro desde el principio que el Centro Democrático se plegaría al ganador de la consulta de la derecha. Prefirió tratar de influir en ella desde afuera que de competir con alguien salido de sus rangos. Logró al menos poner todo su peso en el balance para elegir de forma contundente el candidato más cercano al uribismo, Federico Gutiérrez.
 
Así, el Centro Democrático puede mantener su influencia en la contienda de manera discreta pero efectiva. Sin embargo, el golpe ha sido duro en las legislativas. El movimiento no solo cedió terreno en las grandes ciudades, lo que era de esperar dada la hostilidad suscitada por el oficialismo en la opinión pública, sino que sufrió el retroceso de sus bases en el mundo rural del centro del país, que se vieron más sólidos . La derrota es tal que el gran partido de la derecha termina con un perfil que se acerca a los partidos regionales que son la U y Cambio Radical, los dos otros grandes derrotados que se replegaron de nuevos sobre los departamentos de los caciques electorales que constituyen sus bancadas. Desde 2014, había logrado atraer siempre un voto de opinión de derecha en todo el país, o por lo menos en el centro del mismo. Se replegó hoy en Antioquia y los llanos orientales, mientras retrocede en todos los demás lugares.

 

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Bandera del Partido Conservador Colombiano


Mientras que en las ciudades el voto de derecha fue derrotado por un movimiento de desplazamiento a la izquierda, en sus bases rurales, los votos de Centro Democrático volvieron a los partidos tradicionales, en particular al Conservador que es el único partido de la coalición de gobierno que sale bien librado gracias a la fortaleza de su arraigo rural. Pudo recuperar ahí un voto seducido un tiempo por el uribismo. Por su parte el liberalismo, que no tuvo que sufrir tanto el lastre del oficialismo en la medida en que no apoyaba en principio al gobierno de Ivan Duque y se mantuvo independiente, reconquistó espacios en las dos costas en detrimento de la U y Cambio Radical.
 
Al final si la derecha sale claramente derrotada (hasta que los cristianos retrocedieron y se salvaron por poco de caer por debajo del umbral con una coalición entre MIRA y Colombia Justa Libres que se presentaron por separado en 2018), seguirá siendo potente en el congreso. Si sumamos las bancadas oficialistas de Centro Democrático, el Partido Conservador, la U, y los cristianos, obtenemos 42 Senadores de 108 Senadores y 59 de 188 Representantes. Si añadimos las bancadas de Cambio Radical, obviamente independientes pero muy cercanas al gobierno saliente en la práctica, llegamos a la mitad del Senado y poco menos para la Cámara. Con todo, jamás había sido tan difícil sumar una mayoría de derecha.
 
En todo caso, la consulta del Equipo Colombia le ha permitido a la derecha salvar lo más importante: su competitividad de cara a la elección presidencial frente al empuje de Petro. Gracias a la fuerza de sus organizaciones partidarias y su arraigo territorial, pudo mantener una participación importante en la consulta, de más de 4 millones de votos. Por otra parte, la victoria contundente de Federico Gutiérrez con una mayoría absoluta, servida en particular por el apoyo casi abierto del uribismo, ofrece a la derecha la oportunidad de reagruparse detrás de un campeón destacado identificado, cosa que no era nada obvio antes de las consultas. Las encuestas previas mostraron en efecto un escenario muy dividido entre muchos candidatos poco atractivos para la derecha. finalmente, la consulta viabilizó la candidatura de Gutiérrez que empezó a recibir las adhesiones de los derrotados y de Zuluaga. De paso, la contundencia de la derrota de Alex Char fue funcional a este resultado, y se debe tanto a los escándalos de compra de votos que lo rodearon después de las revelaciones sobre el caso Aida Merlano como a una extraña “no campaña” que parecía asumir que uno podría competir para la presidencia sin salir a la arena.

 

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Logo de la Coalición Centro Esperanza Alianza Verde


Las paradojas del centro
El centro sale de la jornada del 13 de marzo con un balance agridulce. La consulta de la derecha superó a duras penas los 2 millones de votos, lo que ubica a su ganador, Sergio Fajardo, en una posición bastante difícil para competir con sus adversarios de izquierda y derecha que fueron escogidos en condiciones mucho más favorables en sus sectores respectivamente. Pero la coalición de Centro Esperanza podrá consolarse con unos resultados mucho más positivos al Congreso.
 
La poca atractividad de la consulta del centro se explica en parte por las múltiples tensiones internas que se manifiestan ostensiblemente durante toda esta primera etapa de campaña. Aunque el proceso organizativo que llevó a la constitución de la unión fue largo y cuidadoso, no pudo disipar la sensación de que los ahí reunidos lo estaban por razones circunstanciales y manifestaron fuertes discrepancias que hacían dudar de la cohesión y credibilidad de la alianza. Al fin y al cabo, el denominador común era el rechazo a “los extremos” (léase el uribismo y el petrismo) lo que no deja de ser un punto de acuerdo negativo sin contenido positivo muy identificable. Eso significaba una gran cantidad de propuestas y posiciones difíciles de gestionar. Además, el punto positivo más fuerte del acuerdo, la lucha contra la corrupción, él mismo fuente de discordia toda vez que no se logró un consenso fácil tan pronto como se descubrió de identificar a los responsables de este mal. La asimilación de la “clase política tradicional” a la corrupción, común en el discurso de esta tendencia, implicó sospechas hacia cualquier acercamiento con sectores externos (como cuando Gaviria buscó el apoyo del partido Liberal) o incluso gobiernos locales afines (como cuando Galán criticó a Amaya por sus vínculos con el gobierno distrital de Bogotá).
 
Por otra parte, la falta de contenido positivo común al discurso de la alianza la llevó a subestimar el clima de inconformidad que agitaba la opinión pública. Las necesidades de cohesión interna llevaron a sobreactuar el posicionamiento moderado “alejado de los extremos” en un contexto en que la mayoría de los ciudadanos pedía cambios a gritos. El desfase entre el éxito relativo de las listas de la coalición al Congreso y los pobres resultados de la consulta ilustran este punto. Los candidatos al Congreso, más aún en el marco de listas con voto preferencial, fueron más libres de conexión al descontento popular con discursos más críticos del gobierno saliente o del oficialismo.
 
De modo que finalmente, la Alianza Verde-Centro Esperanza logró resultados destacados en el Congreso a pesar de la mediocre prestación de sus campeones en la consulta, un punto llamativo si recordamos que la ausencia de Antanas Mockus hacía temer por las posibilidades de la coalición de conservar las curules al Senado ganadas por los verdes en 2018. No solo las conserva, sino que le suma 3 más y 7 curules de representantes adicionales para llevar el numero a 17. Este éxito se logra con un fuerte movimiento de renovación interna (llamó mucho la atención el resultado del influencer Jota Pe Hernández quien fue el candidato más votado de la lista al Senado por encima del veterano Humberto de la Calle), pero se matiza con la decepción del Nuevo Liberalismo. Los hermanos Galán perdieron su apuesta de irse por separado en una lista cerrada al Senado que había atraído la atención de la opinión urbana pero se estrelló contra el umbral. Una lista común hubiera probablemente permitido más curules para el sector que iba unido a la presidencial.
 
A pesar de los resultados al Congreso, el centro queda con la perspectiva de una campaña muy difícil para la primera vuelta y el espectro de la división al tener probablemente que elegir de nuevo entre derecha e izquierda en segunda vuelta.
 

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Bandera del Partido Liberal Colombiano


Lo que permanece
Con todas estas evoluciones, tendremos un Congreso renovado (57% de sus miembros serán nuevos), feminizado (29% de mujeres, lo que sigue siendo poco, pero representa un salto apreciable con respecto a 2018), y rejuvenecido. No obstante, sería fácil perder de vista lo que se mantiene: un sistema de partidos incólume a pesar de los trastornos que afectaron la opinión pública.
 
El contexto de crisis inédito hubiera podido derivar fácilmente en una crisis de representación y un derrumbe del sistema de partidos como ha pasado en Chile o en Perú. Al contrario, el sistema multipartidista colombiano parece gozar de mucha mejor salud de la que le atribuyen las encuestas de opinión y la mayoría de los analistas. Se reequilibra a favor de la izquierda, por cierto, pero los actores son principalmente los mismos. Si algo, podemos decir que el sistema se fortalece al simplificarse con procesos de agrupaciones que hace pasar el Senado de 11 a 9 bancadas (si exceptuamos a los representantes indígenas, con uno elegido por el MAIS, que de hecho, hace parte del Pacto Histórico).
 
Así, el Polo Democrático Alternativo se dividió, con una parte que integró la coalición del Pacto Histórico junto con los antiguos de la Lista de la Decencia, mientras que la otra, Dignidad, se fue hacia la Coalición Centro Esperanza junto con la Alianza Verde y disidencias liberales. A la derecha, las dos formaciones cristianas, MIRA y Colombia Justa-Libres fusionaron en una lista única. Anotemos también que después de la elección, Cambio Radical y el partido de la U anunciaron su intención de formar una bancada común, lo que podría anunciar un acercamiento en una coalición más permanente.
 
Esta continuidad llama mucho la atención no solo porque el sistema de partidos resiste a un periodo de crisis profunda, sino también porque se mantiene a pesar de la nueva jurisprudencia de la Corte Constitucional que, en varias decisiones, decidió resucitar varios partidos con una argumentación que parece apuntar a la necesidad de reglamentar el sistema de “adquisición progresiva de derechos” que proponía los acuerdos de paz, y que el Congreso no se aproxima. Esto queda como una tarea pendiente para el nuevo Congreso, pero los resultados de marzo parecen mostrar que el espectro de la vuelta a la hiperfragmentación vía judicial no se concretó, por lo menos en lo nacional.  
 
Otro elemento de continuidad, ya lo vimos, fue que la derecha sigue dominando el nuevo Congreso aunque de forma más precaria. Esto significaría un problema de gobernabilidad difícil en caso de victoria de Gustavo Petro en la presidencial, y aun si Federico Gutiérrez termina ganando. A su vez, esto implica que el partido Liberal tiene en buena medida la clave de la gobernabilidad por su posición en el centro del juego. Esto explica por qué César Gaviria está cortado por todos los sectores desde antes del 13 de marzo. No es que el liberalismo pueda aportar votos decisivos a la presidencial, sus votos son principalmente voto legislativo difícil de transferir en otro escenario, y pase lo que pase, ya dan señales de división entre Petro y Gutiérrez que no cambiarán con una eventual decisión del Director Nacional a favor de uno. Lo que hace fundamental el partido liberal es que es necesario para garantizar cualquier mayoría, de derecha o de izquierda.
   
En todo caso, este Congreso tendrá un papel destacado en materia de control político en el que sus antecesores tienen posibilidades mucho más limitadas.