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Leonard Cohen y el origen español de su ‘balada interminable’

Ismael Iriarte

Leonard Cohen y el origen español de su ‘balada interminable’

La búsqueda constante y casi obsesiva de la exactitud de las palabras y el poder incontestable de los símbolos ha marcado desde siempre la obra del cantante y escritor canadiense Leonard Cohen, desparramada por igual en poemarios y producciones discográficas por más de 40 años y evidente –como no podía ser de otra forma- en el Teatro Campoamor de Oviedo, el 21 de octubre de 2011, cuando ante la atenta mirada de Felipe de Borbón, pronunció su discurso de aceptación del Premio Príncipe de Asturias de las Letras (hoy Princesa de Asturias), concedido, tal y como reza el acta del jurado, por:

“(…) una obra literaria que ha influido en tres generaciones de todo el mundo, a través de la creación de un imaginario sentimental en el que la poesía y la música se funden en un valor inalterable. El paso del tiempo, las relaciones amorosas, la tradición mística de Oriente y Occidente y la vida contada como una balada interminable configuran una obra identificada con unos momentos de cambio decisivo a finales del siglo XX y principios del XXI”[1].

Durante poco más de 10 minutos y con la serenidad de quien ha llegado al final de su búsqueda, Cohen pronunció un emotivo e inolvidable discurso que en apariencia, solo en apariencia, parecía tratarse de una anécdota ingenua, casi intrascendente, pero que con devastadora honestidad, se convirtió en una revelación que arrojó luces sobre el origen de aquello que los jurados del Premio, calificaron como esa  “balada interminable”, situándolo en un feliz encuentro con la cultura española, vivido en diferentes momentos y circunstancias.
 

La voz y el instrumento

El primer contacto español citado por Cohen en su discurso, es también el mejor conocido y documentado, se trata del afortunado encuentro con la obra del inmortal Federico García Lorca, que pareció proporcionarle la “voz” que durante su adolescencia había estado buscando, esa suerte de iluminación que le había sido esquiva con el estudio de los poetas clásicos y contemporáneos ingleses.

Yo no quiero más que esa mano 
para los diarios aceites y la sábana blanca de mi agonía. 
Yo no quiero más que esa mano 
para tener un ala de mi muerte. 

Lo demás todo pasa. 
Rubor sin nombre ya. Astro perpetuo. 
Lo demás es lo otro; viento triste, 
mientras las hojas huyen en bandadas.[2]

La vida de Leonard Cohen no volvería a ser igual después de leer las casidas y gacelas del Diván del Tamarit, cuya métrica estará presente en varias de sus composiciones, ya no saldrá jamás de lo que ha llamado el “mundo de Lorca”, dejando tal vez, como uno de los mayores testimonios de su devoción, el nombre de su propia hija, bautizada Lorca en honor al poeta granadino.

Queda también para la historia la participación de Cohen en Poetas en Nueva York, álbum homenaje inspirado en el poemario del mismo nombre, escrito por García Lorca durante su estadía en la Universidad de Columbia, entre 1929 y 1930. La interpretación del músico canadiense de Take this waltz, fiel traducción del Pequeño vals vienés, hermosamente musicalizada, logró emanciparse del yugo de la producción discográfica y permanecer vigente en el tiempo.

Provisto ya de la voz, Cohen necesitaba un instrumento, que halló también en la península, con su guitarra más preciada, diseñada en el taller de los legendarios Hermanos Conde, probablemente los fabricantes de guitarras clásicas de mayor prestigio en el mundo, afincados en Madrid, desde hace más de un siglo.

La canción

Más reveladora que su fervor lorquiano, resultó la anécdota de Cohen acerca del origen de sus canciones, estrechamente relacionado con un ignoto y superdotado guitarrista español al que conoció en un parque de Montreal, en los tempranos sesentas y tras apreciar una de sus soberbias demostraciones, logró convencer de enseñarle a tocar la guitarra. Este accedió, pero al cabo de tres sesiones no se presentó a casa del canadiense, quien tras indagar por su paradero descubrió con enorme tristeza que su maestro se había quitado la vida. Solo entonces fue consciente de que no conocía nada de aquel maravilloso músico, ni de su origen, ni mucho menos de las razones que lo habían llevado a tomar esa decisión.

Sin embargo, antes de su partida, el español le había dejado a Cohen un valioso legado, le había enseñado una sencilla progresión de seis acordes, empleados de forma recurrente en las canciones flamencas, en la que –según sus propias palabras– está basada la totalidad de su música, con lo que concluyó la búsqueda de su “canción” y allanó su camino para convertirse en una superestrella.

Solo de esta forma es posible entender las palabras finales de la intervención de Cohen en el Teatro Campoamor:

“Todo lo que ustedes encuentran digno de admiración en mis canciones y mi poesía, viene de este lugar, ha sido inspirado por esta tierra”.[3]

Amor, política y derrota

Esta influencia es evidente en el trabajo de Cohen, que ha sabido mantenerla y enriquecerla con sus otras grandes motivaciones, siendo tal vez la mayor su relación con las mujeres, muestra de ello es Suzanne, su primer gran éxito musical, incluido originalmente en el poemario Parásitos del paraíso, con el título de Suzanne Takes You Down, inspirado en la relación platónica con Suzanne Verdal, esposa del escultor Armand Vaillancourt.

A este éxito siguieron otros relacionados con algunas de las mujeres en su vida, como So long Marianne, canción de despedida que sirvió como colofón de su sórdida relación con Marianne Ihlen; Chelsea hotel, dedicada a Janis Joplin; o las propuestas matrimoniales que parecen desprenderse de Waiting for the miracle o I’m your man.

Probablemente sus versiones más polémicas son las relacionadas con su particular sentido de los asuntos políticos, sociales y religiosos, que además de sencillos como First we take Manhattan, que precedió por poco a la caída del Muro de Berlín; o Lover, Lover, Lover, compuesta en honor de sus “hermanos” de Israel, para quienes cantó en medio de la guerra del Yom Kippur; incluyeron desafortunadas provocaciones durante conciertos en Alemania o exhibiciones demagógicas en Polonia.

Dedicar himnos y versos a la derrota y la desesperanza ha sido una fórmula recurrente durante siglos, sin embargo pocos autores han logrado hacerlo con la pureza y honestidad con la que Leonard Cohen ha encarado su segunda gran etapa creativa, en la que como movido por una urgencia inexplicable se empeña en mostrarnos su visión del futuro con un dulce pesimismo que lejos de resultar delirante nos hace aceptar resignados –si no gustosos- la condenación que se describe en estribillos como “I've seen the future, brother: it is murder”[4]; o “Everybody knows that the boat is leaking / Everybody knows that the captain lied / Everybody got this broken feeling /Like their father or their dog just died”[5], que al ser escuchados trasmiten no solo el hastío del autor, sino también siglos de fatiga del pueblo judío y el gitano.

Sin embargo, no obstante esta visión apocalíptica, Leonard Cohen es un luchador y a su manera un optimista, que a pesar los años y de la vida misma sigue cantando su canción.

You got me singing
Even tho’ the news is bad
You got me singing
The only song I ever had
 
You got me singing
Ever since the river died
You got me thinking
Of the places we could hide
 
You got me singing
Even though the world is gone
You got me thinking
I’d like to carry on.[6]

Referencias
 
Manzano, A., & Cohen, L. (2008). Canciones I de Leonard Cohen.
Manzano, A., & Cohen, L. (2008). Canciones II de Leonard Cohen.
Manzano, A. (2011) Ilustrísimo señor Cohen
Cohen, L. (1982). Parásitos del paraíso
Cohen, L. (1979). Poemas escogidos de Leonard Cohen

 

[1] Transcripción de la lectura del acta del jurado del Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2011. Información aquí

[2] Fragmento de la Casida de la mano imposible,  incluida en el poemario Diván del Tamarit, de Federico García Lorca, publicado de manera póstuma en 1940.

[3] Fragmento de la transcripción del discurso de aceptación del Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2011. Información aquí

[4] The future del álbum homónimo publicado en 1992.

[5] Everybody Knows incluido en el álbum I’m your man de 1988.

[6] You Got Me Singing, incluida en el álbum Popular problems de 2014.