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Las otras vidas. Entrevista a Mónica Ojeda

Gerson Vanegas

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La escritora y periodista Mónica Ojeda (Guayaquil, Ecuador, 1988) ha publicado recientemente dos obras complejas, arriesgadas y muy exitosas como Nefando (2016) y Mandíbula (2018).

En enero de 2018, luego de haber leído su primera novela titulada La desfiguración Silva (2015), la pude entrevistar. No sé si por la anécdota central, el rodaje por parte de unos estudiantes universitarios de una película que incluiría un guión en apariencia escrito por una escritora desconocida de los años cuarenta en Ecuador (detalle que me recordó a Bolaño y Los detectives salvajes), fue que decidí contactarme con ella para hacerle unas preguntas sobre su trabajo y de paso, conocerla un poco más.

Gracias a su editora ecuatoriana, fue posible que ella diera respuestas a los interrogantes que bullían en mi mente sobre el proceso de creación de una novela que abriría de manera adecuada el camino editorial a los libros mencionados. Libro autobiográfico, que amalgama sensaciones, presentes y pasadas, todo en una especie de “mapa emocional” que se desliza hacia un final abierto y que para fortuna de nosotros sus lectores, cuenta con saludables e incontrovertibles dosis de humor, La desfiguración Silva nos muestra los retazos de una realidad cambiante que tiene como epicentro la ciudad natal de la escritora y que sirve como cimiento o constituye al menos un valioso aporte, en mi opinión, a la nueva y mejor literatura en nuestra lengua. Este es el resultado:

Gerson Vanegas [GV]: ¿Qué significa para ti haber nacido y vivido en Guayaquil? ¿Qué es lo que más recuerdas de tu infancia en ella?

Mónica Ojeda [MO]: No creo que tuve una infancia infeliz, pero tampoco me atrevería a decir que fui una niña feliz. Era muy miedosa y tenía baja autoestima. Me llevaron a varios psicólogos antes de entrar a la secundaria. Recuerdo que me sorprendía mucho que las personas fueran tan rudas y, a veces, crueles conmigo. Era una niña que no entendía que la gente pudiera ser cruel. Lo que más recuerdo de mi vida en Guayaquil en ese tiempo son las mudanzas. Me mudé de casa varias veces: viví en el norte, en el centro y en el sur. No solía salir de casa a menos que fuera con mis padres.

GV: ¿Sientes que en tu obra narrativa existe algo que se pueda relacionar, a falta de mejor término, con la ‘costeñidad’? ¿Tienes palabras para identificar esa ‘costeñidad’ más profunda, sus elementos diferenciadores?

MO: No podría responderte con certeza esta pregunta. No tengo idea de qué es la costeñidad. No me interesan las idiosincracias porque suelen ser generalizadoras, aglutinadoras y llenas de estereotipos. Me interesa más lo que hay debajo de eso.

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GV: En tu casa, ¿Hubo libros? ¿Cuáles fueron tus lecturas entonces? ¿Alguien te señaló lecturas, te recomendó autores?

MO: Sí, mi madre estudió literatura así que heredé su biblioteca. Leía de todo. Empecé con estas revistas llamadas Selecciones y luego con pequeños libros de la serie Escalofríos de R.L. Stine, es decir, con lecturas truculentas o de terror. Eso, cuando era niña. Luego, a los doce, empecé con los libros de la biblioteca materna. Leí desde cuentos de Stevenson, Hoffmann y Mansfield hasta Quiroga y Cortázar. También leí clásicos como Madame Bovary, La muerte en Venecia, Ana Karenina, Sentido y Sentimientos, etc. Nadie me señalaba qué leer: leía, y leo, por placer y de forma caótica.

GV: ¿Recuerdas a qué edad empezaste a escribir? ¿Qué tipo de cosas escribías? ¿Ya para entonces querías dedicarte a escribir?

MO: Empecé a escribir a los doce o trece años, más o menos. Escribía para recordar las historias que me inventaba para jugar con mi hermana. Nuestros juegos eran muy narrativos y nos gustaba repetirlos. Fue, al principio, un ejercicio para no olvidar. Luego empecé a escribir historias independientes, normalmente de miedo, porque como dije antes, fui una niña asustadiza, pero también atraída por el horror. En la adolescencia supe que quería dedicarme a escribir porque desde entonces ya lo hacía compulsivamente.

GV: ¿Cuándo empezaste a estudiar en la universidad hiciste parte de algún grupo o tertulia literaria? ¿La historia de tu primera novela se gestó por esa época? ¿Cuánto tiempo te llevó escribirla, y cómo lograste su publicación?

MO: No, no hice ningún grupo. A decir verdad fui una estudiante con muy poca iniciativa. Mi primera novela se gestó cuando terminé la licenciatura y la escribí mientras hacía mi primera maestría. Me tomó un año aproximadamente, quizás menos. Se pudo publicar porque ganó el Alba Narrativa de Novela 2014.

GV: Para ti, ¿cuáles son las diferencias que encuentras entre escribir un cuento y escribir una novela? Cuando escribes una novela, ¿Sigues un plan muy preciso de escritura? ¿Qué es lo más difícil de escribirla?

MO: Para mí es una diferencia de extensión y nada más. Me gusta trabajar con un cierto grado de juego respecto a los géneros. No soy una escritora ordenada ni planificadora. Cuando empiezo a escribir, no sé lo que voy a hacer. Sé lo que quiero decir, pero incluso eso va cambiando mientras escribo. Descubro la novela escribiéndola, y me gusta que sea así. Lo más difícil es eso: descubrirla. Sacarla de entre las palabras innecesarias. Es como un trabajo de minería.

GV: ¿Qué es, y sigue siendo para ti la literatura? ¿Qué piensas sobre la enseñanza de la literatura en la universidad? ¿Cómo ha sido tu experiencia al respecto?

MO: La literatura es mi vida. Es lo que me conmueve y, a la vez, me permite aguantar el miedo y la ansiedad. Me encanta ser profesora de literatura porque me permite hablar sobre algo que me apasiona con otros.

GV: ¿Cuáles son las cinco personas más importantes en tu formación como escritora?

MO: No sabría decírtelo. Quizás mi familia entera. Soy escritora porque tengo la familia que tengo. Porque me dieron muchos problemas sin resolver que ahora juego a resolver escribiendo. 

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GV: ¿A quién consideras tu mejor lector? ¿Tienes un lector ideal?

MO: Mi mejor lector es mi marido, y mi lector ideal no existe ni siquiera en mi cabeza. Quizás sea yo misma.

GV: ¿Cómo es tu relación con la crítica y los editores de tu país? ¿Recuerdas algún elogio que te hayan dicho o hayas leído al respecto?

MO: Creo que es bastante buena. Ahora están mucho más receptivos a leerme y son muy generosos con sus lecturas. Antes, cuando no había publicado nada, era mucho más difícil, como es normal.

GV: Del panorama literario actual en Hispanoamérica, ¿Destacas alguna propuesta o figura que te parezca interesante y por qué?

MO: Me encanta el trabajo literario de Ariana Harwicz. Ella es, con diferencia, la escritora del panorama hispanoamericano a la que más disfruto leer.

GV: Además de la presencia de lo cotidiano, del cine, de la ciudad y del humor, la escritura es, me parece, el tema de tu primera novela. ¿Por qué te interesa tanto la escritura? ¿Has sentido alguna vez lo que la crítica llama “el bloqueo del escritor”?

MO: No he sentido jamás el bloqueo, todo lo contrario, tengo que forzarme, a veces, a cerrar el grifo, porque escribo como una llave abierta soltando toda el agua del mundo. Es excesivo. También escribo para limpiar ese exceso.

GV: ¿Qué importancia tienen para ti los elementos autobiográficos en las novelas y cuentos que has escrito o te han publicado?

MO: Ninguna y toda. Casi no hay elementos autobiográficos en mis novelas, pero los hay, porque escribo desde mis voces y mi cabeza; sólo que ni mis voces ni mi cabeza son únicas. Es mi experiencia, como podría ser la experiencia de muchos más, así que no importa.

GV: Háblame un poco de tu vida en Barcelona, ¿Qué aporta a tu proceso de escritura vivir en esa ciudad? ¿Qué tan decisivo es para un escritor, en especial joven?
 
MO: Me aportó tiempo. Allá no tenía que trabajar, sólo estaba estudiando. Lo que es decisivo para un escritor no es la ciudad en la que escriba, sino su experiencia, sus lecturas y el tiempo. Tener tiempo para escribir, tener tiempo para mirar, o sacarlo de donde sea, incluso cuando no se dispone de él. La escritura, en este sentido, se opone al sistema laboral y económico que sostiene a nuestras sociedades. En un mundo en el que la rapidez te exige no detenerte a pensar, la escritura detiene el tiempo para que ocurra el pensamiento en la grafía. No es la única forma, por supuesto: todo arte, sea o no escritural, detiene el tiempo y, a la vez, lo hace más vívido.

GERSON VANEGAS
Docente, investigador y crítico de cine. Autor del libro de cuentos Las formas del desastre y de la novela breve Mar argentino (2020).