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El nuevo mundo… un mundo nuevo

Silvia Dávila MM

El nuevo mundo… un mundo nuevo

En el momento en que Europa descubrió la existencia de un continente habitado por culturas imponentes que se extendía entre Alaska hasta la Patagonia, lo llamó el nuevo mundo. A ese momento le siguieron cuatrocientos años de colonia y la desaparición de las culturas autóctonas. Hace apenas doscientos años, las generaciones de británicos nacidos en el norte, y aquellas de españoles y portugueses nacidas en el centro y en el sur, soltaron amarras para dar paso a las naciones que conforman hoy las Américas. La historia lineal es simple, los recovecos son más complejos.

En el norte, la necesidad de hacer productivo un territorio inmenso y el permanente y violento enfrentamiento con las poblaciones indígenas creó entre los colonos un sentido de comunidad solidaria. Cuando llegó la independencia, lograron mantener unidas en un sólo territorio cincuenta regiones distintas que habían construido por sí mismas comunidades funcionales. Los esclavos negros fueron liberados sin mezcla. Otra es la historia del centro y del sur de las Américas. Allí, con la única excepción de Brasil, capítulo aparte, los colonizadores crearon centros de gobierno, almacenes de riquezas que abastecían a Europa, asimilaron a la población indígena a la fuerza de trabajo, y se mezclaron con ellos y con los esclavos negros generando un variado mestizaje. Cuando llegó la independencia, los funcionarios españoles fueron reemplazados por criollos españoles y el territorio se dividió en un gran numero de regiones que, pese a su origen y lenguaje común, delimitaron y cerraron sus fronteras. El esquema del que pretendían salir se mantuvo: una élite gobernante que puso a su servicio al variado mestizaje. Las comunidades emprendedoras que florecieron en el norte, tomaron en el centro y el sur la forma de mestizos recién independizados y negros e indígenas recién liberados a la deriva sin comunidad y sin una estructura productiva propia. Las leyes de supervivencia se impusieron y el "salve su pellejo" y "arrímese a cualquier techo" fue la dinámica que formó sociedades vacías de un sentido de comunidad. El norte se convirtió en potencia mientras el centro y el sur han andado un camino largo y difícil.  Una sociedad que sólo cuida la punta del iceberg tarde o temprano se encuentra con el hielo. La inquietud social en América Latina ha tomado formas de fuerza, dictaduras de derecha y de izquierda, democracias formales en realidades desoladoras, revoluciones sangrientas y también pacíficas, intentos de organización continental y una perenne división endémica. El sur, desdibujado, quedó a la sombra de la fuerza que generó la unión del norte. Esa es la historia.

Hoy las cosas son distintas. Como ha sucedido tantas otras veces a la Humanidad, el mundo entero está avocado a una renovación de sus esquemas. El desequilibrio de fuerzas en una población de 7 billones de personas, los primeros indicios de escases de recursos básicos, las fuerzas de la naturaleza arbitrando un profundo cambio, la precisión y regularidad de las crisis económicas dando fe de la fatiga de metal de las fórmulas, y un voluminoso número de personas buscando una vida digna en el planeta, lo están empujando ya a girar de otra forma.  El número de personas que habitan el planeta está inevitablemente nivelado en la tabla global con la cantidad de recursos existentes. Todas las naciones, en todos los puntos cardinales, entraron en el proceso de ajustar su visión del mundo para remontar con éxito los nuevos tiempos. Eso es un hecho.

En ese mapa, las Américas, eje verde entre dos océanos, el nuevo mundo geográficamente privilegiado, tendrá también que ajustar su lente. En el actual escenario, América Latina rica en recursos y gentes se convierte, a la vez, en cabecera de playa y en potencial botín para todos los rincones del planeta. Las viejas fórmulas de señoríos heredados o de sometimientos pasivos, de dictaduras aplastantes o de gobiernos indolentes dejan de tener sentido. Doscientos años de historia han demostrado el resultado de esas formulas: una inmensa población disminuida en su capacidad mental y física debido a la pobreza, debilitada y enfrentada así al avance que la historia actual impone a todos. Avanzan hoy uno y medio billones de chinos, una élite científica Hindú, una Europa unida, una Norteamérica altamente tecnológica, los Árabes también unidos, todas las regiones despliegan fortalezas. En ese mapa y llena de recursos, América Latina tendrá que decidir si recibe ese impacto dividida y enfrentada convirtiéndose en botín fácil para nuevas formas de conquista. Los viejos enfrentamientos de extremos - beligerancias populistas de izquierda o imposiciones armadas de derecha - son sólo un obstáculo para asumir unidos el tsunami de esta hora, los extremos no se tocan.  La América hispana dividida frente a la fuerza de los tiempos cae dividida. Desarrollar una visión unificada y propia, y crecer a sus gentes en capacidad física y mental, es la única salida.

Y, como si el universo quisiera dar un empujón a esa salida, aparecen el horizonte dos variables poderosas y novedosas. En la América del norte sus gentes hicieron una elección histórica al poner a la cabeza a un presidente negro que, por lo mismo, conoce en carne propia las minorías, la discriminación y la pobreza, y quien ha demostrado al mundo su determinación de impulsar una visión pacífica, más equitativa, sostenible, inteligente y abierta. En el otro extremo, en el sur, surge un Papa argentino al que apelan quinientos millones de latinoamericanos creyentes y quien, aún defendiendo posiciones que lo enfrentan con mentalidades más liberales, carga una trayectoria de auténtico interés por crecer no a unos sino a todos. El momento está dado, las Américas - Canadá, el norte, el centro, el sur de las Américas y las islas del Caribe - sus gobernantes y sus gentes tendrán que decidir si lo toman o lo dejan pasar para la historia. Un momento en el que la mirada corta e inmediata se vuelva visionaria y futurista para que el Nuevo Mundo unido, crecido, productivo, pacífico y alegre como siempre lo ha sido, produzca un Mundo Nuevo.