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Europa y su rol en el conflicto entre Palestina a Israel

Mauricio Jaramillo Jassir

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Europa enfrenta uno de los mayores desafíos en términos de política exterior, pues deberá cuanto antes, asumir una posición común sobre el traslado de la embajada de Estados Unidos, desde Tel Aviv a Jerusalén.

La polémica decisión de Donald Trump también ha ocasionado fuertes divisiones en el seno del bloque europeo, y revive la profunda asimetría en la lectura de los asuntos globales entre algunos países de Europa occidental, y otros de Europa central y oriental. La mayoría de países de Europa occidental empezando por Francia, ha expresado su inquietud por la iniciativa de Washington, pues a consideración francesa la misma puede provocar una nueva ola de violencia difícil de atajar en el corto plazo. Al otro día de la desafiante inauguración de la embajada estadounidense, en una capital que ambos pueblos reivindican, el influyente diario Le Monde editorializó de forma contundente:

¿Qué quedará en la historia de este 14 de mayo de 2018? ¿El traslado histórico de la embajada de Estados Unidos a Jerusalén, signo del reconocimiento de la ciudad santa como capital de Israel, el mismo día de su 70 aniversario? […] Lo que quedará, sobre todo, de este día, será el espectáculo esquizofrénico y obsceno del regocijo diplomático americano-israelí en Jerusalén, mientras que a cientos de kilómetros ocurría una carnicería de civiles buscando traspasar la frontera, sin otra arma que el desespero (Editorial Le Monde 15 de mayo de 2018).

Francia conoce los riesgos enormes que significan decisiones unilaterales de este tipo, en una región con un enorme potencial para la violencia. El proceso de descolonización dejó una consciencia importante y una prudencia, que contrasta con el impulso irracional de Estados Unidos las últimas dos décadas. En su momento el gobierno de Jacques Chirac fue feroz opositor a la intervención en Irak, pues preveía en el fondo, el desastre que tal acción podía dejar en la zona. Desgraciadamente, tal escenario terminó ocurriendo, sin que Estados Unidos hubiera advertido las lecciones de semejante error.

A diferencia de ese 2003 cuando apoyó la guerra en Irak, esta vez Reino Unido tomó distancia de Estados Unidos en un tema de enorme sensibilidad histórica, pues ese territorio estuvo bajo su mandato en la colonización. De igual forma, Luxemburgo expresó su preocupación y recordó que la decisión, va en contra de resoluciones de Naciones Unidas sobre la zona, y recordó que la Unión Europea ha estado siempre del lado de una solución de dos Estados. Esta declaración confirma la idea que quedó en el ambiente europeo, y es que con esta iniciativa de Trump, Washington está avanzandohacia una solución que contempla únicamente la existencia del Estado israelí, en detrimento del palestino.

Los gobiernos de Alemania y Reino Unido, además, propusieron a través del Consejo de Seguridad el establecimiento de una comisión de investigación independiente que se encargue de aclarar la muerte de unos 50 palestinos (entre ellos 8 menores de edad) en la conmemoración de la Nakba o tragedia palestina, en hechos que coincidieron con la inauguración de la misión diplomática en cuestión.

Pero no todo es consenso en el seno de la UE. Como en 2003 en la víspera de la invasión a Irak, un grupo de Estados de Europa central y oriental decidió apoyar la decisión de Estados Unidos y desafiar el consenso internacional que se había establecido para evitar decisiones unilaterales que pudieran provocar violencia en Oriente Medio. Se trata de Hungría, la República Checa y Rumania. El gobierno checo de Milos Zeman sería el primer europeo en trasladar la representación diplomática de Tel Aviv a Jerusalén. Y de no haber mayores cambios, Bucarest y Budapest avanzarían en la misma dirección. Movidas diplomáticas decididas en el calor de una coyuntura y remotamente reversibles.

No obstante, Europa es clave para buscar una salida, a la larga crisis que desde hace varios años ha imposibilitado que israelíes y palestinos vuelvan a la mesa de negociaciones. En la década de los noventa y ante la urgencia de detener la violencia luego de la primera intifada, Europa junto con Estados Unidos (el gobierno de Bill Clinton), logró poner en marcha los Acuerdos de Oslo, el esquema de negociación en el que más se ha progresado para una paz definitiva en la zona.

Aquello mostró que una mediación internacional, incluso en cabeza de Estados Unidos, podía facilitar las condiciones para llegar a una solución que tenga como condición indispensable la creación de dos Estados. La alteración del estatus de Jerusalén, que se había mantenido desde la Resolución 181 de la Asamblea General de Naciones Unidas que en 1947 dio luz al Estado Árabe y a Israel, constituye un retroceso en el liderazgo de cualquier iniciativa de paz de Washington. Por eso y ante la evidente degradación de la situación de seguridad en ambas naciones, Europa se encuentra frente a un desafío complejo pues debe superar dos grandes escollos, que la ponen a prueba como un verdadero contrapeso al errático comportamiento de Donald Trump.

De un lado, será necesario que Europa demuestre una capacidad diplomática para revivir bajo su impulso, los puntos no definidos de los Acuerdos de Oslo rescatando un plan de paz que en el corto plazo logre un compromiso para desechar el uso de la violencia, y en el mediano y largo, una soluciónque le dé vida a una convivencia pacífica de dos Estados. Es el tema global que más liderazgo y visibilidad le puede significar a un actor, que necesita demostrar peso en la arena internacional. Y de otro lado, Europa está en mora de superar las diferencias internas y de una vez por todas, definir una postura sin maniqueísmos ni simplismos sobre el tema palestino. Rescatar el estatus de Jerusalén puede ser el inicio …