Pasar al contenido principal

El retorno aparatoso de Donald Trump

Mauricio Jaramillo Jassir

Donald-Trump-By-Gage-Skidmore-CC-BY-SA-3-0
No cabe duda de que Donald Trump ha sido el presidente más controversial que ha tenido Estados Unidos, al menos desde la Posguerra, aunque el lapso puede ser mayor. Su elección en 2016 significó una derrota para el establecimiento partidista estadounidense, pues si bien Trump compitió nominado por el Partido Republicano, fue evidente el rechazo que su figura despertaba en varios sectores, incluidos los expresidentes que jamás lo han aceptado como una figura representativa de los valores de esa colectividad. Su sorpresiva elección, por ende, fue un punto de inflexión histórico ya que durante sus cuatro años se deshicieron varias tradiciones, en especial en el plano diplomático, donde emergió un nacionalismo ramplón e internamente la polarización alcanzó niveles francamente preocupantes. Para confirmar esto basta con asomarse a los sucesos de Charlottesville en agosto de 2017, cuando una caravana de supremacistas terminó en violentos enfrentamientos en los que la sintonía entre el movimiento racista y el entonces presidente fue inocultable. De forma insólita, Trump fue incapaz de condenar el fenómeno, e insistió que “ambos bandos eran responsables”.
 
Eso marcó la pauta de su mandato, la ambigüedad frente al racismo que terminó generando divisiones irreconciliables en una sociedad que venía de grandes divisiones que se han venido alimentado por el odio en el último tiempo.  Trump se montó además en una ola de popularidad por decisiones muy esperadas en sectores anti Globalización como la denominada “guerra comercial” contra China. Esta consistió en renegociar los patrones comerciales ampliamente favorables al gigante asiático que tiene niveles inalcanzables de competitividad por la devaluación constante del yuan, los costos bajos en mano de obra y un crecimiento superlativo y sostenido durante las últimas décadas. La imposición de aranceles a producto chinos fue bien recibida en sectores que se fueron convirtiendo en bastión del trumpismo, agricultores decepcionados del proceso de apertura y férreos críticos de los Tratados de Libre Comercio. Por eso, cuando este anunció que no firmaría más esquemas de ese tipo y que renegociaría varios, incluido el de América del Norte que involucra a México, ganó amplios respaldos.  Trump justificaba esa renegociación en el caso mexicano en la deslocalización de las empresas que buscaban mano de obra en territorio centroamericano a expensas del trabajo de los estadounidenses.   
 
Para fortuna de Trump, la economía llegó a niveles históricos de crecimiento, control de inflación y empleabilidad. Claro está, no todo se debe adjudicar a su labor pues el país venía de una recuperación económica desde 2011, luego de una severa crisis financiera. Sin embargo, la aparición de la pandemia cambió drásticamente el panorama y puso en evidencia las carencias de Trump a la hora de gestionar las crisis.  El enfrentamiento con los científicos para disminuir el nivel de gravedad de la crisis sanitaria, le terminó costando muy caro como les sucedió a otros gobernantes en el mundo, como a Boris Johnson, Jair Bolsonaro, Aleksander Lukasenko o Daniel Ortega. Trump optó por controvertir constantemente los conceptos médicos sobre el avance de la enfermedad. Así, sus salidas en falso pasaron de la mera anécdota a la manifestación irrefutable de incapacidad.
 
Su salida atropellada es bien conocida, no solo por haber desconocido la victoria de Joe Biden y haber lanzado en medio de la campaña, acusaciones sobre el sistema electoral con alusiones infundadas al fraude, sino por su silencio y complicidad por el intento violento por tomarse las instalaciones del Capitolio.
 
col1im3der

Trump y miembros de su gabinete durante su presidencia - Dominio público

 
Ahora bien, no se debe deja de lado que entre la elección de 2016 y la de 2020, Trump creció y a pesar de salir derrotado en esta ultima, consiguió 12 millones más de votos, incremento significativo que constata un fenómeno político de larga data y no como un accidente pasajero. Paradójicamente, la redada del FBI a su residencia de Mar a Lago a comienzos de agosto, volvió a ubicarlo en la agenda política y selló su retorno. El apoyo de varias figuras del Partido Republicano como Kevin MacCarthy o Ron DeSantis hacen prever varios enfrentamientos hasta las elecciones de medio término, donde se renueva una parte del Congreso (un tercio del Senado y la totalidad de la Cámara de Representantes) y se cree que el republicanismo será mayoría en la cámara baja.  Su retorno a la política está marcado por la controversia y las acusaciones en su contra por mal manejo de información clasificada.
 
Trump tiene a su favor una polarización creciente a propósito de la polémica decisión de la Corte Suprema de Justicia de derogar la celebre sentencia Roe versus Wade que garantizaba el derecho al aborto e impedía a los Estados aprobar leyes que proscribieran la práctica. El nuevo panorama jurídico ha permitido ver como se ha ampliado el espectro de un republicanismo de extrema derecha alejado del centro en posturas como el aborto, la eutanasia, el matrimonio igualitario y el porte de armas, este último un punto donde la postura de Trump es contundente como llamativa. No parecen haber hecho mella las masacres recientes en Uvalde y El Paso, Tejas. 
 
A esto se suman las expectativas de recesión de la economía estadounidense para 2023 e indicadores actuales en materia de inflación (cercana al 10%) que son preocupantes más aun, cuando el aumento de las tasas de interés desincentiva el consumo (en una sociedad acostumbrada a niveles representativos) y no parece atajar el fenómeno inflacionario.
 
Trump parecería ver con agrado la política exterior errática de Biden que sigue coleccionando reveses. Apenas posesionado, concretó el retiro de Afganistán y consecuentemente los talibanes se tomaron Kabul. Un año después estalló la guerra en Ucrania y la estrategia de Occidente parece estéril frente a un Moscú que no luce ni debilitado económicamente, ni aislado internacionalmente. Como si esto fuera poco, la visita de Nancy Pelosi, cabeza de la Cámara de Representantes, a Taiwán hizo ver débil a Washington que terminó reculando y la República Popular se mostró como una potencia que terminó por imponer definitivamente el principio de “una sola China”. 
 
Parece el clima perfecto para que Trump reviva políticamente con miras a las elecciones de 2024. El auge de la derecha fundamentalista en todo el mundo, augura una candidatura aún más radical y polémica con efectos imprevisibles sobre una democracia suficientemente asediada.