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La biografía de fray Cristóbal de Torres: las fuentes dominicanas

portada

Siguiendo las indicaciones de don Joaquín Darechea y Urrutia, hallamos y revisamos una fuente de bibliografía dominicana. Los autores, Quétif y Échard, son posteriores a su biografiado y, además, trabajaban desde Europa.
 

Principio del artículo, ubicado en el año 1653.

En el artículo Christophorus de Torres, Quétif y Échard[1] traen lo siguiente. Profesó en San Pablo de Burgos “die Mercurii XXVIII martii MDXC” es decir, el miércoles 28 de marzo de 1590. Fue predicador de Felipe III y IV; leyó Artes y Teología entre sus hermanos y dos veces fue elegido prior. Sucedió a Bernardino Almansa, por muerte, en el arzobispado de Santafé, presentado por Felipe IV el 28 de octubre de 1634. Hizo los juramentos debidos ante el nuncio Lorenzo Campeggi[2]. El obispo de Cartagena, Luis Ronquillo, lo consagró y llegó a su Sede el primero de octubre de 1635. En ese tiempo estaba muy agitada la cuestión de admitir a los indígenas a la Eucaristía y a la adoración de los misterios, abandonado el culto de los ídolos, pero el arzobispo lo consiguió luego del consenso de su diócesis[3]. Fundó un Colegió para su grey y consiguió del rey que lo dotara con cinco mil ducados anuales, el diecinueve de diciembre de 1651. En él hubo quince colegiales, repartidos en las tres facultades de Teología, Medicina y Jurisprudencia (ambos derechos). Murió en 1653 y fue sepultado en la Catedral. Cita una anécdota, tomada de Gil González Dávila[4]: antes que lo hicieran arzobispo, como predicador real atendió espiritualmente a Carlos de Austria, letalmente enfermo. Como el príncipe le pidiera a fray Cristóbal que intercediera por su vida ante Dios y la Virgen del Rosario, prometiendo no faltar en adelante a los oficios que se celebraban el primer domingo de cada mes, el predicador le respondió que ya no era hora de pedirle a Dios la salvación del cuerpo, sino la del alma. Muerto el príncipe[5], su cuerpo fue conducido a El Escorial.
 

Entre sus obras pone, siguiendo a González Dávila:

 

Comentarios ascéticos a la oración angélica Ave, María, en dos tomos.

 

Sobre santo Domingo en Soriano.

 

Fama postuma en las honras de fray Hortensio Felix Palavicino ordinis SS. Trinitatis. Oración fúnebre, editada en Madrid, 1634, en cuarto.

 

Probablemente unos Sermones de santa Teresa. Madrid: viuda de Alonso Martin, 1627; en cuarto[6].

 

Nicolás Antonio, en su Bibliotheca Hispana[7], lo supone de la Orden de la Santísima Trinidad. Fontana[8] afirma que la presentación al arzobispado fue el ocho de enero de 1635, por Urbano VIII. Jacinto de Parra[9] añade que el nombramiento de predicador real ocurrió en 1606, con tanta fama que sus homólogos lo tenían por el Crisóstomo de su tiempo. De las obras castellanas, trae un elogio a santo Tomás, intitulado Lengua eucharistica; un Memorial erudito en defensa de algún patronato pío, dedicado a Felipe III; el Sermon a las honras de la reyna de Polonia D. Constanza de Austria, que viene en Ideas del pulpito, Barcelona, 1638, por Carlos Ceballos[10].

 

[1] Scriptores ordinis Praedicatorum etc., tomus secundus. Obra incoada por Jacques Quétif (1618-98) y finalizada por Jacques Échard (1644-1724) y publicada en 1719-21. El artículo de Torres no fue refundido por Échard, como se ve por las imprecisiones.

[2] Eclesiástico y diplomático italiano (†1639), obispo de Cesena (1623-28) y de Senigallia (1628-39), nuncio apostólico en Saboya (1624-27) y en España (1634-39). Sus alias son: Laurentius Capecius y Lorenzo Campeche (?). La Diócesis de Senigallia se ha llamado también de Senogalla, por el latín Senogallia.

[3] Mejor explicado en González Dávila.

[4] Teatro eclesiastico de la primitiva Iglesia de las Indias occidentales etc., tomo segundo; Madrid, 1655. Gil González firma como “Coronista Mayor de las Indias, y de los Reynos de las dos Castillas”.

[5] El tres de julio de 1632, según Échard y González Dávila; en realidad, el treinta.

[6] Sermon al dignissimo Patronazgo de sus Reynos, que fundo el inclito Monarca Felipe IIII en cabeça de la Gloriosa Virgen S. Teresa de Jesus. Torres abrió, con este sermón, la octava en el convento de las Descalzas. Cfr. Teresa M. Rossi, “Presencia de Santa Teresa y de la Reforma carmelitana en la Biblioteca Barberini (siglo XVII)”. En: Revista de Filología Románica, 3(1985). Sobre el sentido del sermón, cfr. Erin Kathleen Rowe, Saint and Nation. Santiago, Teresa de Avila, and Plural Identities in Early Modern Spain. Pennsylvania: The Pennsylvania state University Press, 2011.

[7] Nicolás Antonio (1617-84), erudito, iniciador de la bibliografía española moderna. Error ya subsanado, en la edición disponible de la Bibliotheca Hispana nova etc. (Madrid: Joaquín de Ibarra, 1783),​ donde es dominico de la provincia castellana. Pone dos obras: la de Paravicino y la de santa Teresa.

[8] Fray Vicente María Fontana, Sacrum Theatrum Dominicanum etc., Roma, 1666.

[9] No hemos hallado la obra de fray Jacinto de Parra (†1684).

[10] Ideas del Pulpito, y teatro de varios predicadores de España, que no hemos podido revisar.