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Juegos, trampas y dos armas humeantes después de 20 años

Ismael Iriarte

portada

Cuando Lock, Stock and Two Smoking Barrels llegó a las salas de cine del Reino Unido el 28 de agosto de 1998, más allá del impacto inicial que representaba la historia, es probable que ninguno de los asistentes a las proyecciones iniciales tuviera la sensación de estar ante una película que lograría trascender en el tiempo.

Sin embargo, el posterior éxito en las taquillas en ambos lados del atlántico y sobre todo la inesperada acogida en la crítica posicionaron a este filme, la ópera prima del director inglés Guy Ritchie, como una de las mejores producciones británicas de las últimas décadas.

La película cuenta la historia de un grupo de amigos que deciden entrar al riesgoso mundo de las apuestas clandestinas en Londres, para lo que confían todo su dinero a Eddy, quien ha demostrado ser un genio con las cartas. Las cosas no resultan como lo habían esperado y en un abrir y cerrar de ojos se encuentran en una posición muy peligrosa, pues no solo perdieron lo apostado, sino que ahora deben 500.000 libras a Harry “el hacha” un jefe del crimen organizado. Su única esperanza es robar a una banda de traficantes de drogas, lo que termina por agravar su situación y los lleva a involucrarse con lo más despreciable del bajo mundo.

Pero ¿Qué hace tan especial a esta película? La respuesta a esta inevitable pregunta se encuentra en algunas de las características que definen la cinematografía de Guy Ritchie, plagada de personajes sorprendentes y caricaturescos que logran ganarse la simpatía del público a pesar de encontrarse, por lo general, en lado equivocado de la ley. Y es este rasgo uno de los más distintivos del aclamado director, pues sus películas se apartan del concepto tradicional y paradigmático del héroe, para dar lugar a protagonistas que con indulgencia pueden ser definidos como perdedores y taimados, aunque con una gran dosis de suerte que los hace encantadores.

Las atmósferas oscuras y sórdidas, casi sin excepción emparentadas con el hampa, son otra de las características de las películas de Ritchie que con aire flemático y autocritico, muestra una cara menos glamorosa, pero igualmente atractiva y seductora de Londres. Los finales, inesperados, inconclusos y en no pocas ocasiones crueles, agregan una dosis más de adrenalina al ya frenético ritmo de estas producciones, que son complementadas magistralmente con juegos de cámara, efectos de animación y sugestivas bandas sonoras, que hacen que las historias lleguen al espectador como un impacto fulminante, del que no se recupera con facilidad.

Lock, Stock and Two Smoking Barrels no solo representó el debut de Guy Rtchie, sino también el de actores como Jason Statham, que años más tarde se convertiría en fetiche del director, al protagonizar películas como Snatch: cerdos y diamantes Revolver, al tiempo que se consolidaba como estrella del cine por su personaje de El transportador, bajo la dirección de Luc Besson. Otra recordada aparición fue la de Vinnie Jones, un exfutbolista galés que militó en quipos como el Leeds United, el Sheffield United y el Chelsea y cuya carrera estuvo marcada más por el juego violento que por el alto rendimiento deportivo, pero que con la actuación pareció encontrar su lugar en el mundo.

Vale mencionar también la actuación de Sting, en el secundario papel de Barry "el baptista” y su importancia más que anecdótica en la vida de Guy Ritchie, pues fuel el legendario cantante inglés el encargado de presentarle a Madonna, con quien más tarde contraería matrimonio. Esta relación terminaría de abrirle las puertas de las grandes ligas del espectáculo a Ritchie, quien en los años siguientes consolidará su posición en la élite del cine, dirigiendo figuras como Brad Pitt, Benicio del Toro, Gerard Butler, Tom Hardy, Robert Downey Jr. y Jude Law.

Buena parte de la clave del éxito para Ritchie consiste en que, a pesar de su vertiginoso ascenso, conserva en cada nueva producción el espíritu disruptivo de Lock, Stock and Two Smoking Barrels, que le ha hecho merecedor de la distinción moral más codiciada por cualquier director, esa que reviste a su obra con el título de cine de culto.

Tres películas de Guy Ritchie que no puedes dejar de ver:

  1. Lock, Stock and Two Smoking Barrels
  2. Snatch: cerdos y diamantes
  3. RocknRolla