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La autoconciencia animal, nuevos referentes para futuras investigaciones

Jairo A. Rozo y Andrés M. Pérez-Acosta

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Por los años setenta del siglo XX, el investigador Gordon Gallup, realizó un interesante experimento con chimpancés (Díaz, 2001). Gallup desarrolla una prueba en el espejo, aplicada con animales, que mide teóricamente la capacidad de autoconciencia, determinando si el animal puede reconocer su propio reflejo en un espejo como una imagen de sí mismo.

Según Gallup (Díaz, 2001; Pérez-Acosta, Benjumea & Navarro, 2002), los orangutanes y chimpancés son los únicos primates capaces de reconocerse en el espejo, o al menos de efectuar una inspección de su cuerpo guiados por él. Gallup hizo un estudio donde dio a conocer el efecto que tiene un espejo sobre la conducta de un chimpancé aislado. El animal presenta inmediatamente señales sociales, “afiliación o agresión hacia la imagen”, como si esta imagen que se muestra en el espejo fuera un invasor. Luego de un tiempo y tras la experiencia de entrenamiento, el simio ya empieza a reconocer su imagen.

Para comprobar esta hipótesis Gallup realizo un experimento, el cual consistió en anestesiar y marcar al animal en la frente con tinta roja, tinta que no pudiera ver ni oler directamente, luego midió la frecuencia con la que el animal tocaba las marcas que tenía en su frente, primero en la ausencia de un espejo y después ante un espejo. Con este experimento se pudo evidenciar que los chimpancés y orangutanes tocan con mayor frecuencia sus marcas en la cabeza cuando el espejo está presente, en cambio los gorilas tocan las marcas con la misma frecuencia en ambas condiciones.

En este nuevo siglo, han aumentado las evidencias empíricas de que diferentes tipos de especies, diferentes a los humanos, tienen algún nivel de autoconsciencia y ahora conocemos diferentes aspectos de la autoconciencia animal. Cuando hablamos de autoconciencia, hacemos referencia a la conciencia de uno mismo o de algún aspecto de sí mismo, ya sea la propia conducta, la imagen propia o las sensaciones interoceptivas (Pérez-Acosta, Benjumea y Navarro, 2002).

Podemos hablar de autoconciencia animal, gracias a las investigaciones de Charles Darwin (1809-1882), que nos permitió entender que muchas de las características físicas y psicológicas de los humanos no surgieron de forma espontánea, sino que evolucionaron a partir de procesos más simples, propios de especies infrahumanas. Basados en tal idea, es posible rastrear el proceso complejo de la autoconciencia humana en animales no humanos y no verbales. Por lo tanto, la autoconciencia ya no es un referente exclusivamente humano como antes se creía. Diferentes estudios han demostrado que otras especies de vertebrados pueden tener autoconsciencia, la cual exige un sistema nervioso centralizado como el de ratas, aves, cerdos, delfines o primates (Broom, Sena & Moynihan, 2009; Derégnaucourt & Bovet, 2016; Epstein, Lanza y Skinner, 1980; Ferkin, Pierce & Franklin, 2008; Pérez-Acosta, Benjumea, & Navarro, 2001; Prior, Schwarz & Güntürkün, 2008; Shimp, 1984).

El problema es como poder comprobar la autoconsciencia en animales que no son verbales, no podemos acceder a su reporte a través del lenguaje como sucede con los humanos, entonces los investigadores tienen que pensar otras formas de comunicación que permitan corroborar su proceso de conciencia de sí. Por lo tanto, se han diseñado experimentos de autoconsciencia que dan cuenta de la propia imagen o de la propia conducta o de estados internos del animal.

En este tipo de experimentos se apunta a que el animal discrimine algo de sí mismo, como su propia conducta. Por ejemplo, en aves como palomas, se puede organizar un protocolo experimental que permita visualizar sus capacidades en autoconciencia. En una Caja de Skinner se pueden crear las condiciones para ver las habilidades que pueden desarrollar estas aves. Usualmente se puede estudiar la capacidad de discriminación de las palomas de estímulos externos a ellas (sonidos, luces, etc.). Lo que se hace es adaptar tal protocolo experimental para que discrimine, no estímulos externos sino internos que, en este caso, tienen que ver son la propia conducta del animal.

El experimento con palomas consiste en dos posibles conductas al azar: el animal pica un disco luminoso blanco, a la izquierda o a la derecha. No hay estímulos externos aparte de la orientación espacial del propio sujeto. No se discrimina la derecha o la izquierda per se, sino que se discrimina la izquierda o derecha con relación a la conducta del animal: picoteo; la dimensión espacial de su propia conducta, de lo contrario no hay contingencia ni refuerzo (Pérez-Acosta, 2006).

Con este proceso, el animal se entrena en la discriminación de su propia conducta. Lo cual no es ajeno a la consciencia humana, ésta también es entrenada en el orden social y cultural, a medida que el sujeto crece y se relaciona con otros a través del lenguaje. Si miramos tradiciones culturales como las orientales, vemos que, con el uso de la meditación y otras estrategias, están desarrollando un aprendizaje para el que el individuo se conozca a sí mismo a través de la monitorización de su cuerpo, de su respiración, etc.

Pero volvamos al caso de las palomas, el sujeto elige hacer una conducta, picotea a la derecha o a la izquierda del disco luminoso. Luego debe informar cuál fue la conducta que realizó. De alguna forma se le pregunta por la conducta inmediatamente anterior: ¿qué hizo? Para preguntar se le presentan dos estímulos arbitrarios (luz roja y luz verde) asociados a una u otra situación. Un estímulo se asocia a un comportamiento, de forma que rojo significa picotear a la izquierda y verde, picotear a la derecha. Picotear uno u otro estímulo es la respuesta del animal sobre su propia conducta anterior.

Al principio es evidente que los animales responden al azar, pero a medida que avanza el entrenamiento, aprenden a discriminar cual es la relación correcta. Por lo tanto, la autoconciencia no esta dada, debe entrenarse para que se pueda desarrollar. Al final del proceso, las palomas tendrán mayor número de aciertos que de errores, discriminando su propia conducta por encima del azar, con un índice de aciertos de más del 80% en promedio.

Lo interesante de este proceso es que este aprendizaje en autodiscriminación de la propia conducta se puede transferir para el desarrollo de nuevas habilidades. Si se comparan palomas entrenadas en autodiscriminación, con palomas entrenadas en pseudodiscriminación (con los mismos estímulos, pero sin relación), o con otro grupo sin entrenamiento, lo que se logra ver es que las palomas que desarrollaban la habilidad de autodiscriminación podían desempeñarse mejor en una tarea nueva de autodiscriminación, y no lo podían hacer las palomas de los otros dos grupos de comparación. Una vez desarrollada la habilidad sirve de base para enfrentar nuevas tareas de autodiscriminación, incluso más complejas (Pérez-Acosta, 2006).

Ahora bien, estas investigaciones no se quedan al nivel básico y experimental, sino que pueden extrapolarse a temáticas aplicadas de diferente orden. Por ejemplo, se pueden desarrollar aplicaciones para pacientes con espectro autista. El espectro autista es un desorden profundo en el desarrollo que presenta serios déficits en autoconsciencia, comunicación e interrelación social, sin que necesariamente afecte las capacidades cognitivas generales del sujeto, lo cual permite el abordaje de tales temas con una estrategia cognitiva.

Los estudios han demostrado que se puede transferir la misma estrategia del laboratorio animal al trabajo con población autista, utilizando computadores. Los niños con síndrome autista son muy visuales en su comunicación; aquello que los distingue del común de las personas, que son esencialmente fonoaudiológicas y, además, les encanta la interacción con computadores. Explotando estas características, computadores y visualidad, se puede entablar una comunicación efectiva. Los niños con autismo no hablan, pero pueden comunicarse indudablemente a través de estímulos visuales. Hablando con estímulos visuales, las personas con autismo pueden desarrollar la autoconciencia siguiendo un entrenamiento adecuado, lo cual es muy importante para la rehabilitación de esta población (Pérez-Acosta, Benjumea & Navarro, 2002).

Otra forma de entender las aplicaciones de la autoconsciencia tiene que ver con la meditación y lo que hoy se conoce como mindfulness, que se puede leer científicamente como un entrenamiento en autoconciencia que puede transferir beneficios para la salud física y emocional. Conocerse a sí mismo sirve para el bienestar, no es un lujo de la naturaleza, sino que sirve para la supervivencia, por ello es importante su desarrollo en diferentes especies.

Finalmente, estudios actuales de la autoconsciencia en animales, en este caso en ratas Wistar, pretenden discriminar si el desarrollo de tal habilidad se correlaciona con la edad del sujeto experimental. Podríamos pensar que la habilidad en autodiscriminación de la propia conducta puede verse afectada de alguna manera por la edad del sujeto (joven, adulto o viejo). Actualmente el Laboratorio Iván Pavlov de la Fundación Universitaria Los Libertadores, en asoscio con la Universidad del Rosario, está adelantando investigaciones de la relación entre autoconsciencia y ontogenia, para tratar de esclarecer este aspecto y ver las posibilidades de aplicación en situaciones aplicadas como en pacientes con enfermedad de Alzheimer.

Referencias

Broom, D.M., Sena, H. & Moynihan, K.L. (2009). Pigs learn what a mirror image represents and use it to obtain information. Animal Behaviour, 78, 1037-1041.

Derégnauocourt, S. & Bovet, D. (2016). The perception of self in birds. Neuroscience and Biobehavioral Reviews, 69, 1-14. http://dx.doi.org/10.1016/j.neubiorev.2016.06.039
Díaz, J. L. (2007). La conciencia viviente. México. Fondo de Cultura Económica.

Epstein, R., Lanza, R. P. & Skinner, B. F. (1980). Communication between two pigeons (Columba livia domestica). Science, 207, 543-545.

Ferkin, M. H., Pierce, A. A. & Franklin, S. (2008). Self-Discrimination in Meadow Voles, Microtus pennsylvanicus. Ethology, 114, 863–874. doi: 10.1111/j.1439-0310.2008.01531.x

Pérez-Acosta, A. M. (2006). Autodiscriminación condicional, metaconducta y autoclítica: posibilidades investigativas. Psicología desde el Caribe, 17, 103-121.

Pérez-Acosta, A. M., Benjumea, S., & Navarro, J. (2001). Autonciencia animal: estudios sobre la autodiscriminación condicional en varias especies. Revista Latinoamericana de Psicología, 33(3), 311-327.

Pérez-Acosta A. M., Benjumea S. & Navarro J. (2002). Autodiscriminación condicional: la autoconciencia desde un enfoque conductista. Revista Colombiana de Psicología, 11, 71-80.

Prior, H., Schwarz, A. & Güntürkün, O. (2008) Mirror-induced behavior in the magpie (Pica pica): Evidence of self-recognition. PLoS Biology, 6(8), 1642-1650: e202. doi:10.1371/journal.pbio.0060202

Shimp, C. P. (1984). Self reports by rats of the temporal patterning of their behavior: a dissociation between tacit knowledge and knowledge. En H. L. Roitblat, T. G. Bever & H. S. Terrace (Eds.), Animal cognition (pp. 215-229). HiIIsdale, NJ: Erlbaum.