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El Club Médico de Bogotá, un club de 120 años y un hombre de 102 años

Jairo Hernán Ortega Ortega, M. D.

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Una circunstancia familiar me llevó a indagar por el Club Médico de Bogotá. Entonces recordé a mi querido amigo el Dr. Camilo Eduardo Salazar López, especialista en Urología, con quien compartimos maravillosos años de nuestra formación médica en el Hospital de San José, bajo la tutela de la Facultad de Medicina del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario. El Dr. Camilo Salazar, desde que lo conozco, ha sido miembro de dicho club.
 
Camilo me comentó que quien podría suministrarme la información que buscaba era el Dr. Augusto Salazar Sánchez, cirujano gastrointestinal de la Universidad Nacional, quien además es su padre y tiene 102 años ¿102 años? No le podía creer.
 
El Dr. Augusto Salazar Sánchez, cuando lo entrevisté el 22 de agosto de 2022, me manifestó que para la fecha cumplía 101 años, 2 meses y 12 días. Además de ser todo un caballero, me impactó su lucidez para el pasado, el presente y el futuro. Su voz para nada tiembla, es clara y fuerte, y es recio y veloz en sus respuestas. Se moviliza sin ninguna dificultad para abrir la puerta cuando tocan el timbre de su casa.En mi casa, subo, bajo, soy un atleta. Ya cuando salgo a la calle sí llevo el bastón para evitar contrariedades". Después de esta firme interpelación empieza a contar su vida y la del Club Médico, ya que están estrechamente ligadas, tanto así que uno de los salones, el del piano, lleva su nombre. Además, otro hito histórico, él se encontraba trabajando en la Clínica Central, a donde llevaron a Jorge Eliécer Gaitán cuando fue herido de muerte el 9 de abril de 1948; le tocó seguir de guardia, en compañía del Dr. Pedro Eliseo Cruz, durante siete días, mientras amainaba la violencia de El Bogotazo.
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Dr. Augusto Salazar Sánchez - Cortesia del Dr. Camilo Salazar

El 19 de julio de 1900 se fundó el club. Es el club más antiguo e histórico de Bogotá. Lo constituyeron varios médicos y un abogado, por lo cual en un principio se llamó Club de Médicos y Abogados. Poco después los abogados crean su propio club y la denominación que se le da es Club Médico de Bogotá, pero hasta la actualidad siguen en hermandad con el de abogados. Su primera sede se ubicó en una casona que arrendaron en la calle 13 arriba de la carrera séptima, donde luego funcionó el restaurante Internacional; después se trasladaron a otra en la esquina de la carrera octava con calle 13, donde hoy se encuentra el edificio de un banco muy importante; pasado un tiempo, se desplazan, por necesidades logísticas, a un inmueble en la calle 16 con octava y, con el crecimiento de la ciudad, siendo presidente del club el Dr. Eudoro Martínez, Pediatra, deciden radicarse en una bella casa en la calle 78 con carrera décima.
 
El objetivo del Club siempre ha sido el sano divertimento de los médicos asociados y sus familias, por lo cual las reuniones sociales eran muy frecuentes y los vecinos empezaron a quejarse. Emprenden la búsqueda de una nueva sede y en 1965 se topan con la actual, Calle 85 No. 7 – 74, en el barrio La Cabrera, uno de los más exclusivos de Bogotá. Es una mansión de estilo francés. Su propietario era un señor de apellido Planas, quien para esas calendas se dedicaba a los prestamos hipotecarios, tanto así que a mediados del siglo pasado se decía que nadie había construido una casa en Bogotá sin la plata de Planas. Se animó a venderla al saber cuál iba a ser el objeto del inmueble, pero exigió algunas condiciones: que nunca se trasladara la lámpara que hay sobre la escalera principal y que no se cambiara el artesonado de los techos.   
 
El club en sí mismo es un tesoro y alberga otros como el piano alemán, vertical, que fue adquirido en 1926, con muchas piezas de cobre; se le presta un mantenimiento impecable y se invierte lo necesario en su afinación. Sus pisos de parqué son reliquia, al igual que el espejo en cristal de roca que corona el descanso de la imponente escalera central y que está enmarcado en fina madera teniendo repujada la inscripción 1900, año de la fundación. Sus salones fueron testigos de bodas fastuosas y grandes bailes. También son de inmensa valía las antiguas fotografías que cuelgan en sus muros, allí está plasmada buena parte de la memoria histórica de la medicina de Bogotá y parte del país. Llegó a contar con más de 350 socios, hoy tan solo perviven 32 titanes. Es patrimonio cultural, por lo cual es de conservación arquitectónica.
 
El Dr. Augusto Salazar Sánchez es médico de la Universidad Nacional de Colombia, donde además se formó como Cirujano General y Gastroenterólogo. Fue uno de los primeros en operar patologías del esófago, ya que por esos tiempos era casi que vedado entrar a la cavidad toráxica, pero después de un entrenamiento que trajo la Columbia University al país empezó a hacer dicha cirugía. Siendo estudiante, en 1940, asistió con sus compañeros a una Feria del Libro Médico Argentino que se llevaba a cabo en el Club Médico. Ingresaron con un temor reverencial porque allí se encontraban muchos de sus venerables y trascendentales profesores, como los Dres. Jorge Cavelier, Jorge Bejarano, Darío Cadena y Guillermo Uribe Cualla. El Dr. Cadena era un connotado maestro de Anatomía y cuando levantaba la ceja todos temblaban. El Dr. Cadena les aconsejó que no se pusieran a tomar cerveza en las tiendas, sino que acudieran al Club Médico a hacerlo que, aunque aún no eran socios él y sus colegas les permitirían el ingreso.  El Dr. Salazar Sánchez se hizo miembro del club en 1950 y desde 1960 ha sido miembro de la Junta Directiva en cargos como vocal, secretario y presidente.  Se siente muy honrado de haber sido elegido presidente honorario desde 2013,por el sólo mérito de tener canas"– dice.
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Dr. Augusto Salazar Sánchez - foto del autor

 
En la actualidad el Club Médico, por efectos de la pandemia, los variables cambios de la economía y el escaso número de socios, tuvo que arrendar el primer piso a un restaurante de comida italiana. Se han tratado de hacer muchos salvamentos, incluso se tuvo el proyecto de mover la casa, sobre unos rieles, tal como se hizo con el edifico Cudecom, para cambiarla de orientación, pero dentro del mismo predio, y dar espacio para poder construir un edificio anexo con vocación de hotel y centro de convenciones que pudiera reactivarlo al hacerlo más comercial. Dicho proyecto era muy costoso y, además, el plan de ordenamiento territorial de la zona no lo permitió.
 
Por el Club Médico transitaron personajes muy importantes de la ciencia médica nacional. El Dr. Juan Evangelista Manrique, quien fuera médico del poeta José Asunción Silva; el Dr. Eudoro Martínez, padre de la pediatría en Colombia; el Dr. José del Carmen Acosta, padre de la Ginecoobstetricia en el país; el Dr. Jorge Cavelier, director del Hospital de La Samaritana; los Dres. Hipólito Machado, José María Montoya, Hernando Anzola Cubides, miembros de la Sociedad de Cirugía de Bogotá – Hospital de San José, entre otros. El Dr. Mario Negret casi no nos frecuentaba, no era hombre de fiestas, era de pocas palabras; con el Dr. Juan di Domenico di Ruggiero sí compartimos muchas veladas agradables También era habitual que el Club Médico pusiera ministros de salud, como lo fueron Jorge Bejarano y Pedro Eliseo Cruz.
El club dio asiento a la creación de las sociedades de Ginecoobstetricia, Cirugía, Gastroenterología, Medicina Interna y la Federación Médica Colombiana. Allá programaban sus actividades administrativas y eventos académicos. Se hicieron reuniones muy lindas cuando, en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional, se escogían a los directores de los diferentes servicios médicos y quirúrgicos; eran ceremonias muy elegantes. Las sociedades científicas ya no lo ocupan.
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El Club se ha venido a menos, atraviesa problemas económicos por lo costoso de su funcionamiento y por los cambios sociales que se han generado, por ejemplo, el médico ahora es un operario más, de primer nivel, pero operario. Ya no se ven por las calles a los elegantes médicos con maletín que llegaban a visitar pacientes a las casas, ahora llegan hasta en tenis. Era un honor hacer parte del Club Médico y daba trascendencia social; las nuevas generaciones no lo ven atractivo porque las actividades que allí pueden desarrollar, además de utilizar su restaurante, son jugar billar, tresillo o bolos. El crecimiento de la ciudad también ha influido y ahora se prefiere acudir a los clubes que están ubicados en la sabana de Bogotá. Nuestros socios ya están añosos y muchos han fallecido.

La casa del Club Médico es la más bonita de Bogotá, es un ícono de la ciudad y de la buena medicina, es un tesoro y los tesoros debemos cuidarlos y disfrutarlos, por eso, a pesar de múltiples y muy buenas ofertas, no hemos querido venderlo. Deseamos volver a motivar a las familias para que vengan los domingos a almorzar, a que los amigos colegas vuelvan a encontrase a almorzar o cenar y a tomarse unos tragos de whisky. El Club tiene canje con otros clubes del país, en ciudades como Bucaramanga, Ibagué, Medellín, Cali, Tunja, Cúcuta y otros ubicados en las afueras de Bogotá.

Por el momento estamos arrinconados, pero con toda la capacidad de sobreaguar, porque el espíritu se mantiene vigente. Debemos reinventarnos para volver a ser atractivos para los médicos y, en especial, para las nuevas generaciones médicas. Estamos proyectando novedosas inversiones y sabemos que una fortaleza es ser un Club dentro de la ciudad, con un gran potencial de uso durante las jornadas laborales, en una ubicación muy central y en una zona privilegiada. Lo mejor del Club Médico de Bogotá, en este momento, es su futuro, porque no dejaremos morir 120 años de tradición.