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El reto de Petro en amarillo, azul y rojo

Jairo Hernán Ortega Ortega, M. D.

Gustavo Petro y Francia Márquez -  EFE Mauricio Dueñas Castaneda

 
El pasado 19 de junio, en elecciones democráticas, Gustavo Francisco Petro Urrego y Francia Elena Márquez Mina, alcanzaron la presidencia y la vicepresidencia de Colombia, respectivamente. Se comentó, por todos los medios, que fue el primer triunfo de la “izquierda” en nuestro país. Los pros y los contras, que venían desde la campaña electoral, fueron la comidilla de todos los sectores; desde antes se habían presagiado desastres, turbas y el incendio de todo el territorio nacional. Así de fatal era la propaganda que los Casandra del régimen actual vaticinaban o patrocinaban. Para fortuna de todos, y de todas, y de todes, nada de lo fatídico sucedió, todo fue una fiesta.

En Bogotá, la proclamación de la victoria del Pacto Histórico se concentró en el antiguo Coliseo Cubierto de El Campín. Abarrotado hasta las banderas la alegría de los asistentes era contagiosa. Desde allí, con música en vivo antes y después, Francia y Petro destaparon sus corazones ante la emoción de lo ganado. En las inmediaciones del coliseo el trancón fue fenomenal, pero la serenidad y la paciencia, al ritmo del tronar de las bocinas de los vehículos, fue la norma. Por todas las calles esta se repetía, pareciera que existiera un pacto explícito entre la ciudadanía.
 

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Petro y Mockus en campaña - De Roboting - Trabajo propio, CC BY-SA 4.0

Otro foco de alegría se concentró en la Plaza de Bolívar a donde la gente acudió de manera espontánea, con gorras, camisetas y consignas que alababan a Petro y a Francia, pero lo que más se distinguía eran las banderas de Colombia portadas como estandarte por personas de todas las edades. Una que otra bandera, azul, blanco y rojo, distintiva del M 19, el movimiento que originó las ideas revolucionarias en Gustavo Petro, también ondeaban muy cerca de la estatua de Simón Bolívar, nuestro libertador. Nunca, en el centro de Bogotá, se vivió una manifestación tan pacífica, tan solidaria, tan plena de hermandad; se compartían los abrazos, las sonrisas y los besos. La pacífica celebración, bajo la llovizna, el aire fresco y la noche, estuvo acompañada de muy pocos efectivos de la fuerza pública; en una de las bocacalles de acceso a la simbólica plaza se veían tan solo tres agentes de policía, dos hombres y una mujer, con sus uniformes de diseño nuevo, casi que recostados sobre sus verdes motocicletas y ensimismados chateando en sus celulares. Las consignas, las tamboras, las vuvuzelas, los improvisados raperos y las verbenas confirmaban, a pesar de que allá no iban a asistir los recién elegidos presidente y vicepresidenta, que todo era una fiesta, una alegre, pacífica y esperanzadora fiesta. El pueblo estaba celebrando sabroso.

Nos habíamos evitado el guayabo que se sintió cuando se votó NO a la paz y con los mensajes pregonados por Petro y Francia el ambiente empezó a impregnarse de fe, esperanza y optimismo. El patriotismo afloró y se recordaron las enseñanzas colegiales sobre el significado de nuestro símbolo tricolor: Amarillo, Azul y Rojo. A partir de esos colores analizo lo que muchos, o quizás todo el país, esperan – esperamos – de este nuevo gobierno; estos son los retos de Petro:

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Pacto Histórico - Logo Oficial

  • AMARILLO, NUESTRAS RIQUEZAS. La biodiversidad de nuestros territorios debe protegerse tanto como la vida. El hombre y la mujer del campo, el campesino, la campesina, junto con todo su núcleo familiar deben ser amparados por el estado el cual debe llegar a ellos, a sus regiones, para fomentar el cultivo de las tierras, su pastoreo, su tenencia, su productividad, para que en verdad sea la despensa de los hogares colombianos y le permita, a los campesinos, su sostenibilidad, su arraigo, su querencia por el terruño. No más desplazamientos. Con la paz presente en esos territorios, el turismo será una gran fuente de ingresos, porque todo el mundo querrá conocer la Colombia profunda, exótica y salvaje. Nuestra riqueza en minerales preciosos, carbón, petróleo y otros, no debe dar patente de corso a los gobiernos para que agujereen las tierras hasta dejarlas como un improductivo, mohoso y pasado queso emmental, sin más futuro que la desolación y la muerte. Otra gran riqueza es el colombiano mismo, quien es portador de un talento humano incomparable, pero que debe ser direccionado a través de la educación, a la cual debe tener acceso universal y con todas las garantías para que complete sus ciclos académicos con calidad y luego sea motor de la cadena productiva del país, a través de la formalidad laboral, para que asegure su manutención y la de su familia, y que todos tengan cobertura en salud por medio de un sistema de calidad eficiente, oportuno y humanizado, donde se privilegie a la persona y no a los balances financieros. Mucha riqueza tenemos, mucha riqueza hay que dar para superar la pobreza de millones de compatriotas.

 

  • AZUL, NUESTRAS AGUAS. Todo el mundo, y nosotros mismos, no entendemos cómo, teniendo dos océanos, nuestro desarrollo marítimo sea mucho menos que precario. Petro y Francia deben gobernar de la periferia al centro, porque además ese es el mapa que mostró las zonas donde obtuvieron mayores votaciones. Toda la costa pacífica debe constituirse en un potente eje de desarrollo, sus oportunidades son inmensas en todos los órdenes: flora, fauna, pesca, navegación, turismo; no podemos seguir dejando abandonados al Chocó, a Tumaco, a Buenaventura. En esta zona, de negros afrodescendientes, indígenas, mestizos y multidiversidad racial y cultural, casi que puede constituirse un departamento propio; además, la natural capacidad hídrica para generación de energía y para navegabilidad es impresionante. Ahora, a nivel central se deben recuperar el río grande de la Magdalena y el Cauca, incluso para buques recreativos. Tenemos grandiosos páramos que nos proveen de agua por doquier, pero debemos preservarlos y protegerlos para que sigan cumpliendo su función. Y el Amazonas, pulmón del mundo, es también parte de nuestros privilegios y del planeta para descarbonizarlo; la lucha contra su deforestación debe ser implacable porque nos corresponde ser responsables con el futuro de la humanidad.

 

  • ROJO, NUESTRA SANGRE. En el gobierno de Gustavo Petro no pueden ocurrir más derramamientos de sangre, no más masacres, no más muertes de líderes sociales ni de reinsertados; no más campesinos desplazados ni estudiantes mutilados; el respeto por la diversidad sexual y de género debe permear toda nuestra sociedad. Los derechos humanos se deben ejercer a plenitud y quienes deben dar ejemplo de ello son las fuerzas militares y de policía que requieren una reforma de humanización urgente. La paz se debe hacer con todos, desde los grupos guerrilleros, disidentes guerrilleros, paramilitares, pasando por los altos capos del narcotráfico, las bandas criminales, hasta los traficantes y hampones de todos los pelambres; deben someterse, de no ser así la ley tendrá que imponerse. Considero que, para Petro y Francia, por fortuna, se ha dado la concertación de los relojes atlánticos, la alineación de los astros, la caída de los conjuros y, por el contrario, les han llovido las bendiciones de un pueblo que en esencia es bueno y quiere dejar atrás las atrocidades que nunca debieron ocurrir. Esto se ve en la aceptación y apoyo que le han demostrado diversos grupos políticos, incluso contrarios en muchas formas a su ideario, en la confluencia afortunada de poder retomar el Acuerdo de Paz, firmado en 2016, que se suma a los reconocimientos, declaraciones, verdades, aflicciones, llantos y perdones, que víctimas y victimarios se brindaron a través de la Justicia Especial para La Paz (JEP), a finales de julio de este año y, lo más importante, para nuestra generación y para la de nuestros hijos y los hijos de sus hijos, en el informe final que la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición, presentó al país el pasado 28 de junio, en la voz del padre Francisco de Roux.

Pues bien, a pesar de los primeros vientos a favor, en todo caso los retos de Petro son inmensos y difíciles, en especial porque hay mucha esperanza detrás de ellos, pero por fortuna tiene a Francia a su lado y a millones de colombianos que se sumaron al pacto que propuso con su política del amor.